Por Eduardo Ibarra Aguirre
El caballo negro en la precampaña panista de 2005, Alberto Cárdenas Jiménez , arrinconado por la impugnación social como titular de la Secretaría de Agricultura, autor del Análisis y perspectivas del jabón de lavandería y detergente , envió un mensaje tan patético a los 5 millones de campesinos minifundistas temporaleros, que se lo comparto:
“Nos pusimos a dieta y fuimos al gimnasio, nos pusimos en forma para ser el proveedor número uno de Estados Unidos en fruta ( sic ), hortalizas y verduras. Nos hemos convertido en el décimotercer país del mundo en la producción y exportación de alimentos”.
Seguramente los 200 mil grandes empresarios del campo que cultivan alrededor de 10 por ciento de la tierra agrícola, generan 60 por ciento del valor total de la producción agropecuaria, frecuentemente asociados a trasnacionales y beneficiarios del capítulo agropecuario del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, se ponen a dieta, van al gimnasio y juegan golf en “el exitoso campo mexicano” de Lorena Ochoa .
Sólo la ineptitud y la insensibilidad políticas del jalisciense, pueden explicar tanta soberbia y tontería juntas, sobre todo cuando Felipe de Jesús Calderón Hinojosa ya ordenó sustituirlo como la voz cantante en las reuniones con los dirigentes y representantes de la movilización del 31 de enero, porque fue rechazado e ignorado por éstos.
Pero el remedio resultó peor que la enfermedad. El michoacano sustituyó al de la Sagarpa con Javier Lozano Alarcón , rijoso secretario del Trabajo que no dudó en tomar partido abiertamente a favor del poderoso consorcio minero Grupo México, de Germán Larrea Mota-Velasco , en su disputa con el Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, al punto de convertir en asuntos penales las reivindicaciones laborales.
Este par de perlas no son la excepción, sino la constante de un sexenio que aún no cubre 15 meses y le faltan 57. Abundan como en las exclusivas joyerías del elegante corredor comercial de Polanco.
Con la inexperiencia como norma, lo gris como característica y la soberbia recurrente en el gobierno del empleo y del estado de derecho , enunciados ambos que son puestos en jaque cotidianamente con programas y políticas oficiales, no resulta tan sorprendente que el partido de la victoria cultural, Acción Nacional, persista en su declive electoral.
De las tres gubernaturas en juego en 2007, el PAN ganó una. De las 297 diputaciones locales en disputa obtuvo 73. De mil 219 ayuntamientos electos, conquistó 244. De 14 capitales estatales, sólo consiguió tres.
Y durante 2008 las cosas pintan peores, con todo y Germán Martínez Cázares al frente del blanquizaul , merced a una elección de tipo soviético, apoyada desde Los Pinos por su paisano y por Juan Camilo Mouriño Terrazo , quien aseguró tener “cosas más importantes de que ocuparme” para ignorar con soberbia el creciente reclamo documentado por no cubrir los requisitos constitucionales para ejercer como secretario de Gobernación. “¡Nimiedades! ¡Xenofobia!”, grita el oficialismo mediático.
No le ha ido mejor al gobierno y su partido en los comicios de 2008, celebrados en Baja California Sur, Quintana Roo e Hidalgo, donde el PAN fue prácticamente borrado del mapa no sólo por los partidos de la Revolución Democrática y el Revolucionario Institucional, sino hasta por su aliado Nueva Alianza, de Elba Esther Gordillo Morales .
La encuesta de todas las encuestas, las elecciones y sus resultados, obligan al grupo en el poder a una revisión exhaustiva sobre los porqués de la pronunciada caída del panismo en las preferencias ciudadanas, a pesar del uso y abuso del presupuesto de la Federación y del equipo gubernamental, incluido Calderón Hinojosa como decisivo promotor electoral en Michoacán y del español experto en guerra sucia Antonio Solá Reche . El fracaso, como en Yucatán, fue redondo y ambos hicieron su aporte.
Las elecciones intermedias de 2009 y 57 meses por delante obligan a moderar la apabullante soberbia gubernamental.
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