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25 febrero 2008

El boxeador versátil

Jorge Zepeda Patterson

Nadie puede acusar a Jorge Kahwagi de ser un holgazán. Es el joven con más oficios que se recuerde: boxeador, diputado federal, coordinador de fracción del Partido Verde, actor, integrante de Big Brother, dueño del periódico Crónica de la ciudad de México, empresario de distintos negocios, presidente del Panal, ex hijastro de Elba Esther Gordillo, rival del luchador Cibernético, cortejador de actrices y modelos y… beneficiario multimillonario de la Lotería Nacional “para la asistencia pública”.

Nadie puede acusarlo de holgazán, pero sí de algunas otras cosas. Diversas notas periodísticas publicadas a lo largo de la semana dan cuenta de la reciente asignación por parte de la Lotería Nacional de un sospechoso contrato a un negocio de Kahwagi, la clínica Médica Londres, por valores de 16 y 40 millones de pesos.

El asunto no tendría mayores consecuencias si no fuera porque se sabe que el director de la Lotería Nacional, Francisco Javier Yáñez, y el propio Kahwagi pertenecen al grupo político de Elba Esther Gordillo. Yáñez fue secretario particular de la maestra y ocupa la dirección de la Lotería a partir de este sexenio. Como se sabe, Elba Esther habría recibido de Calderón varias posiciones a cambio de su apoyo electoral: el ISSSTE, dirigido por Miguel Ángel Yunes, y la subsecretaría de la SEP, encabezada por su yerno, además de Lotería Nacional.

Por su parte, las relaciones de Jorge Kahwagi con la maestra son longevas y profundas. Durante mucho tiempo el padre de Jorge y ella fueron pareja sentimental. La propia Elba afirma: “Lo quiero mucho desde hace muchos años. Pretendí no ser su madrastra, sino su mamá postiza”. Su padre, el empresario Jorge Kahwagi Gastine, de origen libanés, acrecentó su fortuna al hacer negocios con el sector público en la implementación de programas para la emisión de documentos oficiales, digitalización de imágenes y chips de seguridad a identificaciones.

El joven entró a la política gracias a Elba Esther, quien le gestionó una diputación plurinominal por el Partido Verde en 2003. Una vez convertido en diputado, la maestra, jefa de la bancada priísta en esa Legislatura (2003-2006), consiguió hacerlo coordinador de los diputados verdes. Cuando ella solicitó licencia, luego de su pleito con Madrazo a propósito del IVA, el Partido Verde aprovechó la desaparición de su tutora para cambiarlo.

El año pasado Elba Esther decidió convertirlo en el tercer presidente que ha tenido el Panal, el partido de los maestros (aunque ninguno de sus presidentes haya sido profesor). A juzgar por los entuertos de la Lotería Nacional, la maestra está decidida a seguir enriqueciendo arcas y currículum de su “hijo postizo”.

Kahwagi se ha defendido asegurando que el contrato recibido por su hospital es fruto de una invitación ganada a pulso. Para su desgracia, tal defensa resulta ingenua luego de conocerse la manera en que la Lotería Nacional hace tales invitaciones. La Secretaría de la Función Pública amonestó a diversos funcionarios de esta institución por convocar a varios hospitales el año pasado a “una licitación” pero estableciendo exigencias tales como tener habitaciones de nombre “Esmeralda”, lo que sólo cumplía el Hospital Ángeles Metropolitano. Cabría preguntarse qué requisitos exigió para otorgar 40 millones a un pequeño hospital ubicado cerca de Toluca: ¿que el apellido de su propietario empezara con K?

Más allá de esta transferencia de dineros supuestamente destinados a la beneficencia pública, la trayectoria toda de Kahwagi es un fiel reflejo del deplorable estado de cosas entre la clase política actual. Puntualmente no podemos esperar gran cosa de la investigación. Si simplemente fueron amonestados y aún conservan sus puestos funcionarios que amañan concursos con nombres de habitaciones, ¿qué podemos esperar en contra del presidente de un partido, ahijado de la mujer más poderosa de la administración calderonista?

El problema no es simplemente la desviación de recursos o el enriquecimiento inexplicable. Si sólo fuera eso nos daríamos por bien servidos. Los mexicanos tenemos siglos de entrenamiento como para que nos asusten 40 millones desviados o las canonjías económicas que recibe el sindicato de maestros. Se trata de algo mucho más grave: la sensación de que los dueños del poder pueden hacer impune y absolutamente lo que les plazca con los intereses de todos.

No tengo ningún inconveniente de que los poderosos enriquezcan a sus vástagos hasta que los hinchen de lujos y placeres. Pero no encuentro motivos para que los pongan en la escena pública en la que se define el destino del resto de los mexicanos. Ni siquiera las viejas monarquías ponían al reino en las manos del vástago frívolo e irresponsable.

Felipe Caderón y en general los panistas caminan por la vida señalando con dedo flamígero la pobreza moral de sus rivales priístas y perredistas. Aseguran que su partido instalará la decencia y el orden moral. Pero el pago de favores con cargo a la nación que ha conseguido el grupo de Elba a cambio de los votos otorgados a Calderón constituye uno de los pasajes de corrupción más escandalosos en muchas décadas.

¿Con qué cara puede Calderón denunciar la irresponsabilidad de la clase política que rechaza las reformas? ¿Qué solvencia moral tienen sus reclamos al egoísmo de los empresarios? Para saldar los adeudos de la vergüenza el Presidente está dispuesto a entregar la educación básica del país, el futuro de la niñez, a un grupo político corrupto y consentir que el playboy de Big Brother se convierta en uno de los actores políticos más importantes del país.

Es explicable que los padres del joven díscolo que se encaprichó con el boxeo y las actrices hayan conseguido un título mundial con rivales de bulto y lo festejen con yates y viajes. Pero convertirlo en coordinador de diputados, presidente de partido y dueño de periódico, simplemente porque el Presidente les debe favores es deplorable, aunque el amor filial sea ciego. Por lo que respecta a Caderón, esta doble moral resulta simple y llanamente imperdonable.

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