ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
Para Alberto Aguirre, por el muy merecido Premio Pagés
A SU 79 AÑOS de edad, hoy cumplidos, el Partido Revolucionario Institucional no es un abuelo como cualquiera. En vez de pasar el tiempo lamentándose por sus más recientes pérdidas –ha dejado ir el abrazo de dos novias presidenciales en un plazo de seis años-- y en vez de contemplar por la ventana cómo es que también se le escapa la vida, el viejo PRI se dedica a imponer su herencia nociva a quienes ahora son sus sucesores.
Broma no sólo de mal gusto, paradoja incluso macabra resultan el que sean precisamente los sucesores quienes le acerquen tanques de oxígeno y todo tipo de reconstituyentes, pues sin pudor alguno aceptan que sin él en el Congreso de la Unión poco o nada es lo que pueden hacer. Bíblicos, hasta cierto punto, obedecen a pie juntillas la sentencia: "No me deseches en el tiempo de la vejez; no me desampares cuando mi fuerza se acabe. Aun en la vejez y en las canas, no me desampares, oh Dios, hasta que proclame a la posteridad las proezas de tu brazo, tu poderío a todos los que han de venir."
Y después de vejez, viruelas. En silla de ruedas, como sea, el anciano partido sigue pintando de tricolor una y otra plaza del territorio nacional, donde sigue ganando gubernaturas, ayuntamientos y mayorías de Legislaturas estatales.
Más sabe ya el PRI por viejo que por diablo, y por tal es que en su ámbito legislativo ha conseguido anotarse sus mejores triunfos, no sólo imponiendo la agenda ("Ley Beltrones" o enésima reforma política), incluso acotando la que sus sucesores han intentado infructuosamente encaminar por los recovecos de la casona de la Plaza Lerdo de Tejada o los recodos del Palacio de San Lázaro.
Decrépito y todo, sus brazos estatales presumen músculo. Ahí están Veracruz, Puebla e Hidalgo donde los gobernadores Fidel Herrera, Mario Marín y Miguel Ángel Osorio recién se alzaron con el ya casi desaparecido "carro completo"
Su vejez, empero, implica deterioro mental más que físico. La pérdida de memoria es impresionante. El anciano partido ha olvidado las afrentas que durante 70 años de hegemonía infligió a sus cautivos votantes, cosa que también parece haber afectado a los ofendidos.
La tercera edad del PRI lo coloca en posición de recibir todo tipo de subsidios. No sólo los que le entregan los gobiernos locales, también el que recibe del muy generoso erario federal. Es un viejo rico, al que pocos quieren abandonar a la espera de lo que pueda dejarles a su fallecimiento.
Porque, pese a todo, su final pudiera estar cerca.
Otra novia fugitiva, la de los esponsales a celebrarse en el 2012, ahora sí significaría la muerte para el casi octogenario partido. Aunque, ya a los 85 años, ¿para qué querría unos nuevos esponsales con la Presidencia de la República? "La vejez es mala porque priva al hombre de todos los placeres dejándole los apetitos", decía Giacomo Leopardi.
Así llega el PRI a sus 79 años, luego de haber dilapidado su juventud y madurez.
¿Felicidades? ¿De veras?
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