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29 enero 2008

La crisis financiera internacional pone a prueba a la economía mexicana


Inminente recesión en Estados Unidos

T. Martínez y J. F. Moncada (Vértigo)

“La recesión actual será mucho peor que la de 1991; y si no me creen, lo veremos en seis meses”.Guillermo Ortiz Martínez

Investigadores, analistas e incluso instituciones internacionales coinciden: nuestra dependencia respecto de la actividad financiera en Estados Unidos es de tal magnitud, que la desaceleración económica que vive la vecina nación del norte y precede a una inminente recesión ya impacta de manera importante no sólo en el mercado bursátil mexicano, sino también en la creación de empleos, el crecimiento de la economía, las expectativas de consumo, el otorgamiento de créditos, la inversión y los grandes proyectos de infraestructura.
De hecho, aseveran los expertos, en las últimas semanas la tasa de financiamiento a la vivienda se duplicó: en el mercado global, el crédito es más escaso y más caro; el aumento del consumo sólo es posible con incrementos de ingresos, reducción de gastos o aumento de deuda, los cuales por el momento no parecen factibles.
Además, muchas empresas mexicanas registran márgenes de utilidad muy bajos y así será en extremo difícil que se animen a incrementar sus inversiones, sin lo cual no es posible la creación de nuevos empleos ni el otorgamiento de aumentos salariales que podrían inyectar vitalidad al mercado interno.
El mismo efecto sufrirán los proyectos gubernamentales de inversión: lo que hasta hoy pudo hacerse no será posible en plena recesión, pues necesariamente deberán recortarse las inversiones y postergarse los grandes proyectos.
¿El resultado? Bajo consumo en el mercado interno, crédito escaso y mayor desempleo.

Poner los pies en la tierra

Ante ello, dicen los analistas consultados, es indispensable que el gobierno mexicano rectifique y establezca medidas de fomento a la economía interna, tal como lo ha hecho Estados Unidos, con lo que se lograría mantener las fuentes generadoras de riqueza y al menos un mínimo de crecimiento económico, como el logrado en los últimos años.
Sin embargo, alertan, lejos de anunciar medidas de protección al mercado mexicano para imprimirle mayor dinamismo, las autoridades financieras y el Poder Legislativo establecen incrementos a los impuestos —como sucedió en la miscelánea fiscal aprobada el año pasado—, con lo que podría incluso incrementarse el impacto económico que tendría para nuestro país una recesión estadunidense.
Porque si bien es cierto —como coinciden en señalar analistas consultados por Vértigo— que el presidente Felipe Calderón anunció que tomará medidas para prevenir el efecto de la recesión que se anticipa en Estados Unidos, e incluso le apostó al fortalecimiento del mercado interno, existen señales contrarias: en el presupuesto de ingresos 2008 el Legislativo estableció un incremento en los impuestos, a diferencia de lo que hoy están haciendo otros países, que los han bajado y establecido estímulos fiscales. Asimismo, el Ejecutivo, más allá de programas de inversión en infraestructura, no ha anunciado medidas específicas para fortalecer el mercado interno.
Y antes de comenzar a sufrir la pulmonía económica plena, señala el analista financiero Mario di Costanzo, “es necesario rectificar el camino”.
En especial, considerando que toda desaceleración o recesión en Estados Unidos afectará de modo irremediable a nuestra nación, como al resto del mundo, por más que se intente ocultar esa posibilidad con declaraciones de optimismo a ultranza, a través de dos canales: el comercial y el financiero.
No en vano, dicen los expertos, “Estados Unidos es el destino de 20% de las exportaciones globales y sus bolsas representan 40% de la capitalización mundial total. Las importaciones norteamericanas son fuertemente cíclicas y su crecimiento se ralentiza notablemente durante periodos de desaceleración y, especialmente, de recesión (…); porque cerca de 50% de las importaciones son de bienes de inversión o de consumo duraderos y éstas son precisamente dos de las categorías más sensibles al ciclo económico”.
Obviamente, los países que más exportan a Estados Unidos son los que más sufren las consecuencias de la menor demanda de importaciones.
Y “actualmente, los más afectados serían sus vecinos del norte y del sur”; es decir, México y Canadá, cuyas exportaciones a Estados Unidos “representan casi 25% del pib de cada una de las dos naciones”.

