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10 junio 2008

Órganos autónomos

Por Sergio Elías Gutiérrez

La creación de órganos constitucionalmente autónomos se inició apenas en 1992 con la inclusión en la Constitución de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), la que, según el artículo 102, "contará con autonomía de gestión y presupuestaria, personalidad jurídica y patrimonio propios".

A ésta siguió la reforma al artículo 28 en 1993, para señalar que Banco de México, Banxico, "será autónomo en el ejercicio de sus funciones y de su administración. Su objetivo prioritario será procurar la estabilidad del poder adquisitivo de la moneda nacional".

Lo más relevante es que se señaló que "ninguna autoridad podrá ordenar al banco conceder financiamiento".

Antes, en 1917, se estableció en el Artículo 115 la autonomía municipal. La naturaleza de esta autonomía es muy diferente, en este caso se trata de una organización política integrada por el voto popular y, por ende, de carácter político.

En cambio, en los casos de la CNDH y Banxico se trató de sacar lo político de esas funciones estatales. Lo mismo sucedió en 1996 con la plena autonomía del IFE.

La creación de la CNDH y de Banxico está relacionada con una exigencia de Estados Unidos para la aprobación del TLC. En el primer caso, se trataba de exigir a nuestro país una política clara de defensa de los derechos humanos. En el caso del IFE, se trató de presiones internas de los partidos opositores por reforzar el proceso de democratización.

En el caso de Banxico, se exigió que el manejo de las cuestiones monetarias no estuviera al alcance del Presidente, dadas las recurrentes crisis provocadas por el manejo político del tipo de cambio y las tasas de interés.

Estaba fresca en la memoria la frase de Luis Echeverría: "la política económica se maneja en Los Pinos", hecha en alusión a una recomendación del Secretario de Hacienda en el sentido de devaluar la moneda. Vino la renuncia de Hugo B. Margáin y la llegada de José López Portillo a Hacienda y de ahí a Los Pinos. Los resultados ya los conocemos.

Hace pocos días, añorante de los tiempos del priismo, el Presidente Calderón exigió a Banxico reducir las tasas de interés. De haber podido, Calderón regresaría a los días del populismo financiero.

La ONU criticó a México por sus deficiencias en derechos humanos y la respuesta del Gobierno fue pedir la salida del representante de ese organismo por sus críticas a la ineficacia de la CNDH. Antes de salir, Amerigo Incalcaterra dejó su legado en las páginas del semanario Proceso del 25 de mayo.

El último órgano autónomo fue la Auditoría Superior de la Federación (1999), encargado de fiscalizar el gasto público. Aunque su autonomía es reducida por su relación con la Cámara de Diputados, ha ejercido sus funciones en forma autónoma, pero con frecuencia se ve amenazada por los poderes Ejecutivo y, sobre todo, el Judicial que le ha mermado competencias en su función.

En septiembre del 2006, en Nuevo León, los diputados reformaron la Constitución para crear una Auditoría Superior del Estado (ASE) y convocaron a aspirantes a llenar el puesto.

Convenientemente, antes de designar al titular, la mayoría panista en el Congreso designó a militantes de ese partido para trabajar en ese órgano. Con eso violentó la autonomía que debe tener un órgano fiscalizador, respecto de los poderes y los partidos que debe fiscalizar.

La diputada Clara Luz Flores, por denunciar esta situación, fue despojada de su puesto como presidenta de la Comisión de Vigilancia del Congreso de Nuevo León. Con eso la ayudaron en sus aspiraciones políticas.

La democratización electoral fue puesta en duda en las últimas elecciones. El IFE salió raspado de esa contienda. Sin rendición de cuentas y sin transparencia no es posible ahondar en la democracia y la fiscalización sigue siendo una asignatura pendiente. La exigencia de Calderón a Banxico anuncia regresiones peligrosas.

Mientras que López Obrador pide mandar al diablo a las instituciones, muchos otros sin gritarlo ya las mandaron. Calderón, con su posición en el caso de la CNDH y de Banxico, presenta señales claras de la añoranza de los poderes autoritarios de sus predecesores.

También sin dinero, con puras visitas de promesas a los pobres, se hace populismo.

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