· A pesar de la mayor vigilancia migratoria, aseveró la integrante del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, Martha Judith Sánchez Gómez
· Se presentará una redirección de los flujos internos y la búsqueda de nuevos destinos como Canadá, indicó
· En las poblaciones mestizas con gran tradición migratoria, se desplazan por igual hombres y mujeres, aseguró
Pese a la mayor vigilancia migratoria y a la crisis de empleo en Estados Unidos, seguirá en aumento la migración de mexicanas hacia esa nación, señaló la especialista del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Martha Judith Sánchez Gómez.
Por esa situación no habrá necesariamente un retorno masivo, sino una redirección de flujos internos y la búsqueda de nuevos destinos como Canadá, que cuenta con un programa de empleo para trabajadores agrícolas, destacó.
Los migrantes tienen un capital de conocimiento en torno a los lugares a donde pueden moverse.
La especialista en migración, género y etnicidad, indicó que en las poblaciones mestizas con gran tradición migratoria, hombres y mujeres participan por igual en esos flujos; en cambio, en las comunidades indígenas, donde las definiciones genéricas están bien delimitadas, existe gran diferencia entre los sexos en cuanto a su participación, en las razones y en los destinos de sus desplazamientos.
Por ejemplo, puntualizó, de Zacatecas y Jalisco emigran por igual varones y mujeres.
De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Población (CONAPO), en 2007 residían en EU, 5.2 millones de mexicanas, el 44 por ciento de la población connacional total. Según este organismo, son mayoritariamente jóvenes y jóvenes–adultas, con edades comprendidas entre 15 y 44 años de edad y con un bajo nivel de escolaridad.
Sánchez Gómez, quien coordina el libro Y seguimos llegando... Mujeres indígenas y mestizas en Estados Unidos, mencionó que en las zonas indígenas la migración se dio posterior al desplazamiento mestizo. No obstante, para ambos grupos sociales, la llegada a la Ciudad de México fue importante, pues facilitó el tránsito hacia EU.
Se pensó que la llegada al Distrito Federal era algo definitivo, porque después de algunos años, muchos de ellos, ya tenían empleo en el sector formal de la economía. Sin embargo, con los sismos de 1985, varios perdieron el trabajo o sus casas y si bien algunos regresaron a su comunidad, otros se fueron en busca del “sueño americano”, relató.
Entonces, apuntó, se empezó a ver a la capital más como un lugar de expulsión de migrantes que de recepción de los mismos. Por esos años, en los grupos indígenas había poca aceptación para que las mujeres migraran y cuando lo hacían se les veía como acompañantes de los varones.
Fue así como se empezó a hablar de una migración asociacional de las mujeres, porque entraron a ese país como esposas o llegaron con hermanos u otro tipo de familiares, para trabajar en el servicio doméstico, resaltó.
En ese sentido, sostuvo, no se puede hablar de una migración independiente porque para ir a EU, ellas siempre van a depender de la supervisión, el control y la protección de otras personas.
Para finales de los 90, los hijos de estos migrantes ya tenían otro estatus social, pues muchos de ellos pudieron estudiar una carrera universitaria, aunque las posibilidades de conseguir empleo y tener vivienda propia son más complejas, acotó.
En provincia, se dan cuenta que no tiene caso ir a la Ciudad de México; al terminar la secundaria, emigran directamente al vecino país del norte.
Es en el medio rural e indígena donde las familias no necesariamente aceptan la migración de las mujeres, a menos que ya se cuente con un grupo familiar amplio en la Unión Americana. Por ello, en esos lugares las cifras de migración entre hombres y mujeres son más desiguales, recalcó.
De este modo, aseveró, son principalmente los varones los que se van a Estados Unidos y las mujeres básicamente migran a la Ciudad de México. No obstante, las mujeres tienden a establecerse, sobre todo si es a nivel internacional; en cambio, los hombres son más inestables, van y vienen, y se estabilizan al insertarse en el mercado de trabajo.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo 2002, la principal motivación de la emigración femenina es de origen laboral, pues 47 por ciento de ellas fue a buscar trabajo, seis por ciento ya contaba con empleo, el 31 por ciento lo hizo en el marco de procesos de reunificación familiar, y el resto, por otras causas.
No obstante, aclaró la socióloga, esta situación varía de una comunidad a otra y eso depende de la ocupación de los hombres y de las tradiciones, que no siempre se prestan a la migración femenina.
Las mujeres, dijo, trabajan y lo hacen como empleadas domésticas o en el área de servicios, en hoteles y restaurantes, o se dedican a cuidar ancianos y niños.
La mejor estrategia para las mujeres migrantes con hijos –precisó– , es llevarse a EU a una familiar soltera, quien a cambio de cuidar niños y atender la casa puede vivir en ese país, donde por lo regular, después de tres o cuatro años, aprende a hablar inglés, encuentra un trabajo o forma su propio hogar.
Por otro lado, concluyó, aquellas que no tienen quién las apoye en el cuidado de los hijos y el hogar, aplican la estrategia de emplearse por horas cerca de sus casas, aunque el trabajo sea mal pagado o no tengan ninguna prestación.
