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24 enero 2008

EL EMOTIVO SEÑOR CALDERÓN

ÍNDICE POLÍTICO

FRANCISCO RODRÍGUEZ


Cada cual tiene la edad de sus emociones

Anatole France

PARA EL OCUPANTE de Los Pinos la crisis económica que se nos viene encima –todos se lo dicen y casi le suplican que se prepare; él no escucha: está "emocionado"--, se asemeja a la excitación que a cualquier joven le produce conseguir un permiso para conducir, prestado, el automóvil de su papá: ¡Qué a todo dar! ¡Buenísima onda! ¡Ahora sí van a saber lo bien que manejo en medio de baches! ¡Voy a ser campeón de "arrancones"!

Con emociones, le han aconsejado, cree que puede motivar a los inversionistas. Hablando de contracorrientes o vientos en contra, de los que dice haber salido indemne y hasta fortalecido, piensa que los capitales crearán plazas de trabajo bien remuneradas y, además, controlará la inflación. ¡Sí, cómo no!

Lo que nadie le dice en su entorno, empero, es que las emociones son reacciones subjetivas a los cambios en el ambiente. Y de subjetivismo, los mexicanos ya estamos hasta el gorro.

Hablan los expertos de la existencia de seis, sólo seis, categorías básicas de emociones:

1) Miedo: Anticipación de una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre, inseguridad.

2) Sorpresa: Sobresalto, asombro, desconcierto. Es muy transitoria. Puede dar una aproximación cognitiva para saber qué pasa.

3) Aversión: Disgusto, asco, solemos alejarnos del objeto que nos produce aversión.

4) Ira: Rabia, enojo, resentimiento, furia, irritabilidad.

5) Alegría: Diversión, euforia, gratificación, contentos, da una sensación de bienestar, de seguridad.

6) Tristeza: Pena, soledad, pesimismo.

¿Cuál o cuáles de esas emociones son las que –dijera un clásico— embargan al señor Calderón? ¿La alegría? ¿Todas a un tiempo?

Emocionante para los contribuyentes, eso sí, ¿verdad? Porque ante el emotivo señor Calderón, la reacción de quienes para bien o para mal dependemos de sus decisiones, no puede ser sino de miedo y aversión.

Peor aún cuando, afecto a colocarse todo tipo de cachuchas, el ocupante de Los Pinos se ha puesto ahora la de mecánico naval y, en un parangón, ve a la crisis financiera cual una tormenta en el océano y a él, en un barco al que le coloca y le coloca motores… ¡descompuestos!:

El de la vivienda, justo cuando también aquí la cartera vencida de créditos hipotecarios está a punto de crear un monstruoso Fobaproa…, el campo, que no pasa, precisamente, por sus mejores momentos… el turismo, ahora que ofertamos al mundo ejecuciones y descabezados, presencia militar en puertos, fronteras y aeropuertos cual espectáculo autóctono… y creación de infraestructura, incumplida promesa sexenal y sexenal y sexenal de la que ya ni siquiera vale la pena hablar.

Emocionado –muerto del susto— el adolescente termina chocando el auto que le prestó su papá.

¿Qué emoción asaltará al señor Calderón cuando dé cuenta de sus acciones, y ya no de sus emociones?

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