Con la Bomba que Estalló en Insurgentes
Por Enrique Cisneros
Con todo el respeto que nos merece el pueblo colombiano y sus organizaciones sociales y revolucionarias, utilizamos el término colombianizacion para recordar que en más de una ocasión insistimos en que la política del gobierno de “declararle la guerra al narco”, tan sólo conduciría a que se repitiera el guión de lo que ya sucedió en Colombia: no disminuyó el poder de los narcotraficantes y se desató una violencia terrible, que afecta principalmente a los ciudadanos.
Además, con el pretexto de luchar contra el narcotráfico los gobernantes colombianos reprimen impunemente al pueblo, sobre todo a los que se han organizado contra los gobiernos de derecha, que han entregado Colombia a los imperialistas, en especial a los norteamericanos.
A toda esta estrategia de aniquilación en Colombia los yanquis le llamaron Plan Colombia; en México, Calderón acaba de firmar una versión local que es el Plan Mérida.
En Colombia se demostró que por más que se detengan cargamentos de drogas o a dirigentes de los llamados cárteles, ese fenómeno no disminuye y las razones son muy sencillas: es de tal magnitud el negocio, que cuando cae un capo, hay otros, decenas, preparados y dispuestos a ocupar su puesto. Es más, las guerras entre los cárteles son para eliminar al capo en turno, para que su lugar lo ocupe otro. Por otra parte, es evidente la confabulación entre narcotraficantes y autoridades, que también reciben su tajada en el negocio.
Ante la guerra calderonista, los narcos le están respondiendo con fuego al gobierno, pasando a una etapa distinta al detonar bombas en el mismo corazón de la Ciudad de México, sin importar que mueran inocentes. Esto será de ahora en adelante un método que utilizará y al que todo ciudadano está expuesto.
Tampoco es casual que todo esto se da en momentos en que Felipe Calderón revela que avanza la privatización de PEMEX. Tan sólo ayer informó que Petróleos Mexicanos "licitará contratos de largo plazo para el suministro de materia prima para la industria nacional, concretamente etanol y gasolinas naturales" y agregó, que esto permitirá "el desarrollo de una planta que producirá un millón de toneladas de derivados de etileno". Desde luego que será una inversión privada “de mil millones de dólares para la planta, más 700 millones en derivados", según dijo cínicamente Calderón.
Pero no sólo es en PEMEX donde el gobierno quiere pasar por sobre de a voluntad popular: ya se anunció que se construirá el aeropuerto en Atenco y esperan que en estos días se cambie la Constitución para que el ejército y la policía puedan accionar impunemente contra cualquier ciudadano u organización, como en Colombia.
Atrás del bombazo viene la militarización de la capital y la generación de conflictos políticos, sociales y ecológicos, como, por ejemplo, los que se darían si se hace el aeropuerto en Atenco.
Además, no hay que olvidar que muchas organizaciones, incluyendo el Diálogo Nacional, la Convención Nacional Democrática y el Sindicato Mexicano de Electricistas están llamando a defender los energéticos como patrimonio de la nación lo que necesariamente llevará a levantamientos sociales en diversas partes del país.
Por estas y muchas otras razones, el gobierno ha inventado su “guerra contra el narcotráfico” sin importarle que se desate esa escalada de violencia que afectará a sectores importantes del pueblo.
Pero ¿Qué hacer ante esto? Lo peor es cruzarse de brazos, esperando que la violencia no le llegue a nuestros seres queridos. La única salida es la acción política organizada para acabar con este sistema que genera lacras como el narcotráfico. Sólo en sistemas distintos como el cubano, no existen este tipo de flagelos.
A las pruebas nos remitimos.
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