Dependencia enfermiza

Debido a que casi 60% de la inversión extranjera directa en México es de origen estadunidense, somos sumamente dependientes de la economía del vecino país del norte, por lo que resulta inevitable que suframos los efectos de una recesión e incluso de la desaceleración de la economía estadunidense, dice a Vértigo Patricia Rodríguez López, académica del Instituto de Investigaciones Económicas (iie) de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En el momento en que la economía estadunidense disminuye su ritmo de crecimiento, la población deja de demandar productos y servicios, con lo que las exportaciones mexicanas disminuyen, afectando a sectores completos de empresarios nacionales, quienes al no tener un mercado seguro disminuyen su producción, explica.
En tanto, las importaciones provenientes de Estados Unidos, que consisten básicamente en insumos y bienes de capital, también disminuyen debido a que no se tiene certeza en el nivel de producción. Así, toda la relación económica se ve afectada, añade la también maestra en Ciencias Económicas.
Si bien es cierto que el mercado de Estados Unidos registra un periodo de desaceleración, pues aún no tiene decrecimiento, ella coincide con diversos investigadores e incluso instituciones financieras nacionales y expertos reunidos en el Foro Económico Mundial que se realiza en Davos, Suiza, quienes señalaron una inminente recesión para los próximos meses.
Esta perspectiva, advierte Rodríguez, modifica la actuación de los actores económicos, por lo cual puede agravarse la situación: “Los actores económicos han visto que el problema en el sector hipotecario es complicado, porque el consumo registró en diciembre pasado los niveles más bajos y los productores deciden no invertir o, al menos, disminuir la producción. Al final del proceso, se generan incluso problemas de financiamiento”.

Desde Davos, con temor

En el Foro Económico Mundial, por cierto, las voces que alertan sobre la cercana recesión en el vecino país del norte fueron muchas y muy importantes.
El propio gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez —quien participó en el evento—, consideró que la recesión ya está presente, al señalar que “la actual recesión (en Estados Unidos) será mucho peor que la de 1991; y si no me creen, lo veremos en seis meses”.
Ortiz Martínez aludió así, según los expertos, a “la recesión de ocho meses que terminó a comienzos de 1991, cuando la economía estadunidense se vio afectada por un bajón en el mercado inmobiliario y problemas de crédito (como ahora sucede) y, entre su punto más alto y más bajo, el pib se contrajo 1.3% y el gasto de los consumidores decayó”.
Con el gobernador del Banco de México coincidió, por ejemplo, el economista David Rosenberg, de la correduría Merrill Lynch, quien estimó que “la crisis inmobiliaria actual es peor y la consiguiente crisis financiera mucho más severa que la de inicios de los años noventa”.
De hecho, según el consultor, “la recesión en el mercado inmobiliario se ha extendido al resto de la economía (estadunidense), y ahora esperamos una contracción absoluta de la actividad económica en los primeros tres cuartos de 2008. Esta pérdida será liderada por el (menor) gasto de los consumidores”.
Para Rosenberg, el problema en el sector vivienda, que detonó la crisis, se prolongará más allá de este año, pues prevé que los precios de las viviendas en Estados Unidos registrarán una reducción de 15% en 2008 y de 10% en 2009.
Asimismo, Rosenberg vaticinó que habrá “pérdidas de empleo en un rango de 2.5 millones, cerca de lo que vimos en la última recesión. Esto empujará la tasa de desempleo a 5.75% a finales de 2008 y hasta 6% a principios de 2009”.
De esta forma, advirtió el experto, “el creciente desempleo, depreciaciones inmobiliarias combinadas con el desplome accionario y la falta de participación de los baby boomers por primera vez en tres décadas, resultarán en la peor recesión al consumo desde 1980”.
Como el analista de Merrill Lynch piensan casi todos los participantes en la reunión de Davos, donde el pesimismo permea entre virtualmente todos los líderes políticos y económicos del mundo, ante el fantasma de una recesión globalizada.
Pero la incertidumbre es mayor entre los empresarios estadunidenses: según una encuesta de la consultora Pricewaterhouse Coopers, casi 65% de ellos contestó no tener certeza de si podrá mantener sus ingresos en los próximos doce meses.
Y es que, para echar leña al fuego, el ex presidente de la Reserva Federal estadunidense, Alan Greenspan, advirtió que “Estados Unidos está al borde o ya está sobre la recesión”, mientras el multimillonario George Soros dijo a su vez que el mundo enfrenta “una situación mucho más seria que cualquier otra crisis financiera desde finales de la Segunda Guerra Mundial”, debido sobre todo a que durante los últimos años los políticos se han guiado por “malentendidos básicos” originados por lo que denominó “el fundamentalismo del mercado”: la creencia de que los mercados financieros tienden a actuar hacia el equilibrio.
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional (fmi) alertó que “la ralentización económica mundial es inevitable” este año y “predominarán los riesgos a la baja” del crecimiento, según el vocero del organismo, Masood Ahmed.
El funcionario señaló que la caída de las bolsas en los últimos días “ha enfatizado el peso que la turbulencia financiera actual en los mercados supone para las perspectivas económicas mundiales” y advirtió que “el proceso para restablecer la estabilidad financiera en los mercados será complejo y largo”.
En cuanto a México, el economista en jefe de jp Morgan, Steven Roach, advirtió durante las reuniones en el Foro Económico Mundial que “mis buenos amigos mexicanos tendrán un gran problema con la desaceleración en Estados Unidos”.
También desde Davos el secretario general de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (ocde), José Ángel Gurría, estimó que México no debe tener miedo ante la situación económica en Estados Unidos, pero admitió que la crisis tendrá efectos sobre nuestras finanzas.
“¿Cuánto afectará a México? Pues depende de qué tan diversificados estemos; qué tipo de productos estemos haciendo; qué tan fuerte sea nuestro propio consumo e inversión interna…”, contestó el mexicano.
El titular de la ocde añadió que México, y en general América Latina, está “mejor preparado que nunca ante una recesión, porque se fortaleció en lo fiscal, en el tema de la deuda, y realizó algunos cambios estructurales”.

