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20 enero 2008

El pelele y su banda de delincuentes

Muy interesante par de notas me encontré navegando por el proceso.com.mx les recomiendo que se compren también semana a semana la revista impresa que viene muy buena. Aquí les dejo dos notas que son o serían motivo suficiente para causar una revuleta en el país o de menos que tomemos medidas más fuertes contra el espuriato, pero en fin, haber sino al rato que ya quiera el Peje hacer algo por México ya ni petróleo vamos a tener para defender y así ¿qué chiste tendría cambiar a México, verdad?

Los amigos de Calderón

En el reajuste del gabinete, el presidente Felipe Calderón colocó a dos de sus mejores piezas en el tablero político nacional: Juan Camilo Mouriño y Ernesto Cordero. El primero fue ubicado en Gobernación y, el segundo, en la secretaría de Desarrollo Social.

Ambos funcionarios son viejos conocidos de Calderón. De esa relación, tanto Mouriño como Cordero, dieron a conocer algunos pasajes a la revista Líderes Mexicanos en la edición diciembre 2006 enero 2007.

Según contó el ahora exjefe de la Oficina de la Presidencia, en 1996 conoció a Calderón cuando éste era secretario general del PAN.

Recordó: “Yo estaba recién regresado de terminar mis estudios en el extranjero y estaba formando el PAN en Campeche. El PAN, hasta ese entonces, tenía registro en el estado y competía, pero en realidad no era un contendiente. Entonces, él (Calderón) fue, como secretario general, con la encomienda de organizar el partido en aquellos estados donde (el partido) no era competitivo y uno de ellos era Campeche”.

Ese fue el primer contacto que, dice, tuvo con Calderón, aunque admite que entonces él no militaba en el PAN, pero sus padres sí. Es más, presume que su padre fue el primer empresario que públicamente anunció su afiliación al PAN después de la campaña presidencial de Diego Fernández de Cevallos, en 1994.

Licenciado en Economía por la Universidad de Tampa, Florida, con posgrado en Contaduría y especialización en Finanzas por la Universidad Autónoma de Campeche, Mouriño Terrazo confió, así mismo, que en 1997 fue diputado local en Campeche y Calderón era ya presidente nacional del PAN.

“(Calderón) fue en distintas ocasiones a apoyarnos. Incluso fue al cierre de campaña. Gané la diputación local y empecé a involucrarme en tareas de partido y a vincularme mucho con el CEN para seguir haciendo que el PAN creciera en el estado. Entonces, empezamos a tener una mayor relación”, señala.

En la entrevista, que concedió a la revista Líderes Mexicanos, el ahora secretario de Gobernación confirmó, sin embargo, que la cercanía con Calderón se dio posteriormente, cuando ambos coincidieron en la Cámara de Diputados. En ese entonces, Calderón fue coordinador del grupo parlamentario panista. “Ahí empezamos una relación que ya se había construido en años anteriores. Eramos compañeros de bancada y me dio la responsabilidad de encabezar la comisión de Energía y, por lo mismo, cuando lo nombran secretario de Energía, me invitó a participar primero como coordinador de Asesores y, luego, como subsecretario, junto con él”.

Según Mouriño, él y Calderón están unidos por el tema generacional, la admiración, el respeto y la visión del país. “A pesar de que él es unos años mayor que yo, es alguien que tuvo muchas oportunidades de joven y que todos los jóvenes del PAN siempre admiramos mucho, porque fue líder juvenil. Luego se convirtió en secretario general y, después, en presidente del partido. Pero, además, es alguien que, por las mismas oportunidades que tuvo a esas edades, no tenía problema para confiarle responsabilidades importantes a gente joven.

“El nunca basa su decisión de a quién encargarle una responsabilidad en función de la edad que tuviese. A mi me dio la oportunidad de ser presidente de la comisión de Energía en la Cámara de Diputados a los 28 años”.

El joven político, quien nació en Madrid, España, el 1 de agosto de 1971, relató también que, a pesar de que los negocios familiares marchaban bien con los gobiernos priistas, él se decidió por la política cuando ganó la diputación local en Campeche. “Ahí tomé la decisión de vida, de dejar la empresa, incluso desde el punto de vista accionario…”.

