Por: Laura M. López Murillo
En algún lugar de la Enciclopedia Humana, en el tomo del lenguaje, donde se compendian todos los accidentes de la gramática, existe un desglose inusual y parsimonioso que establece los nexos entre las palabras y el raciocinio; y ahí, se describen las ofensas al intelecto y las aberraciones cometidas en el nombre del lenguaje…
Por los caprichos de la cátedra, la gramática se ha confinado injustamente en los diccionarios; por tradición, cuatro capas de polvo de gis cubrían todas sus reglas; y no existía ningún puente entre los enunciados y el orden de las ideas, hasta que un buen día, Noam Chomsky descubrió que la gramática es la capacidad para entender expresiones y emitirlas.
La aportación de Chomsky trasciende el ámbito de la lingüística, porque el nexo entre el lenguaje y el pensamiento es, hoy por hoy, un indicador infalible de las aberraciones expresadas socialmente. El ejemplo por excelencia de la desarticulación entre la lógica y las palabras reside en el lenguaje político.
Por un nefando artificio, los significados se distorsionan, y así, como resultado del oscurantismo que predomina en los procesos legislativos, existen disposiciones y prácticas dentro del marco de la legalidad que bien podrían equipararse con delitos. Vgrs: en un rubro denominado “eventos de diciembre” se contabilizaron los apoyos económicos extraordinarios que la Secretaría de Desarrollo Social de Baja California otorgó sin justificación razonable a diputados locales y federales.
A fines del año pasado, la Secretaría de Desarrollo Social del Estado otorgó a cada legislador cien mil pesos, bajo el concepto de “pago de otras ayudas” o “apoyo de gastos por comprobar por evento de diciembre”. Se supone que los diputados utilizarían ese dinero para hacer fiestas en sus respectivos distritos.
En este mecanismo, la gramática pierde su raíz lógica y las denominaciones legales vulneran las estructuras del pensamiento humano. Por eso, los “apoyos” que se entregaron nunca fueron requeridos ni solicitados, tampoco se han comprobado ni el monto ni el destino de esos recursos, ni habrá sanción alguna, porque de acuerdo con la legislación vigente, nadie tiene esas atribuciones, además, no existen disposiciones que regulen este tipo de prebendas.
Ni siquiera se han tipificado los móviles de esta irregularidad. De las declaraciones de los legisladores implicados, se desprende toda una gama de significados para el “evento de diciembre”: puede ser una donación de enseres y utensilios a los ciudadanos, o tropecientos regalos navideños, o su equivalente en pavos y en piñatas. Dicen los que saben, que el “evento de diciembre” es una erogación en especie para gratificar a los electores por su apoyo en las urnas; y algunos escépticos aseguran que es la manifestación del principio elemental de la política: “atáscate ahora que hay lodo”.
Me queda claro, que el ámbito político es propicio para toda clase de aberraciones, y que las tergiversaciones del lenguaje trascienden el territorio de la gramática para distorsionar significados y condicionar idiosincrasias.
Por el impacto de los eufemismos, sinónimos y homónimos, las cosas adquieren características distintas bajo una denominación que encubre su verdadera naturaleza; es por eso que en la política, las cosas no se llaman por su nombre sino por lo que se quiere que parezca. Así, con expresiones legaloides, es posible suavizar la vulgaridad de las prácticas políticas.
Pero el rasgo distintivo de las aberraciones gramaticales en la política, es la presunción de credibilidad. Con el camuflaje del lenguaje pretenden engañar a la ciudadanía y manipular la opinión pública, suponen que influyen en la mentalidad al incrustar su versión de los hechos en el rango de las verdades absolutas.
Las aberraciones que corrompen el lenguaje, se manifiestan a través de la instauración y difusión de palabrejas y grandilocuencias, cuya intención es proveer de un medio de expresión a la politiquería de acuerdo con los hábitos mentales propios de los devotos del poder; pero lo más pernicioso, es que también pretenden imposibilitar otras formas de pensamiento y disminuir el área pública del raciocinio.
Por eso, pretenden equiparar definiciones y uniformar criterios; el resultado de esta ecuación será una nueva significancia que permitirá asimilar conceptos contradictorios. Vgrs: Una factura de un restaurante de lujo deberá entenderse como un festejo navideño en algún distrito electoral perdido en la inmensidad de la ignominia.
Suponen que la flagelación consuetudinaria al lenguaje lesionará, tarde o temprano, al inconsciente colectivo. Sólo así se explican todos los yerros, deliberados o involuntarios, que se cometen a diario en la clase política. Es por eso que los políticos confunden con ingenuidad y aceptación lo que realmente es apatía y rechazo de la ciudadanía.
Pero, afortunadamente, aún somos inmunes a la sentencia de Huxley y una mentira dicha mil veces sigue siendo una mentira y cada vez que se argumenta una falsedad provoca el repudio y el escarnio popular.
