Estos últimos días, el Congreso del Estado de Nuevo León fue objeto de la toma de tribuna, plantones, visitas multitudinarias y finalmente un asalto con motivo de la discusión y votación para reformar la ley electoral local con urgencia para que esté conforme a las reformas federales realizadas en tiempo para las elecciones que se llevarán a cabo en el 2009.
Los diputados del PT y PRD tomaron la tribuna desde la primera vuelta para objetar lo que ellos consideraban un ataque a la democracia y en el que participaron simpatizantes de ambos partidos que enfrentaron a policías y guardias de seguridad para entrar al recinto legislativo, culminando con el enfrentamiento entre aproximadamente 300 manifestantes y 200 policías en las afueras del edificio del Congreso el día de la sesión para la aprobación final de la reforma.
La principal protesta de estos partidos minoritarios frente a la iniciativa presentada por los diputados del PAN era la propuesta de aumentar el porcentaje de votación requerido para mantener el registro como partido político de 1.5 a 2.5 por ciento, lo cual era una amenaza al registro, y en consecuencia al presupuesto, de estos partidos.
Como normalmente a nadie le gusta que le quiten lo que ya tiene, estos partidos se defendieron como pudieron para evitar esta modificación que los hubiera privado de sustanciosos ingresos y exenciones tributarias. Los manifestantes tuvieron éxito. Qué bueno.
Digo qué bueno no porque esté de acuerdo con los métodos o incluso los objetivos de dichos partidos y sus militantes, sino porque evitó un abuso y puso un ejemplo.
Ideológicamente, la propuesta iba en contra de la histórica reforma electoral de 1977 promovida por don Jesús Reyes Heroles que le dio cabida a la oposición en el Congreso de la Unión. Dicha reforma fue la base para que más de 20 años después, el partido Acción Nacional ganara la Presidencia de la República. También fue un factor para distender la presión social generada por la represión a los partidos de izquierda y disminuir los brotes de violencia generados por la guerrilla.
Olvidaron los legisladores blanquiazules que ellos mismos fueron oprimidos por la mayoría absoluta durante mucho tiempo. Olvidaron también que, en las pasadas elecciones federales, la mitad del País eligió la opción abanderada por los partidos que ahora pretenden desaparecer. Olvidaron, en fin, todas sus quejas de cuando eran Oposición y retomaron las prácticas que antes denunciaron.
Económicamente no hay diferencia para el ciudadano, el presupuesto para financiar a los partidos es fijo salvo la creación de nuevos partidos, por lo que la única variante sería la distribución del mismo, motivo por el cual el grandote quería desplazar a los chiquitos para quedarse con más rebanadas del pastel. Usted y yo seguiríamos contribuyendo lo mismo, lo queramos o no.
En el aspecto político, también sería un detrimento contar con menos opciones, por lo siguiente. En primer lugar y por fortuna, no todos pensamos igual. De ahí que se derive la necesidad de cuerpos colegiados legislativos que representen las diversas ideologías de la sociedad, con sus necesidades, aspiraciones y atributos. En segundo lugar, no se puede dejar la vigilancia de la administración pública a los mismos que la ejercen.
Ahí es donde radica el ejemplo que pregonaba. Con poca sorpresa y algo de tristeza escuché y leí comentarios de personas que sin conocimiento de causa, con ironía o en franca burla denostaban a los manifestantes, los partidos y sus diputados por defender su causa.
La misma gente que con una desmerecida fe ciega apoya las reformas -a nivel local y federal- que propone Acción Nacional critica a los manifestantes por apoyar a sus dirigentes ciegamente. ¿Cuál es la diferencia?
¿Qué han hecho los partidos, de cualquier denominación e ideología, para ganarse la fe ciega de los ciudadanos? ¿Acaso han acabado con la corrupción? ¿Eliminaron la impunidad? ¿Mejoraron la seguridad? ¿El nivel de vida?
¿Dónde estuvimos los ciudadanos cuando los partidos nos tomaron por asalto? Ya no existen las candidaturas independientes. Las reglas para formar un partido político están hechas para que no se formen nuevos. El financiamiento público para los partidos es generoso y su fiscalización dudosa. Gozan de subvenciones y exenciones en impuestos. ¿Por qué?
Porque ellos hacen las reglas y nosotros no fuimos capaces de defendernos. Porque contrario a los manifestantes de esta semana, nosotros no logramos mantener nuestro registro como ciudadanos independientes. Qué bueno que los partidos se pudieron defender del "agandalle" blanquiazul. Que lástima que los diputados, nuestros representantes, no nos pudieron defender del "agandalle" partidista.
* El autor es abogado por el TEC de MTY y maestro en Derecho por la Universidad de Nueva York.
El Norte / Grupo REFORMA / 31 julio 2008
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