Buscar este blog

09 junio 2008

Obama va

Manuel Camacho Solís

Hace cuatro años, en estas páginas, pre-senté a Barack Obama. Después de escuchar su discurso en la Convención Demócrata e investigar sobre su trayectoria, consideré que estábamos ante un gran político: “Su discurso no corresponde al de un líder de una minoría, o a un luchador social. Es el de un hombre de Estado”. “Su congruencia y moderación le han ayudado a avanzar”. “Invita hábilmente a rectificar”. “En vez de dividir, busca unir”. Pensé que estábamos “no sólo ante alguien con un futuro promisorio, sino ante un líder que podría influir en un cambio benéfico para su país y el mundo”.

Acerté al juzgar el talento político de Obama. Lo que no imaginé entonces, fue el grado de deterioro que habría en Estados Unidos por los errores de Bush al invadir Irak, dividir a su país con los extremismos de los neoconservadores, descuidar su fortaleza fiscal y no reaccionar con una política de energía a la altura de las nuevas circunstancias. El declive de Bush abrió las puertas a Obama.

Ante su deterioro económico y su debilitamiento político internacional, a Estados Unidos le viene como anillo al dedo un liderazgo político que sea capaz de generar esperanza.

Obama está lejos de ser elegido presidente de su país. Su camino está lleno de riesgos. La campaña y una circunstancia desfavorable pueden cambiar todo. Sin embargo, su avance es ya una demostración del cambio en el estado de ánimo de una parte considerable de la sociedad norteamericana.

Obama ha crecido porque la sociedad está cansada de la manipulación mediática; aprecia que se le hable con claridad. Quiere respuestas convincentes y convencidas en los temas más álgidos, ya sea raciales, religiosos o incluso los asuntos más controvertidos de la política exterior, como los posibles diálogos con sus principales adversarios. Al atreverse a fijar su posición, ha ganado ventaja y podrá forjar los respaldos necesarios a un cambio —dentro de los márgenes de lo posible— en la política norteamericana.

Para México, sus posiciones pueden no coincidir con algunos de los intereses inmediatos de la economía, o incluso con las preferencias de muchos de nuestros paisanos que viven en Estados Unidos. Sin embargo, es tan compleja la situación que atraviesa ese país que, más importante que cualquier interés sectorial, será revertir un deterioro que, de no corregirse, podría agravar la situación de México para los próximos años.

Una conducción norteamericana fundada en un mayor acuerdo interno, respetuosa del multilateralismo, consciente de los problemas de la desigualdad social y la exclusión, es hoy más importante para México que una oferta de avance bilateral.

La paz mundial será más sólida si está fincada en una nueva visión política que rompa con el extremismo de los neoconservadores, quienes fracasaron en su intento de aprovechar el clima de temor para aumentar su poder e influencia en los países árabes y asegurar un mayor control sobre el petróleo. En sus excesos, terminaron por destruir la hegemonía que había alcanzado Estados Unidos con el derrumbe de la URSS y la expansión de la economía de mercado.

Barack Obama podrá ser presidente si, a lo largo del proceso electoral, mantiene dos equilibrios indispensables para su triunfo. Uno, político, entre su discurso de justicia y esperanza con el necesario realismo ante los grandes intereses. El otro, personal, entre la resistencia en el combate con la serenidad y moderación. Su reto es seguir siendo creíble, sin provocar la desconfianza de los grandes intereses.

Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista

No hay comentarios.: