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14 junio 2008

El síndrome del fracaso

Entre algunos libros que tengo seleccionados para leer encontré uno que llamó mucho mi atención. De la motivación y del síndrome de fracaso, una compilación de Míriam Sánchez Hernández y Marcela López Fernández. En un tiempo libre que tuve leí el primer texto que precisamente se titula de la misma forma. De este quiero destacar algo que considero trascendente y más aun cuando actualmente sabemos que la educación en diversas escuelas de nuestro país es decadente.

Existen casos de estudiantes que padecen algún problema físico o intelectual que puede exigir mayor apoyo y recursos para enfrentar tareas relativas al aprendizaje; otros sufren impedimentos sociales o económicos para permanecer en la escuela. Pero también se ha observado que algunos estudiantes que no enfrentan las problemáticas anteriores tampoco no tienen éxito escolar.

Una de las causas de fracaso escolar que se ha identificado en algunos estudiantes en que aprender que “no pueden” y que a pesar de los esfuerzos que realicen no lo lograrán, por lo que prefieren sus pender sus intentos. Tal situación frecuentemente es resultado de malas experiencias, reforzadas en ocasiones por opiniones de padres o de profesores. A este patrón de conducta se le llama: “inhabilidad aprendida”, es decir, los alumnos aprenden a evitar las tareas porque “saben” que no las podrán realizar o “seguramente lo harán mal”.

Estas ideas están sustentadas en las creencias y en la opinión que el estudiante tiene de sí mismo pero, dado que los estudiantes no tienen otro tipo de limitaciones que impidan realmente su aprendizaje, es posible modificar ese patrón si se les ayuda a ganar confianza en sí mismos y a desarrollar habilidades para aprender.

Jere Brophy hace una propuesta, con base en investigaciones diversas, para entrenar a los estudiantes en estrategias que les permitan enfrentar y organizar las tareas académicas de manera que obtengan resultados inmediatos y positivos y adquieran confianza en su capacidad.

Las estrategias y acciones que propone en su artículo “Estudiantes con síndrome de fracaso”, son el entrenamiento para identificar las causas del fracaso, el establecimiento de metas susceptibles de alcanzar y estrategias para la resolución de problemas. A partir de ellas, hace sugerencias sobre cómo pueden ayudar los maestros a los estudiantes en esta condición de fracaso.

Adicional al síndrome de fracaso escolar, el factor de la motivación juega un papel central en el empeño que ponen los estudiantes en su proyecto académico. Quienes experimentan la escuela y sus contenidos como algo impuesto y no una decisión que han tomado, encuentran más difícil aplicarse en la tarea. Por otra parte, la efectividad y permanencia de los aprendizajes se ve afectada cuando parece que el esfuerzo realizado está orientado al logro de metas inmediatas relacionadas con reconocimientos externos como calificaciones, premios o castigos y no con el aprendizaje.


Hasta dónde pueden llegar a causar efecto frases como “no puedes”, “eres un tonto” o “todo lo haces mal” en un ser humano. Desafortunadamente dichos como los anteriores siguen haciendo eco en las aulas de las escuelas, en los trabajos o en nuestros hogares.

Hace tiempo una maestra que me impartía música en la secundaria a la que asistía me comenzó a decir frases como las anteriores. Francamente la música no era de mi agrado en ese tiempo y mucho menos me llamaba la atención aprender a tocar la flauta. Las palabras y actitudes de la “maestra” comenzaron a molestarme a tal grado que en muchas ocasiones no entre a mis clases prefiriendo quedarme en el patio o faltar totalmente los días en que me tocaba la asignatura.

Cierta ocasión enfrente de todo el grupo la maestra me hizo ponerme de pie y tocar una melodía. “No se” contesté, la “maestra” se rió y me dijo que en el festival del día de la madre mi lugar sería el de atrás, pues era una vergüenza que a mi edad no pudiera tocar la flauta.

Lo anterior me hizo enojar mucho. Ese mismo día comencé a estudiar como nunca la melodía. Mi familia y amigos tuvieron la delicadeza de apoyarme incondicionalmente y de proporcionarme la confianza necesaria en mi misma. La melodía la terminaron odiando todos, pues día, noche y hasta madrugadas enteras se escuchaba en mi casa lo mismo. Sin embargo eso no solamente enseñó a la maestra que si podía si no a mi misma me hizo darme cuenta que podía y pude.

Es lamentable que el proceso de aprendizaje de los estudiantes se vea truncado por profesores que en su proceso de enseñanza frustran a los estudiantes haciéndonos creer que no podemos.

Este caso es uno de tantos. En esta ocasión fue un profesor, en otros más son familiares, amigos o personas cercanas. No importa quién o cómo lo haga, lo que cabe destacar es el resultado que en muchos casos deja una lección inolvidable.

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