· Se presentará una redirección de los flujos internos y la búsqueda de nuevos destinos como Canadá, indicó
· En las poblaciones mestizas con gran tradición migratoria, se desplazan por igual hombres y mujeres, aseguró
Pese a la mayor vigilancia migratoria y a la crisis de empleo en Estados Unidos, seguirá en aumento la migración de mexicanas hacia esa nación, señaló la especialista del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la UNAM, Martha Judith Sánchez Gómez.
Por esa situación no habrá necesariamente un retorno masivo, sino una redirección de flujos internos y la búsqueda de nuevos destinos como Canadá, que cuenta con un programa de empleo para trabajadores agrícolas, destacó.
Los migrantes tienen un capital de conocimiento en torno a los lugares a donde pueden moverse.
La especialista en migración, género y etnicidad, indicó que en las poblaciones mestizas con gran tradición migratoria, hombres y mujeres participan por igual en esos flujos; en cambio, en las comunidades indígenas, donde las definiciones genéricas están bien delimitadas, existe gran diferencia entre los sexos en cuanto a su participación, en las razones y en los destinos de sus desplazamientos.
Por ejemplo, puntualizó, de Zacatecas y Jalisco emigran por igual varones y mujeres.
De acuerdo con cifras del Consejo Nacional de Población (CONAPO), en 2007 residían en EU, 5.2 millones de mexicanas, el 44 por ciento de la población connacional total. Según este organismo, son mayoritariamente jóvenes y jóvenes–adultas, con edades comprendidas entre 15 y 44 años de edad y con un bajo nivel de escolaridad.
Sánchez Gómez, quien coordina el libro Y seguimos llegando... Mujeres indígenas y mestizas en Estados Unidos, mencionó que en las zonas indígenas la migración se dio posterior al desplazamiento mestizo. No obstante, para ambos grupos sociales, la llegada a la Ciudad de México fue importante, pues facilitó el tránsito hacia EU.
Se pensó que la llegada al Distrito Federal era algo definitivo, porque después de algunos años, muchos de ellos, ya tenían empleo en el sector formal de la economía. Sin embargo, con los sismos de 1985, varios perdieron el trabajo o sus casas y si bien algunos regresaron a su comunidad, otros se fueron en busca del “sueño americano”, relató.
Entonces, apuntó, se empezó a ver a la capital más como un lugar de expulsión de migrantes que de recepción de los mismos. Por esos años, en los grupos indígenas había poca aceptación para que las mujeres migraran y cuando lo hacían se les veía como acompañantes de los varones.
Fue así como se empezó a hablar de una migración asociacional de las mujeres, porque entraron a ese país como esposas o llegaron con hermanos u otro tipo de familiares, para trabajar en el servicio doméstico, resaltó.
En ese sentido, sostuvo, no se puede hablar de una migración independiente porque para ir a EU, ellas siempre van a depender de la supervisión, el control y la protección de otras personas.
Para finales de los 90, los hijos de estos migrantes ya tenían otro estatus social, pues muchos de ellos pudieron estudiar una carrera universitaria, aunque las posibilidades de conseguir empleo y tener vivienda propia son más complejas, acotó.
En provincia, se dan cuenta que no tiene caso ir a la Ciudad de México; al terminar la secundaria, emigran directamente al vecino país del norte.
Es en el medio rural e indígena donde las familias no necesariamente aceptan la migración de las mujeres, a menos que ya se cuente con un grupo familiar amplio en la Unión Americana. Por ello, en esos lugares las cifras de migración entre hombres y mujeres son más desiguales, recalcó.
De este modo, aseveró, son principalmente los varones los que se van a Estados Unidos y las mujeres básicamente migran a la Ciudad de México. No obstante, las mujeres tienden a establecerse, sobre todo si es a nivel internacional; en cambio, los hombres son más inestables, van y vienen, y se estabilizan al insertarse en el mercado de trabajo.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo 2002, la principal motivación de la emigración femenina es de origen laboral, pues 47 por ciento de ellas fue a buscar trabajo, seis por ciento ya contaba con empleo, el 31 por ciento lo hizo en el marco de procesos de reunificación familiar, y el resto, por otras causas.
No obstante, aclaró la socióloga, esta situación varía de una comunidad a otra y eso depende de la ocupación de los hombres y de las tradiciones, que no siempre se prestan a la migración femenina.
Las mujeres, dijo, trabajan y lo hacen como empleadas domésticas o en el área de servicios, en hoteles y restaurantes, o se dedican a cuidar ancianos y niños.
La mejor estrategia para las mujeres migrantes con hijos –precisó– , es llevarse a EU a una familiar soltera, quien a cambio de cuidar niños y atender la casa puede vivir en ese país, donde por lo regular, después de tres o cuatro años, aprende a hablar inglés, encuentra un trabajo o forma su propio hogar.
Por otro lado, concluyó, aquellas que no tienen quién las apoye en el cuidado de los hijos y el hogar, aplican la estrategia de emplearse por horas cerca de sus casas, aunque el trabajo sea mal pagado o no tengan ninguna prestación.
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