ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
LLAMA MI ATENCIÓN el encabezado del diario que tengo en mis manos. Palabras más, menos, señala que el señor Mouriño ve "ansiedad y desconfianza" al seno de su equipo. Él mismo, dice la nota, confiesa no traerlas todas consigo.
"Estoy mal", dijo "a modo de tarjeta de presentación y antes de someterse a las preguntas de los periodistas…".
Más adelante, y en un encabezado secundario, se destaca que Mouriño "no cuestiona a López", aunque sí observa mucho nerviosismo entre sus jugadores, porque los resultados que esperaban no los están acompañando.
La nota que leo ahora y de la cual le platico es del diario deportivo hispano Marca. Se publicó ayer, 25 de febrero. Y el señor Mouriño es Carlos, presidente del Celta de Vigo, que tiene como director técnico al señor López Caro. Habla de lo mal que le va, porque todo indica que no van a llegar ni a tercer lugar en el torneo futbolístico que actualmente se desarrolla en la península ibérica.
El paralelismo entre su experiencia presente y la que protagoniza su hijo Juan Camilo, ahora mismo, no tiene precedente.
También al joven secretario de Gobernación de la administración calderonista no le va muy bien que digamos en estos días.
En el equipo del novel funcionario también hay más que ansiedad y desconfianza, ante el reto que recién les ha echado a cuestas su jefe el señor Felipe Calderón.
Y es que Mouriño, sin serlo, despacha no sólo como secretario de Gobernación. Todo indica que, sin que aún exista legalmente ninguna de las dos figuras, el hijo del presidente del Celta de Vigo también ocupa las carteras de primer ministro y/o jefe de gabinete del equipo que, repito, actúa con ansiedad y desconfianza.
Ha sido Mouriño y no el señor Calderón quien, por ejemplo, "designó" al titular de la cartera de Trabajo, Javier Lozano Alarcón, como encargado de las negociaciones con los grupos agraristas que demandan la revisión del capítulo agropecuario del TLCAN, en sustitución del ya desfasado Alberto Cárdenas, quien continúa cobrando –y fingiendo— cual titular de Agricultura.
Ansiosos y desconfiados, los equiperos de Mouriño también han filtrado a los medios que será él, y no la secretaria de Energía, Georgina Kessel, mucho menos Jesús Reyes-Heroles Jr., de Pemex, ni Alfredo Elías Ayub, quien lleve las negociaciones con los líderes de las facciones parlamentarias para sacar adelante la muy cuestionada reforma energética.
Ya hace la chamba, de hecho. El viernes comió con el líder del sindicato petrolero Carlos Romero Deschamps, en una pausa de la preparación de su discurso del 24 de febrero, en Iguala, a donde llevó la representación del señor Calderón por el festejo a la bandera nacional mexicana.
El tiempo apremia. Mouriño aprieta el paso. Y se echa encima muchas más tareas de las que debiera, quizá por "la ansiedad y desconfianza" que, como su padre, ve en su equipo.
Sólo hay que esperar que, a diferencia de su progenitor, "el chico superpoderoso" –como lo bautizó una revista rosa--, no nos salga con un "estoy mal".
Porque, a todo esto, ¿y el señor Calderón qué hace?
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