Padre de tres hijos, Mouriño dijo que es un “trabajador nato” y que si bien exige resultados a sus colaboradores, también les da su lugar y los deja tomar sus propias decisiones.

En tanto, la relación de Calderón con el nuevo secretario de Desarrollo Social, Ernesto Cordero, data de la época estudiantil, cuando ambos compartieron aulas en el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM). “Fuimos compañeros de clase. Era buen estudiante, muy responsable y de trato afable; el compañero ideal”, declaró el funcionario a la revista Líderes Mexicanos.

De 38 años de edad, Cordero contó que en esa época Calderón era diputado federal: “Nos hicimos amigos desde entonces, cuando terminamos la maestría. El fue secretario general del PAN y yo empecé a trabajar en la Secretaría de Energía y Minas y seguimos siendo amigos”.

Dos años después, prosiguió Cordero, Calderón se fue a estudiar a Estados Unidos. “Entonces, él era presidente del partido y seguimos en contacto por correo electrónico, esto hasta que se dio la oportunidad en el 2000, cuando yo estaba terminando el doctorado en Economía en la Universidad de Pennsylvania, y él era coordinador parlamentario del partido.

“El PAN tiene la fundación Miguel Estrada Iturbide que hace estudios técnicos y legislativos en la Cámara de Diputados, es un think tank para política pública, Calderón me invito a dirigirla y acepté. Ahí comenzó a ser mi jefe” .

Son los amigos de Calderón.

Calderón: Machismo discursivo

Los cambios en el gabinete presidencial y la convulsión en que han dejado a Tijuana, y al país entero, los sangrientos encontronazos entre sicarios del narcotráfico y militares y policías, dejaron poco espacio para ponerle el reflector al discurso del presidente Felipe Calderón, del miércoles pasado en Acapulco, en el que, con un desbordado optimismo, prácticamente aseguró que la muy probable recesión en Estados Unidos le hará a la economía mexicana lo que el viento a Juárez: nada.


Y si el viento fuera tan fuerte como para despeinarnos –como auguran muchos--, tenemos suficiente y buena vaselina para aplacarnos el pelo, como dicen que hacía el Benemérito.

Calderón se reunió con representantes del gremio financiero mexicano y de otros 25 países, para inaugurar la edición 12 de la Conferencia Anual Latinoamericana del Grupo Santander.

Francisco Luzón López, consejero y director general de la División América de ese conglomerado financiero con sede en España, le puso la pelota al presidente:

“Pese a nuestro optimismo racional sobre el futuro a corto plazo de la economía internacional, ninguno de nosotros le recomendaríamos que descartara totalmente un escenario peor de lo esperado, con menos crecimiento, más inflación y mucha mayor volatilidad. Pese a que su probabilidad de suceso sea baja hoy, siempre hay que estar preparado para lo peor, porque lo peor puede ocurrir. En ese entorno internacional francamente hostil, sería inevitable que México creciese menos de lo que le anticipamos, y sería también inevitable de que pese a que el shock sea externo, usted y su gobierno se afanasen por buscar medidas que acortasen la intensidad y la duración de la fase recesiva.”

Y Calderón se prendió, a tal grado que improvisó un larguísimo discurso --en el que hasta mezcló aptitudes personales que no venían al caso-- para decir que México saldrá indemne si hay recesión en Estados Unidos.

Dijo: como “yo, en lo personal, me he especializado en navegar a contracorriente –primero adentro de mi partido, luego en la campaña electoral--, pues a mí esto del escenario preocupante del 2008, realmente hasta me emociona un poquito y me asegura que vamos a salir extraordinariamente bien este año”.

Exultante, aseguró que aun cuando haya un escenario adverso, el país tiene “la posibilidad y la capacidad de salir adelante”. Hay quienes –dijo-- ante un escenario bajo presión, pierden la paciencia y la habilidad, pero también hay quienes ante él se retan, se desafían y agudizan el instinto para salir adelante. Es, dijo, el caso de quienes están al frente de su gobierno: “A nosotros nos acomoda bien (trabajar bajo presión) y nos gusta y nos agudiza el desempeño… estamos hechos a la adversidad”, afirmó.