Efecto dominó

Pero lejos del optimismo oficial que presume fortaleza, la economía mexicana se ha visto afectada desde el momento mismo en que importantes instituciones bancarias como Citigroup, Merrill Lynch y jp Morgan comenzaron a registrar pérdidas debido a la crisis hipotecaria en Estados Unidos, porque diversas instituciones bancarias que operan en México son subsidiarias de los grandes corporativos estadunidenses, como es el caso de Banamex.
Y esto, explica Alicia Girón González, también investigadora del iie, provoca el retiro de recursos del mercado mexicano para subsanar los problemas en la nación norteamericana.
Cuando se habla de la desaceleración, así como de la cercana recesión en Estados Unidos, los efectos inmediatos se dan en el sector bursátil internacional, como sucedió la semana pasada en la Bolsa Mexicana de Valores, debido a que las acciones de las principales empresas mexicanas cotizan en Wall Street, donde se marca la tendencia.
Así, si Wall Street cae, el mismo comportamiento se registra en México “pero a mayor escala”.

Más impactos sociales en México

Después del bursátil, el siguiente rubro que sufre los embates de la disminución del crecimiento en la economía estadunidense es el empleo en el sector de la construcción y, como consecuencia, el nivel de remesas enviadas a México: la parálisis en el sector hipotecario provoca una parálisis tanto en la construcción como en la compra venta de casas usadas, lo que impacta directamente en los ingresos de los migrantes que se emplean en ambos sectores y que dejan de percibir ingresos, por lo que se ven impedidos para enviar dólares a México.
Otra buena parte de los migrantes ve también amenazado su ingreso y, en el mejor de los casos, decide disminuir o ahorrar el total de sus salarios.
Y esta disminución en el envío de remesas, comenta el profesor Juan María Alponte, se traducirá también en graves problemas económicos para las familias de migrantes mexicanos que, en diversas regiones de nuestro país, subsisten sólo gracias al dinero que reciben de sus parientes en Estados Unidos.
Lo cual podría traducirse, advierte, en mayores índices de violencia y delincuencia organizada en esas regiones de México.
Por su parte, Alicia Girón, también economista con posgrado en Estudios Latinoamericanos, explica que la pérdida de empleos en el sector de la construcción impacta negativamente en otras industrias como la del acero, cemento, los insumos para la construcción y, por lo tanto, la mano de obra. Situación que obliga a muchos de los connacionales a regresar a sus comunidades e integrarse a las largas filas de desempleados, con lo que se enciende un foco rojo en la economía mexicana.
Otro de los sectores en los que los mexicanos se emplean en la nación norteamericana son los servicios, donde también se ven riesgos debido a que al disminuir el consumo, hay menor demanda de servicios y por tanto menos oportunidades de empleo, generándose el círculo vicioso que provoca la disminución en el envío de remesas.
El ingreso de muchas familias, y por tanto su nivel de vida, se verá entonces disminuido, lo cual también significa menor demanda al interior del país y, por ende, menor incentivo para invertir y producir.
Así, el recorte de miles de empleos en Estados Unidos en el sector bursátil, automotriz e hipotecario, entre otros, impacta de manera directa en la economía mexicana, cuyas familias reciben 14 mil millones de dólares anuales de parientes en Estados Unidos.
