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13 junio 2008

México en la encrucijada


J. Enrique Olivera Arce

Conforme pasan los días, México se acerca cada vez más a la encrucijada, sin estar aún preparado para optar por la cancelación del modelo neoliberal que en aras del libre mercado reduce al Estado y daña el tejido social, o cambiar, parafraseando a Vicente Fox, de camino y de caballo, retomando proteccionismo con identidad nacional y liberándose de lo pactado en el llamado “Consenso de Washington”, atendiendo a los requerimientos internos de una sociedad que no aguanta más.

La polarización en torno al tema petrolero y los visos de amenaza de una crisis alimentaria sin precedentes, son la punta del iceberg que asoma sobre la superficie; dejando entrever la dimensión de una posible fractura del pacto social que mantiene unida a la sociedad mexicana. Uno y otro fenómeno se retroalimentan en el contexto de una economía que no crece, y que tiende a la baja presionada por la recesión en la Unión Americana. En tanto la economía nacional hace agua, el sistema político se muestra incapaz de lograr consensos y acuerdos en torno a temas torales para el desarrollo del país, que van más allá de definiciones electorales de coyuntura y se inscriben en el terreno estructural.

A medida que avanza el tiempo -sin considerar a propósito por quien esto escribe, el tema del narcotráfico-, se percibe que la cercanía de la encrucijada es cada vez más evidente. La polarización no sólo se da en el tema petrolero, incide también de manera determinante en el asunto alimentario, justificándole. No es posible hablar de terceras vías en las actuales condiciones del país. O se está a favor de la soberanía e independencia nacional ó se está en contra; la necesaria y urgente determinación de optar por el mejor camino para México a ello obliga.

Se escuchan voces que señalan que la prioridad no es el petróleo, cuando el estómago aprieta, oponiendo el tema alimenticio al petrolero. Lo cual juzgo una apreciación equivocada ya que sin petróleo no hay posibilidades de resolver hoy la crisis alimentaria, en tanto que sin alimentos México entregaría el petróleo al extranjero simplemente por hambre. Ambos temas, insisto, se retroalimentan y su prioridad de atención es igual de importante ya que se inscriben dentro del fenómeno global del agotamiento de las recetas neoliberales y la necesidad de dar un nuevo rumbo, con visión de futuro, a la marcha del país.

Pensar en una tercera vía, cediendo un poco por aquí y otro poco por allá, lo mismo en el tema energético que en el alimentario, intentando conciliar proyectos diametralmente opuestos de Nación, a más de posponer el enfrentar la crisis económica y social que se vive, en aras de privilegiar la coyuntura política, no constituye fórmula alguna que racionalmente incida o modifique la crisis estructural a que hoy se enfrenta México. Ni contribuye al fortalecimiento de PEMEX ni saca al campo mexicano de su desmantelamiento y abandono. Antes al contrario, se socavaría la ya de sí cuestionada fortaleza de la paraestatal y se atentaría contra la soberanía e independencia alimentaria, siempre en nombre y a favor de reducir al Estado privilegiando al mercado y al sector privado de la economía que de este se beneficia; como ya se está observando en las medidas adoptadas por Calderón Hinojosa con las que subsidia a los estratos de mayor ingreso (léase trasnacionales), condenando a los sectores más desprotegidos a vivir de la limosna oficial en el mejor de los casos, profundizándose la crisis estructural de la que no puede soslayarse desigualdad, desempleo y retroceso de la economía con su correspondiente secuela.

El agua llegó a los aparejos. Las contradicciones entre las políticas estabilizadoras macroeconómicas del Banco de México, y los paliativos microeconómicos con los que el poder ejecutivo federal pretende paliar el impacto inflacionario con cargo a los excedentes petroleros, dan cuenta de la crisis y de la urgente necesidad de definiciones de fondo. La encrucijada está a la vista.

pulsocritico@gmail.com

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