(apro).- Según el secretario de Marina, almirante Francisco Saynez Mendoza, hay que acostumbrarse a los bombazos. Este el peor consejo que pudo dar un funcionario de este nivel, pues en el fondo no sólo pide resignación a la ciudadanía, sino que reconoce la derrota frente a un enemigo que ya doblegó al gobierno federal.
La declaración del almirante Saynez es para incluirla en el museo de las pifias de los funcionarios. Lo mismo que las de Felipe Calderón cuando dijo: “Le estamos metiendo muchos goles a la criminalidad”; o la de Juan Camilo Mouriño: “Hemos dañado y debilitado la estructura del crimen organizado.”
El 16 de febrero pasado, en un acto oficial, el secretario de Marina dijo lo siguiente:
“Todo mundo se acostumbra. Cuando empezó el primer ataque en Irak había un bombazo con 20 muertos y después con 50. Siguen habiendo y ya no es noticia lo que está sucediendo en ese país. Sigue pasando lo mismo que al inicio. Sí, al principio fue noticia, un escándalo, y ahorita continúan los atentados con 20, 50 o 70 muertos, pero ya se acostumbró la gente a esa condición y ya no es noticia.”
Después quiso corregir el entuerto y matizó: “Sí, se acostumbra uno a lo bueno y a lo malo. Se pierde la capacidad de asombro en muchos casos. No quisiéramos que eso sucediera aquí, que quedáramos con la costumbre de que está sucediendo y que el crimen organizado está haciendo esas acciones.”
Pero ya era demasiado tarde, lo dicho por el almirante ya había quedado registrado como una muestra de la forma en que se está minimizando un estado de violencia que va creciendo y al que nadie se puede acostumbrar.
Tomar una actitud sumisa como autoridad y hacerlo público es invitar al crimen organizado a seguir actuando con toda impunidad. Mientras que a la ciudadanía significa dejarla en el desamparo.
Si seguimos lo que dice el secretario de Marina, entonces no sólo hay que acostumbrarse a las explosiones provocadas por el narcotráfico o la guerrilla, sino también a las ejecuciones, al enviciamiento que producen las drogas entre los jóvenes y niños, a la corrupción en la policía y las fuerzas armadas, al enriquecimiento inexplicable de políticos y empresarios, a la complicidad de autoridades, a la impunidad de los jefes de los carteles, a los ciudadanos muertos en los retenes militares como en Tamaulipas, a las golpizas en las redadas como al sacerdote Guadalupe Barbosa en Matamoros, al coimeo a jueces y ministerios públicos, en fin, al soborno transformado en costumbre.
La declaración del almirante invalida toda acción de gobierno en la lucha contra el narcotráfico. Porque si los bombazos se vuelven costumbre para quienes los realizan y para quienes los sufren --la ciudadanía--, ¿entonces para qué gastar tantos millones de dólares en el combate al narcotráfico, para qué habilitar al Ejército y a la Marina en funciones de seguridad pública que sólo corresponden si los atentados van a continuar de manera habitual?
El fracaso es lo que trasluce las palabras del jefe de la Armada de México, un fracaso que significa un enorme retroceso en la lucha contra las drogas porque mostraría la incapacidad del Estado, en su conjunto, para enfrentar al poder de los narcotraficantes.
Así las cosas sólo nos queda acostumbrarnos a estos atentados. Total, en poco tiempo dejarán de ser noticia y todo seguirá igual.
La declaración del almirante Saynez es para incluirla en el museo de las pifias de los funcionarios. Lo mismo que las de Felipe Calderón cuando dijo: “Le estamos metiendo muchos goles a la criminalidad”; o la de Juan Camilo Mouriño: “Hemos dañado y debilitado la estructura del crimen organizado.”
El 16 de febrero pasado, en un acto oficial, el secretario de Marina dijo lo siguiente:
“Todo mundo se acostumbra. Cuando empezó el primer ataque en Irak había un bombazo con 20 muertos y después con 50. Siguen habiendo y ya no es noticia lo que está sucediendo en ese país. Sigue pasando lo mismo que al inicio. Sí, al principio fue noticia, un escándalo, y ahorita continúan los atentados con 20, 50 o 70 muertos, pero ya se acostumbró la gente a esa condición y ya no es noticia.”
Después quiso corregir el entuerto y matizó: “Sí, se acostumbra uno a lo bueno y a lo malo. Se pierde la capacidad de asombro en muchos casos. No quisiéramos que eso sucediera aquí, que quedáramos con la costumbre de que está sucediendo y que el crimen organizado está haciendo esas acciones.”
Pero ya era demasiado tarde, lo dicho por el almirante ya había quedado registrado como una muestra de la forma en que se está minimizando un estado de violencia que va creciendo y al que nadie se puede acostumbrar.
Tomar una actitud sumisa como autoridad y hacerlo público es invitar al crimen organizado a seguir actuando con toda impunidad. Mientras que a la ciudadanía significa dejarla en el desamparo.
Si seguimos lo que dice el secretario de Marina, entonces no sólo hay que acostumbrarse a las explosiones provocadas por el narcotráfico o la guerrilla, sino también a las ejecuciones, al enviciamiento que producen las drogas entre los jóvenes y niños, a la corrupción en la policía y las fuerzas armadas, al enriquecimiento inexplicable de políticos y empresarios, a la complicidad de autoridades, a la impunidad de los jefes de los carteles, a los ciudadanos muertos en los retenes militares como en Tamaulipas, a las golpizas en las redadas como al sacerdote Guadalupe Barbosa en Matamoros, al coimeo a jueces y ministerios públicos, en fin, al soborno transformado en costumbre.
La declaración del almirante invalida toda acción de gobierno en la lucha contra el narcotráfico. Porque si los bombazos se vuelven costumbre para quienes los realizan y para quienes los sufren --la ciudadanía--, ¿entonces para qué gastar tantos millones de dólares en el combate al narcotráfico, para qué habilitar al Ejército y a la Marina en funciones de seguridad pública que sólo corresponden si los atentados van a continuar de manera habitual?
El fracaso es lo que trasluce las palabras del jefe de la Armada de México, un fracaso que significa un enorme retroceso en la lucha contra las drogas porque mostraría la incapacidad del Estado, en su conjunto, para enfrentar al poder de los narcotraficantes.
Así las cosas sólo nos queda acostumbrarnos a estos atentados. Total, en poco tiempo dejarán de ser noticia y todo seguirá igual.
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