Y todo esto, dijo, no es un asunto voluntarista. Hay razones para estar confiados: “En el plano macroeconómico hemos hecho la tarea: tenemos una economía en orden, finanzas públicas sólidas, que nos ha costado enormemente a los mexicanos, sí, pero hemos resuelto en lo fundamental los problemas que tienen que ver, precisamente, con el manejo macroeconómico de las finanzas nacionales”.

Por ello, confió, “ante una tormenta, por fuerte que se avecine, tenemos un navío de gran calado, que tiene una enorme estabilidad, una balastra que es capaz de sostenerla y sostenerla con rumbo ante cualquier circunstancia que enfrente”.

Es correcto, y hasta loable, que un presidente quiera infundir confianza en sus gobernados; mal haría en imbuir pesimismo. Pero poner oídos sordos o no querer ver una realidad tan inquietante es tanto como querer ocultar las cosas o, peor, engañar a la gente.

Ya es inocultable el creciente nerviosismo entre analistas, inversionistas, empresarios y funcionarios gubernamentales de Estados Unidos –igual se empieza a ver más preocupación en México--, que ven muy probable un escenario de recesión en su economía.

Justo el fantasma de la recesión en Estados Unidos ha provocado en lo que va del año una fuerte caída en los mercados bursátiles de ese país, que arrastra a la Bolsa mexicana y contagia a los mercados del resto del mundo. Al cierre de las jornadas bursátiles del viernes 18, el índice Dow Jones llevaba pérdidas acumuladas de 8.33%, registro que no se daba desde el 2000.

Igual la Bolsa Mexicana de Valores, cuyo principal indicador acumula un pérdida de 9.6%, nivel que no se registraba en las primeras dos semanas de un nuevo año.

El jueves, tras otro bajón de las bolsas estadunidenses, el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, reconoció abiertamente que el panorama económico en Estados Unidos había empeorado notoriamente. En estos días, su antecesor, Alan Greesnspan, dijo que “los síntomas están claros; las recesiones no ocurren de manera suave y suelen estar indicadas por una discontinuidad en el mercado”, que es lo que está pasando con el problema de la crisis hipotecaria y del crédito en aquel país, así como por los altos precios internacionales del petróleo. Para Greenspan –aunque no para Bernanke--, Estados Unidos no va rumbo a la recesión: ya está dentro de ella.

Y es tal la preocupación por el futuro inmediato de la economía estadunidense, que no sólo Bernanke ha tenido que declarar públicamente más seguido para calmar a los mercados, sino que el propio presidente George Bush debió anunciar, el viernes, un paquete de rescate económico, en el que incluyó exenciones fiscales –para alentar la inversión en las empresas y el gasto de los consumidores--, junto con otras medidas, que implican para la hacienda una inyección de 145 nil millones de dólares para estimular la economía.

Obviamente la preocupación no sólo es en Estados Unidos, sino en todo el mundo, y ningún analista se atreve a decir que las economías, sobre todo las del continente, saldrán indemnes de una recesión estadunidense.

Ni siquiera en México hay el optimismo de Calderón. Y no sólo empresarios y analistas advierten de los peligros y las consecuencias de una recesión allá: el propio secretario de Hacienda, Agustín Carstens, reconoció que si se materializa la recesión en Estados Unidos, la actividad económica nacional se enfriará.

De hecho, ya hay datos que anuncian esa circunstancia: la actividad industrial en noviembre apenas creció 0.8%, cuando un mes antes había crecido 3.2, según información oficial. El cálculo de los especialistas es que la actividad industrial en todo 2007 habrá crecido 2%, en promedio, cuando en 2006 creció 5%.

Y si a ello se agrega que el envío de remesas está bajando consistentemente, y que la entrada de inversión extranjera directa pierde ritmo –hecho que reconoce la Secretaría de Economía--, además de que el INEGI reportó un mayor desempleo el año pasado, pues las cosas no están como para que se diga que no pasa nada y que no va a pasar nada.

Es cierto que la economía tiene hoy defensas de las que carecía en episodios anteriores de recesión estadunidense. Pero aun así, es más propio y serio hablar con cautela, reconocer las debilidades y las fortalezas internas.

El machismo discursivo del presidente sólo encubre y engaña.

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