Rodríguez López afirma que el tipo de cambio también se ve afectado porque México, como muchos otros países, tiene sus reservas en dólares, lo que ocasiona que al disminuir el valor de dicha moneda disminuya también el del peso mexicano.
Debido a la gran dependencia de la economía mexicana hacia la estadunidense, diversos cálculos de analistas nacionales, internacionales e incluso de la Organización de las Naciones Unidas muestran poco optimismo al calcular el crecimiento para México en 2008, pues lo colocan entre uno y 2.7%, lo que representa una cifra muy inferior a 5% que se requiere para generar los empleos demandados anualmente, explica la especialista.
Por eso es fácil concluir que el nivel de desempleo en el país continuará incrementándose, con lo que también se agravarán muchos problemas sociales.

Rectificar

Aunque Rodríguez reconoce que el presidente Felipe Calderón ha actuado de manera políticamente correcta al tratar de tranquilizar a los inversionistas descartando serios problemas como consecuencia de la crisis económica estadunidense, rechaza de manera tajante que la economía mexicana esté lo suficientemente fortalecida como para no sufrir repercusiones.
La investigadora señala que para impulsar la inversión en México es necesario que el gobierno federal tome el control de las tasas de interés, para garantizar una mejor distribución del crédito entre los sectores productivos.
De disminuir las tasas de interés, se lograría fortalecer el mercado interno, con lo que se disminuiría la dependencia económica del extranjero, principalmente de Estados Unidos.
Con mayor financiamiento al sector productivo y fortaleza del Estado para proteger la producción interna se tendrían mejores condiciones productivas y, por tanto, mayor crecimiento.
Sin embargo, lejos de esta actitud recomendada por la investigadora, el Banco de México anunció que mantendrá la tasa de interés de fondeo en 7.5 por ciento.
Tampoco se observan indicios de que se pretenda establecer políticas activas y de fomento a los sectores más fuertes de la economía mexicana, aquellos en los que México tiene experiencia y capacidad de producción, para salvaguardar las fuentes generadoras de riqueza.
En este sentido, los analistas coinciden en que el gobierno mexicano debería adoptar medidas similares a las que ya empiezan a aplicar otros países, como bajar impuestos y otorgar estímulos fiscales a empresas y productores.
Y si bien esto no es difícil, pues “sólo se requiere enfocar políticas industriales y del sector financiero para tratar de vincular los apoyos económicos”, lo cierto es que las cosas en el país han cambiado debido a la crisis económica en Estados Unidos: lo que se podía hacer antes, ahora ya no se puede, por lo que deberán recortarse importantes inversiones y postergarse muchos grandes proyectos.
Por eso, coincide Mario de Costanzo, hoy lo principal es cuidar el empleo y las fuentes de riqueza, lo cual demanda necesariamente una disminución de impuestos, al contrario del alza que se decidió recientemente en el presupuesto 2008: el Ejecutivo y el Congreso deben rectificar el camino… o quedar como responsables de un desastre de magnitud impredecible.

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