Por Eduardo Ibarra
En la recta final del debate organizado por la Cámara de Senadores sobre la reforma petrolera y de la realización de la consulta ciudadana convocada por el Gobierno del Distrito Federal en torno al futuro inmediato de Petróleos Mexicanos, se multiplican los temas que colocan los desencuentros a la orden del día.
En el momento menos indicado, Guillermo Valdés Castellanos corroboró -con sus declaraciones al británico Financial Times- que no es lo mismo dirigir el Centro de Investigación y Seguridad Nacional que hacer encuestas desde GEA-ISA al gusto del cliente que lo premió con el delicado cargo.
Después de que la Comisión Permanente del Congreso de la Unión solicitó al titular del Ejecutivo la renuncia de su otrora encuestador favorito, junto con Jesús Federico Reyes Heroles González Garza, el gran ausente del debate petrolero, a Valdés Castellanos se le ocurrió declarar que el Cisen no descarta la infiltración del narcotráfico en el Congreso.
Tan torpe fue el juicio de Valdés que Juan Camilo Mouriño Terrazo le enmendó la plana enseguida desde Tecún Umán, Guatemala: No hay indicio de algún caso concreto, dijo categórico el poderoso secretario de Gobernación, quien no acaba de salir del centro del escándalo con los 108 contratos firmados entre Petróleos Mexicanos y Estaciones de Servicio del Grupo Energético del Sureste, de la muy exitosa familia Mouriño. De la solidez de la información no hay duda, pues el Instituto Federal de Acceso a la Información ordenó a Pemex efectuar una búsqueda exhaustiva de los contratos referidos y hacerlos públicos.
El operador político principal de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa con el Congreso en materia petrolera, es colocado nuevamente, con todo y la exoneración de la comisión especial de la Cámara de Diputados que presuntamente lo investigó, en condición deplorable para ejercer la interlocución.
Además de que Manuel Espino Barrientos con los excesos retóricos de que es capaz para enarbolar los intereses de Vicente Fox Quesada y el conservadurismo más beligerante de Acción Nacional, coloca a Mouriño como el orquestador del espionaje en su contra y el hombre clave de lo que denomina “los capos del calderonismo”.
El duranguense que aspira a gobernar Sonora, bombardea también la indispensable negociación política y legislativa de Acción Nacional con los senadores del Revolucionario Institucional al quitarle el sambenito de “Un peligro para México” a Andrés Manuel López Obrador y endilgárselo a Manlio Fabio Beltrones Rivera, el obstáculo principal para que Espino despache en el Palacio de Gobierno de Hermosillo.
El ahora escritor descubre el hilo negro dos años después. Naturalmente que antes negoció, al estilo de los capos que denuncia, los votos ciudadanos con 10 gobernadores del mismo número de estados y seis de ellos se comprometieron a promover el voto útil a favor de Calderón, como el primero confesó a Milenio Diario.
Confesiones van y vienen sobre ilícitos cometidos antes y durante la elección presidencial y el Consejo General del Instituto Federal Electoral ni siquiera se molesta en tomar nota. Y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ni se inmuta al quedar exhibido por varios actores de primera línea. Fernando Castro Trenti, por ejemplo, asegura que “Para no desestabilizar, el PRI aceptó la elección fraudulenta de 2006”. Bello país de cínicos en el que se reconocen delitos sin ninguna consecuencia ministerial o judicial.
Enredado como está en la mal llamada reforma energética, de incierto futuro más por los desencuentros y desatinos de sus autores que por los tenaces opositores, Felipe Calderón se refugia en la dizque hazaña de llegar muy alto en la Gran Muralla China y soñar, que no cuesta nada, en el México de 2040.
En la recta final del debate organizado por la Cámara de Senadores sobre la reforma petrolera y de la realización de la consulta ciudadana convocada por el Gobierno del Distrito Federal en torno al futuro inmediato de Petróleos Mexicanos, se multiplican los temas que colocan los desencuentros a la orden del día.
En el momento menos indicado, Guillermo Valdés Castellanos corroboró -con sus declaraciones al británico Financial Times- que no es lo mismo dirigir el Centro de Investigación y Seguridad Nacional que hacer encuestas desde GEA-ISA al gusto del cliente que lo premió con el delicado cargo.
Después de que la Comisión Permanente del Congreso de la Unión solicitó al titular del Ejecutivo la renuncia de su otrora encuestador favorito, junto con Jesús Federico Reyes Heroles González Garza, el gran ausente del debate petrolero, a Valdés Castellanos se le ocurrió declarar que el Cisen no descarta la infiltración del narcotráfico en el Congreso.
Tan torpe fue el juicio de Valdés que Juan Camilo Mouriño Terrazo le enmendó la plana enseguida desde Tecún Umán, Guatemala: No hay indicio de algún caso concreto, dijo categórico el poderoso secretario de Gobernación, quien no acaba de salir del centro del escándalo con los 108 contratos firmados entre Petróleos Mexicanos y Estaciones de Servicio del Grupo Energético del Sureste, de la muy exitosa familia Mouriño. De la solidez de la información no hay duda, pues el Instituto Federal de Acceso a la Información ordenó a Pemex efectuar una búsqueda exhaustiva de los contratos referidos y hacerlos públicos.
El operador político principal de Felipe de Jesús Calderón Hinojosa con el Congreso en materia petrolera, es colocado nuevamente, con todo y la exoneración de la comisión especial de la Cámara de Diputados que presuntamente lo investigó, en condición deplorable para ejercer la interlocución.
Además de que Manuel Espino Barrientos con los excesos retóricos de que es capaz para enarbolar los intereses de Vicente Fox Quesada y el conservadurismo más beligerante de Acción Nacional, coloca a Mouriño como el orquestador del espionaje en su contra y el hombre clave de lo que denomina “los capos del calderonismo”.
El duranguense que aspira a gobernar Sonora, bombardea también la indispensable negociación política y legislativa de Acción Nacional con los senadores del Revolucionario Institucional al quitarle el sambenito de “Un peligro para México” a Andrés Manuel López Obrador y endilgárselo a Manlio Fabio Beltrones Rivera, el obstáculo principal para que Espino despache en el Palacio de Gobierno de Hermosillo.
El ahora escritor descubre el hilo negro dos años después. Naturalmente que antes negoció, al estilo de los capos que denuncia, los votos ciudadanos con 10 gobernadores del mismo número de estados y seis de ellos se comprometieron a promover el voto útil a favor de Calderón, como el primero confesó a Milenio Diario.
Confesiones van y vienen sobre ilícitos cometidos antes y durante la elección presidencial y el Consejo General del Instituto Federal Electoral ni siquiera se molesta en tomar nota. Y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ni se inmuta al quedar exhibido por varios actores de primera línea. Fernando Castro Trenti, por ejemplo, asegura que “Para no desestabilizar, el PRI aceptó la elección fraudulenta de 2006”. Bello país de cínicos en el que se reconocen delitos sin ninguna consecuencia ministerial o judicial.
Enredado como está en la mal llamada reforma energética, de incierto futuro más por los desencuentros y desatinos de sus autores que por los tenaces opositores, Felipe Calderón se refugia en la dizque hazaña de llegar muy alto en la Gran Muralla China y soñar, que no cuesta nada, en el México de 2040.
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