• Fecha de defunción
En una causa verdaderamente justa, mi estimado, el débil subyuga al fuerte. Las aguas se mueven agitadas debajo de los diversos partidos de cara a las reformas pendientes que, a partir de la elección ¿ilegal? de los consejeros del ife —que siguen debiendo la información sobre aquellos simpáticos 280 mil spots huerfanitos—, están listas para ser votadas o botadas, dependiendo del maravilloso número de zanahorias para los distintivos arreglones en el tianguis legislativo, aunque la cereza del pastel sigue siendo Petróleos Mexicanos.
Epicentro, my friend, en el cual giran divertidos conceptos como el esgrimido ayer por Beatriz Paredes acerca del divertido interés del PRI en su autonomía de gestión —impulsada, por cierto, hace algunas lunas por un grupo afín a Jesús Ortega, en medio del accidentado proceso electoral de 2006, asesorado por el ex procurador fiscal Gabriel Reyes Orona quien trabajaba los detalles (donde bailaba el diablo) en un espléndido documento jurídico que tenía la venia del grupo priista de Manlio Fabio Beltrones que, empalmado con la tenebra política revelaba la intención de estos intrépidos personajes de colocar a Cuauhtémoc Cárdenas (ya distanciado de López Obrador) al frente del estupendo consejo de administración de la paraestatal, donde los codiciados asientos serían repartidos entre intereses afines—, que se suma al concepto de “modernización” que sigue flotando en lo sutilmente etéreo.
Es por demás obvia la prisa de Felipe Calderón en armar un delicio$o cochinito (o Plan B) ante la agonía de su chisguete fiscal donde su protagonista, el IETU, ya tiene fecha de defunción según especialistas convocados en un foro por el periódico El Financiero, y es evidente que el billete no alcanzará para hacer frente a una cascada de gripes económicas.
Ahora súmele que Agustín Carstens no tiene sólo el problema del “catarrito” de la recesión estadunidense y de la insuficiencia recaudatoria del chisguete fiscal, sino que gracias a los fracasos políticos de Javier Lozano Alarcón, el asunto de los aumentos salariales pronto será otra bomba de influenza que desactivar ante el maravilloso riesgo de contagio.
¿Listo? Ahí le va.
Con la novedad de que en la madrugada del sábado pasado, a las 02:30 para ser exactos, la marea minera de Napoleón Gómez Urrutia llegó a un acuerdo con Met Mex Peñoles de Bailleres, evitando la huelga prevista para estallar en Torreón, Coahuila, a las 07:00, y levantando la de Naica, Chihuahua, que llevaba 23 días con las banderas rojinegras.
¿El arreglo? Un aumento de 9%, prestaciones importantes y en el caso de la segunda, 100% de los salarios caídos.
¿El problema? Con omisión del boletín de la STyPS del pasado domingo donde se miente impunemente en las cifras, a Lozano le llovieron los zapes de Carstens y del chico superpoderoso del Gymboree en Bucareli.
¿La razón? La inoculación en los porcentajes en las negociaciones de otros sindicatos en sus contratos colectivos de trabajo. O sea, si los mineros y Napoleón cosecharon su 9% e interesantes prestaciones, donde la mano de Javier ha brillado por su ausencia, el efecto dominó podría ser tentador, ¿no cree? Y Agustín ya la vio, pues.
Ahora, mi estimado, vuelva a sumar que las huelgas contra Grupo México de Germán Larrea siguen sin resolverse, elevando la crisis ante (el próximo aniversario de Pasta de Conchos) no sólo la inédita complicidad, perdón, pasividad de Lozano sino, peor aún, en aras de lograr conciliaciones laborales, el buen Javier prometió a las huestes de Gómez Urrutia... resolverle el entuerto legaloide desarrollado en tiempos foxistas en un plazo no mayor a siete días.
Siete días dijo el secretario que bastan y sobran para poner todo, todo lo ocurrido en 24 peligrosos meses en orden, y borrón y cuenta nueva. Y en esta temeraria aventura, con simpáticos testigos, aventó el visto bueno de Juan Camilo Mouriño. Extraordinario.
Y de pilón prometió que la PGR de Medina Mora, coopela o cuello.
¡¡Chingón!!
Excelso ejemplo del gobierno de Felipe Calderón dando clases de su Estado de Derecho. De su aplicación de la ley. De su sentido del término justicia. De su certidumbre jurídica. De su legalidad. Promesa jurada, my friend, por un alto funcionario federal que además... es abogado.
I rest my case...
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