Pocos, en realidad fueron los testigos presenciales de la tragedia del Cerro de las Campanas, ya que se impidió que el pueblo asistiera a la ejecución el 19 de junio de 1867. El famoso cuadro de Edouard Manet que ilustra el fusilamiento, es solo una alegoría: no hubo, tras los condenados, una barda por encima de la cual asomaran las cabezas la gente, ni Maximiliano tenia el sombrero puesto, ni estaba en el centro, ni los soldados eran tan bien plantados y tan uniformes en su estatura como quiso imaginarlos el pintor francés o lo hubiera deseado el mismo Maximiliano: los ocho hombres, incluido el oficial que dio las ordenes, eran de todos los colores, fachas y tamaños. Aparte del cuadro de Manet, en el Salón de 1868 de Paris, abundaron las pinturas mas absurdas sobre el fusilamiento de Maximiliano ya que los artistas dieron rienda suelta a su imaginación. Toda una iconografía se agrego a aquellos cuadros y telas mejor documentadas sobre la Intervención y el Imperio, a cargo de artistas como Jean Adolphe Beauce, Félix Chilippoteaux, Charles Dominique Lahalle y otros muchos que a su vez se añadieron a los documentos gráficos sobre la Guerra de los Pasteles del 38 y la toma de San Juan de Ulua, así como material fotográfico. Véase Fernando del Paso, Noticias del Imperio, Diana Literaria (1988), p. 587.
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