Frente a una situación internacional crecientemente complicada por la parálisis parcial de los mercados de crédito en Estados Unidos y capital insuficiente de los bancos, la estrategia del gobierno mexicano, consistente en medidas convencionales equivocadas o de poco alcance y reformas “estructurales” provenientes de una agenda 20 años vieja, resultará inadecuada y podría ser una fuente de gran desánimo para el gobierno mismo y sobre todo para el sector privado.
En EU será imposible una recuperación en forma de “V” (es decir, un repunte fuerte después de una caída), pues tomará años restablecer el crédito y reconstruir el capital de los bancos.
En México el gobierno ya reconoce que habrá menor crecimiento y por ello su reducida estimación de crecimiento del PIB de 3.7% a 2.8%. Aún esta tasa es demasiado alta, pero lo más frustrante es que sus prioridades siguen siendo las mismas: aplicar el IETU, gastar un poco más en infraestructura y programas sociales, proponer una reforma energética y asegurarse de que los medios sigan presentando la situación nacional como positiva.
La realidad es muy diferente y rebasa los alcances de las varias medidas tomadas o anunciadas, algunas de ellas mal llamadas “reformas”. Hoy las quiebras de las hipotecas estadounidenses y sus ligas con instrumentos financieros estructurados han contaminado a otros mercados, los cuales explican la mitad del crédito que hasta antes de la crisis se otorgaba en EU. Así, un mercado financiero eficiente, capaz de asignar crédito a sectores esenciales para la inversión y el crecimiento está prácticamente cerrado. En entredicho y riesgo quedan emisiones de papel estructurado que respaldan hipotecas, créditos de automóviles, tarjetas de crédito, papel comercial, bienes raíces comerciales y deuda de empresas.
Una implicación es que la gran mayoría de bancos tendrán deficiencias de capital que les tomará años reconstruir. Mientras no lo hagan, faltará crédito a la economía global y el crecimiento será menor.
Las menores tasas de interés en EU, la gran devolución de impuestos de 168 mil millones de dólares y el congelamiento de tasas de algunas hipotecas alivian a los deudores. Pero no han evitado que el crédito desaparezca de varios mercados.
Al irse reconociendo, las pérdidas que aún están por materializarse serán como piezas de dominó cayendo y dañando aún más la confianza. Estos choques obligarán a la Reserva Federal a reducir más el interés. Como su tasa ya bajó a 3%, pronto no habrá mucho más que bajar.
Todos los países serán afectados, pero México más que ningún otro. Lo poco conocido, sin embargo, es que el ajuste que requiere hacer EU es tan grande que sólo es posible si lo reparte mediante bajo crecimiento en su ingreso y su consumo a lo largo de varios años, quizá hasta 2010. Y en condiciones tan frágiles, la economía quedará muy expuesta a cualquier sorpresa negativa que la haría empeorar.
Y las sorpresas negativas pueden ser muy malas en el terreno social y político. Para comenzar, harán que EU se concentre en sus problemas internos y no en la cooperación internacional. Crecerán las tensiones comerciales, el proteccionismo y el resentimiento hacia extranjeros que compran bancos estadounidenses. Los emigrantes mexicanos son el primer blanco de ataques de quienes los ven como un problema y, en partes del sur estadounidense, como enemigos.
Por eso la agenda de políticas del gobierno mexicano, tan convencionales como son, resulta inadecuada para un cambio tan radical en el ambiente global. Aún es tiempo, si el gobierno quisiera reconectarse con los problemas reales, para atender cuando menos cuatro frentes.
Uno es el menor crecimiento mundial y los sentimientos proteccionistas en EU, cuando aquí su agenda y retórica siguen siendo de más libre comercio, más acuerdos con países que facilitan sus exportaciones a México y más impuestos a las empresas. El segundo es la falta de competitividad de la economía, en especial por los precios de los energéticos y los dogmas que imperan para fijarlos. Aquí debe entenderse que sin insumos competitivos no habrá capacidad para crecer y crear empleo.
El tercer frente es el empeoramiento de las condiciones sociales, la menor oportunidad de empleo y la pérdida de ingresos, especialmente si muchos emigrantes tienen que regresar a México. Aquí debe entenderse que lo que se requiere es crecimiento y menos barreras burocráticas y no programas sociales electorales. El cuarto frente son los precios de los monopolios y su dominio en mercados que castiga los negocios competitivos.
Atender estos frentes sería mucho más efectivo que una agenda grandiosa de reformas de cuestionable viabilidad.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario