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29 octubre 2007

LUCAS 19, 1-10 / ZAQUEO, EL RECAUDADOR DE IMPUESTOS

El Evangelio (Leccionario Domingo 4-11-2007)

1 Habiendo entrado Jesús en Jericó, y mientras caminaba por sus calles, 2 un jefe de los publicanos llamado Zaqueo, muy rico por cierto, 3 trataba de verle. Pero era un hombre que, a causa de su pequeña estatura, no alcanzaba a mirar por encima de los hombros de los demás, 4 por lo cual decidió correr a un sicómoro que había allí y encaramarse a una rama para poder ver a Jesús. 5 Y cuando Jesús llegó a aquel punto, miró a Zaqueo y lo llamó por su propio nombre: ¡Zaqueo, baja de prisa! Hoy quiero quedarme en tu casa. 6 Zaqueo bajó en seguida del árbol, y lleno de alegría recibió en su casa a Jesús. 7 Pero esto no agradó a quienes presenciaron la escena, que pronto empezaron a murmurar: ¡Ha ido a quedarse en casa de un pecador! 8 Entre tanto, de pie ante el Señor, Zaqueo le decía: Señor, voy a repartir la mitad de mis bienes entre los pobres; y si en algo he defraudado a alguna persona, se lo devolveré multiplicado por cuatro. 9 Jesús le dijo: No hay duda de que hoy ha llegado la salvación a esta casa; y no debemos olvidar que también Zaqueo es un verdadero descendiente de Abraham, 10 y que precisamente el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que se había perdido.

Lucas hace gala en esta ocasión de una técnica narrativa nada habitual en él. La habitual desnudez informativa deja paso a una exuberancia de datos locales y personales. Nombre de la ciudad; nombre del personaje; profesión; situación económica; estatura.

Estos datos, sin embargo, no obedecen a imperativos de curiosidad. Todos ellos, por el contrario, desempeñan una función dentro del relato.

La profesión de Zaqueo en un núcleo urbano de la importancia de Jericó y la más que desahogada situación económica que tenían explican su decisión ética-económica del final del relato. A este respecto es importante saber que la recaudación de impuestos era en Palestina un asunto de particulares judíos, quienes compraban en subasta al mejor postor el derecho de recaudar los impuestos que Roma determinaba. Esta peculiar forma de fisco encarecía sobremanera unos impuestos ya de por sí gravosos, puesto que al importe del impuesto exigido por Roma había que añadir el importe del propio negocio del recaudador.

En ocasiones, este último importe superaba con creces al romano. De ahí la animadversión de los recaudadores entre el pueblo y su equiparación con los pecadores públicos. En el caso de Zaqueo la cosa se agravaba todavía más por tratarse de un "capo" fiscal.

En contraste, por otro lado, con la gente, Zaqueo no puede ver a Jesús. Lucas expresa este contraste mediante la estatura de Zaqueo. Un poco más adelante, volvemos a encontrar a la gente y a Zaqueo en contraste: mientras todos tildan a Zaqueo se revela al final con una estatura moral que la gente no tiene. En el conjunto, el dato sobre la estatura física parece desempeñar una función irónica.

En la perspectiva de camino un personaje marginado y religiosamente atípico es una vez más el vehículo docente elegido por Lucas. El trazado cristiano que propone este autor tiene estas ironías, por encima de juicios de valor y de convencionalismos.

El caminante cristiano manifiesta su talla humana dentro, desde su capacidad para discernir sus propias sombras y desde su decidida voluntad para proyectar luz sobre ellas. Una de estas sombras es el ansia de dinero. No es nueva esta temática en el tercer evangelio. El hecho de que su autor vuelva a incidir en ella es un claro indicio de que la consideraba importante y preocupante. La experiencia demuestra que el ansia de dinero es, en efecto, algo demasiado indómito y demasiado arraigado en los humanos. Antes de su encuentro con Jesús, Zaqueo es un fiel exponente de esa ansia, caracterizada por el olfato y la habilidad para los negocios, pero en la que la talla humana brilla por su ausencia.

Para entender el evangelio que nos habla de Zaqueo es necesario que anotemos previamente estos detalles. a) El ciego del camino es pobre y no tiene que dejar nada externo cuando quiere seguir a JC (18. 35-43); pues bien, si el convertido es el rico, ¿cómo comportarse con sus bienes? b) Sabemos que los publicanos han recibido el perdón de Jesús. ¿Qué ha implicado ese perdón respecto a su fortuna mal adquirida? A estas dos preguntas responde la escena de Zaqueo. En ella descubrimos lo que la gracia de Jesús exige a un hombre rico. (...).

"Hoy ha sido la salvación de esta casa". Zaqueo ha dado a su familia lo mejor que puede darle, el sentido de la justicia, la honradez humana, un amor abierto hacia los otros. Aunque debemos suponer que sus hijos han salido económicamente perjudicados debemos añadir que Zaqueo les ha dejado la mejor de todas las herencias. Por eso puede afirmarse que en su casa (su familia) ha entrado la salvación de Dios y Jesús mismo se encuentra dentro de ella. De una forma general y un poco acomodaticia podríamos añadir que es verdadera casa de Jesús aquella donde el padre (y la familia en conjunto) cumple la exigencia que está representada y resumida en Zaqueo, el viejo y publicano.

La salvación cristiana implica unas consecuencias sociales y económicas. Quizá Zaqueo ha tenido que dejar su viejo oficio; evidentemente ha perdido su dinero; pero ha encontrado la justicia (restitución) y el amor (reparte sus bienes). Desde un punto de vista auténticamente humano bien merece la pena lo que pierde por aquello que ha ganado. Sería ingenuo trasladar a nuestros días los detalles de la conversión de Zaqueo; es distinta la situación social, son diferentes nuestros tiempos.

Sin embargo, podemos asegurar que allí donde el mensaje de Jesús no repercute en la manera de emplear los bienes ha perdido toda su exigencia y su promesa.

"El hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaban perdido". No he venido a llamar a justos, sino a pecadores". Examinaos cuidadosamente si sois "justos". En este caso no he venido para vosotros. Si queréis que vaya a vuestro encuentro, reconoced que sois pecadores.

Hay que sentirse pequeño de estatura para descubrir a Jesús, para conseguir que se descubra a nosotros.

Oye por la gente que viene Jesús, pero la gente le impide ver a Jesús. Nuestra fe en Jesucristo es mediata, es más una fe en la Iglesia que nos habla de Jesucristo. Pero ¿quién de nosotros ha descubierto a Jesucristo como salvador personal? ¿Quién hace un esfuerzo para subirse a lo altozanos que hay en la Iglesia, para descubrir personalmente al Salvador?
A. Benito Comentarios a la Biblia Litúrgica NT

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