La sabiduría popular es el inexpugnable bastión del pensamiento; la conciencia ciudadana reside en un vasto territorio que no ha sido contaminado por las impertinencias de la clase política, donde aún son claros y evidentes los nexos entre las palabras y el raciocinio; por eso ahí, se anulan todas las ofensas al intelecto y las aberraciones cometidas en el nombre del lenguaje…
En algún lugar de la Enciclopedia Humana, en el tomo del lenguaje, donde se compendian todos los accidentes de la gramática, existe un desglose inusual y parsimonioso que establece los nexos entre las palabras y el raciocinio; y ahí, se describen las ofensas al intelecto y las aberraciones cometidas en el nombre del lenguaje…
Por los caprichos de la cátedra, la gramática se ha confinado injustamente en los diccionarios; por tradición, cuatro capas de polvo de gis cubrían todas sus reglas; y no existía ningún puente entre los enunciados y el orden de las ideas, hasta que un buen día, Noam Chomsky descubrió que la gramática es la capacidad para entender expresiones y emitirlas.
La aportación de Chomsky trasciende el ámbito de la lingüística, porque el nexo entre el lenguaje y el pensamiento es, hoy por hoy, un indicador infalible de las aberraciones expresadas socialmente. El ejemplo por excelencia de la desarticulación entre la lógica y las palabras reside en el lenguaje político.
Por un nefando artificio, los significados se distorsionan, y así, como resultado del oscurantismo que predomina en los procesos legislativos, existen disposiciones y prácticas dentro del marco de la legalidad que bien podrían equipararse con delitos. Vgrs: en un rubro denominado “eventos de diciembre” se contabilizaron los apoyos económicos extraordinarios que la Secretaría de Desarrollo Social de Baja California otorgó sin justificación razonable a diputados locales y federales.
A fines del año pasado, la Secretaría de Desarrollo Social del Estado otorgó a cada legislador cien mil pesos, bajo el concepto de “pago de otras ayudas” o “apoyo de gastos por comprobar por evento de diciembre”. Se supone que los diputados utilizarían ese dinero para hacer fiestas en sus respectivos distritos.
En este mecanismo, la gramática pierde su raíz lógica y las denominaciones legales vulneran las estructuras del pensamiento humano. Por eso, los “apoyos” que se entregaron nunca fueron requeridos ni solicitados, tampoco se han comprobado ni el monto ni el destino de esos recursos, ni habrá sanción alguna, porque de acuerdo con la legislación vigente, nadie tiene esas atribuciones, además, no existen disposiciones que regulen este tipo de prebendas.
Ni siquiera se han tipificado los móviles de esta irregularidad. De las declaraciones de los legisladores implicados, se desprende toda una gama de significados para el “evento de diciembre”: puede ser una donación de enseres y utensilios a los ciudadanos, o tropecientos regalos navideños, o su equivalente en pavos y en piñatas. Dicen los que saben, que el “evento de diciembre” es una erogación en especie para gratificar a los electores por su apoyo en las urnas; y algunos escépticos aseguran que es la manifestación del principio elemental de la política: “atáscate ahora que hay lodo”.
Me queda claro, que el ámbito político es propicio para toda clase de aberraciones, y que las tergiversaciones del lenguaje trascienden el territorio de la gramática para distorsionar significados y condicionar idiosincrasias.
Por el impacto de los eufemismos, sinónimos y homónimos, las cosas adquieren características distintas bajo una denominación que encubre su verdadera naturaleza; es por eso que en la política, las cosas no se llaman por su nombre sino por lo que se quiere que parezca. Así, con expresiones legaloides, es posible suavizar la vulgaridad de las prácticas políticas.
Pero el rasgo distintivo de las aberraciones gramaticales en la política, es la presunción de credibilidad. Con el camuflaje del lenguaje pretenden engañar a la ciudadanía y manipular la opinión pública, suponen que influyen en la mentalidad al incrustar su versión de los hechos en el rango de las verdades absolutas.
Las aberraciones que corrompen el lenguaje, se manifiestan a través de la instauración y difusión de palabrejas y grandilocuencias, cuya intención es proveer de un medio de expresión a la politiquería de acuerdo con los hábitos mentales propios de los devotos del poder; pero lo más pernicioso, es que también pretenden imposibilitar otras formas de pensamiento y disminuir el área pública del raciocinio.
Por eso, pretenden equiparar definiciones y uniformar criterios; el resultado de esta ecuación será una nueva significancia que permitirá asimilar conceptos contradictorios. Vgrs: Una factura de un restaurante de lujo deberá entenderse como un festejo navideño en algún distrito electoral perdido en la inmensidad de la ignominia.
Suponen que la flagelación consuetudinaria al lenguaje lesionará, tarde o temprano, al inconsciente colectivo. Sólo así se explican todos los yerros, deliberados o involuntarios, que se cometen a diario en la clase política. Es por eso que los políticos confunden con ingenuidad y aceptación lo que realmente es apatía y rechazo de la ciudadanía.
Pero, afortunadamente, aún somos inmunes a la sentencia de Huxley y una mentira dicha mil veces sigue siendo una mentira y cada vez que se argumenta una falsedad provoca el repudio y el escarnio popular.
La sabiduría popular es el inexpugnable bastión del pensamiento; la conciencia ciudadana reside en un vasto territorio que no ha sido contaminado por las impertinencias de la clase política, donde aún son claros y evidentes los nexos entre las palabras y el raciocinio; por eso ahí, se anulan todas las ofensas al intelecto y las aberraciones cometidas en el nombre del lenguaje…
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