El intento del clero capitalino por ayudar políticamente al gobierno de facto de Felipe Calderón con una provocación al pueblo está terminando por revertirse contra quienes lo urdieron, al plantear de nuevo la cuestión de las relaciones Estado-Iglesia.
1. El repique prolongado de las campanas de la Catedral Metropolitana el domingo 18 de noviembre no constituyó un llamado ordinario a misa, como lo han pretendido hacer creer –sin argumentos– representantes de la arquidiócesis, sino un acto premeditado de la mitra para sabotear la tercera reunión de la Convención Nacional Democrática (CND), reunida en la Plaza de la Constitución, buscando provocar la reacción de los asistentes que habían llegado de muy lejos para respaldar una vez más a Andrés Manuel López Obrador y a la CND, y distraer la atención del objetivo de la reunión que era plantear la defensa de la industria petrolera nacional ante la pretensión oficial de entregarla al capital extranjero.
2. Los 12 minutos de campanazos fuera de las normas litúrgicas y de las reglas de sensatez y de cordura que se imponían, dada la concentración de cientos de miles de personas que atendían con respeto un acto cívico anunciado desde meses atrás, no es accidental, como argumenta el alto clero, y no puede entenderse si no mediara una acción planeada y concertada de algunos prelados con el gobierno ilegítimo de Calderón, como se vio al cerrar la curia la Catedral, en una nueva acción irresponsable, en respuesta a la indignación de los grupos que penetraron al templo, sin importarle a la jerarquía hacer aparecer el fantasma de lo ocurrido en 1927.
3. La acusación venal de algunos clérigos y del abogado de la mitra contra Rosario Ibarra por haber supuestamente azuzado a la gente ha quedado desmentida y sólo ha servido para que se evidencie aún más la connivencia del arzobispo Norberto Rivera con Felipe Calderón, ayudándolo en el fraude de 2006 para pasarle después una costosa factura de nuevos privilegios en materia económica, educativa y política, todo en el marco de la “santa alianza” existente desde 2000 entre el PAN y diversos altos dignatarios de la Iglesia, lo que ha permitido a unos y otros obtener importantes beneficios personales con esos actos ilícitos de tráfico de influencias.
4. El arzobispo Norberto Rivera y los otros líderes religiosos que lo secundan olvidan que una jerarquía eclesiástica no constituye “una Iglesia”, e ignoran que el desprestigio en el que se están hundiendo sectores del alto clero católico por sus actos de corrupción es irreversible.
5. La jerarquía católica tiene en México una historia oscura, marcada por su papel durante los primeros años de la Independencia, en que habiendo heredado todo su poderío colonial teníamos en el país, según palabras de Jesús Reyes Heroles, “una Iglesia que era Estado y un Estado que era Iglesia”, pues ésta era dueña de los capitales y del territorio nacional, tenía el monopolio de la educación y de los hospitales, ejercía funciones de registro civil y legitimaba a los gobiernos, hasta que en la Reforma se le puso un alto. Los altos jerarcas católicos se opusieron a la Independencia, excomulgaron y ejecutaron a Hidalgo y Morelos, bendijeron a los ejércitos estadunidenses que invadieron México y apoyaron a Maximiliano, se opusieron a la Revolución Mexicana. Ahora apoyaron el fraude de 2006 y se hallan en estrecho contubernio con el gobierno usurpador panista.
6. El tráfico de influencias entre panistas y miembros de la Iglesia está ahora lesionando gravemente los intereses del país. Vicente Fox solicitó a jerarcas católicos recursos y apoyo logístico en 2000 y más tarde su intercesión para que el Papa divorciara a Marta Sahagún, en franca violación al derecho canónico. A cambio de eso les concedió privilegios fiscales y educativos y desvió recursos públicos a sus negocios. Calderón les pidió a su vez ayuda activa para imponerse por la vía del fraude en 2006 y después para seguir luchando contra el PRD; ahora está entregándoles todo lo que le exigen.
7. La restauración del antiguo poderío de la Iglesia resulta ya imposible en el siglo XXI, pero la miopía de los prelados les impide darse cuenta de adónde los llevan sus acciones ilegales. El entendimiento mafioso entre los miembros más corruptos de la jerarquía católica y los sectores derechistas de la “clase política” está tornándose contra muchos de éstos, hundidos en el desprestigio, pero también contra la propia Iglesia, que ha visto menguada de manera significativa su implantación en México.
8. ¿No acaso el público otorga fuerte rechifla a Norberto cuando aparece en la pantalla junto a Carlos Salinas de Gortari, bendiciendo un negocio suyo en una escena de la cinta Fraude... de Luis Mandoki?
9. La Iglesia católica española pidió perdón hace unos días al pueblo de España por haber apoyado al régimen franquista y avalado las ejecuciones sumarias de cientos de miles de republicanos, en un acto que fue juzgado insuficiente, según informaron ABC y El País. ¿Cuántos lustros habrán de pasar para que la Iglesia mexicana, en manos de prelados que en su mayor parte son personajes indignos, pida perdón al pueblo de México por estar apoyando al gobierno usurpador de Felipe Calderón y a la derecha rapaz que está entregando las riquezas nacionales al capital extranjero?
10. El tañido de las campanas catedralicias del domingo 18 para sabotear un acto republicano y provocar al pueblo –que lejos de cumplir su objetivo de afectar a López Obrador y a la CND, ha logrando que se discuta el contubernio ilícito de Calderón con miembros de la Iglesia– debe abrir un debate serio sobre las relaciones Estado-Iglesia que no pueden seguir en ese nivel de corrupción.
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