Laura Itzel Castillo
Aunque el oficialismo insista en descalificar la consulta ciudadana del domingo pasado, se puede afirmar sin aspavientos que fue todo un éxito. Aún faltan dos etapas, de las tres en que se dividió este ejercicio ciudadano —en algunos estados se votará el 10 de agosto, en otros el 24 del mismo mes—-, pero el primer evento superó las expectativas de los organizadores.
La consulta no es vinculante, aunque sí tiene un efecto político. Sólo los necios e irresponsables lo ignoran. Esta actitud tampoco resulta sorpresiva. Es la misma que han asumido, desde diciembre de 2006, casi todos los miembros de la coalición derechista que llevó fraudulentamente al poder a Felipe Calderón.
Qué pena, pero no aprenden. No se dan cuenta que México es un polvorín que puede estallarles en las manos. De manera cada vez menos vergonzante, asumen como propia la conducta y la truculencia de aquel ex presidente de triste memoria, de origen priísta, a quien el PAN acusó de apropiarse de su ideología y propuestas; el que dijo, al final de su administración, refiriéndose a la oposición de izquierda: “Ni los veo, ni los oigo”.
Ni la toma de tribunas, ni el contundente NO emitido por un millón y medio de ciudadanos respecto a las iniciativas calderonistas, los hace retroceder. La derecha quiere seguir adelante con sus planes. Ilusos y torpes si creen que el movimiento cívico encabezado por el presidente legítimo, Andrés Manuel López Obrador, dejará que consumen este atraco a la nación.
La iniciativa del PRI fue la misma gata aunque revolcada. Mantuvo la entrega de una parte de la renta petrolera a las trasnacionales que tanto trabajo nos costó expulsar. Era previsible, viniendo de quien vino: Manlio Fabio Beltrones.
Este policía político, formado en los sótanos del régimen priísta, se ha convertido en un personaje poderoso, a consecuencia de la ilegitimidad de origen de la actual administración federal. Carlos Loret de Mola lo identifica como el jefe del presidente espurio. Sin embargo, el periodista se equivoca. El ex gobernador de Sonora sólo es el operador político de un personaje mayor. El verdadero patrón, el capo de capos, responde al nombre de Carlos Salinas de Gortari.
¿Y qué sigue después de la consulta, si no se respeta el sentir ciudadano?, se pregunta mucha gente. La respuesta es variada pero, al final, existe sólo un camino para detener la intentona privatizadora de nuestra riqueza petrolera: la resistencia civil pacífica.
Aunque el oficialismo insista en descalificar la consulta ciudadana del domingo pasado, se puede afirmar sin aspavientos que fue todo un éxito. Aún faltan dos etapas, de las tres en que se dividió este ejercicio ciudadano —en algunos estados se votará el 10 de agosto, en otros el 24 del mismo mes—-, pero el primer evento superó las expectativas de los organizadores.
La consulta no es vinculante, aunque sí tiene un efecto político. Sólo los necios e irresponsables lo ignoran. Esta actitud tampoco resulta sorpresiva. Es la misma que han asumido, desde diciembre de 2006, casi todos los miembros de la coalición derechista que llevó fraudulentamente al poder a Felipe Calderón.
Qué pena, pero no aprenden. No se dan cuenta que México es un polvorín que puede estallarles en las manos. De manera cada vez menos vergonzante, asumen como propia la conducta y la truculencia de aquel ex presidente de triste memoria, de origen priísta, a quien el PAN acusó de apropiarse de su ideología y propuestas; el que dijo, al final de su administración, refiriéndose a la oposición de izquierda: “Ni los veo, ni los oigo”.
Ni la toma de tribunas, ni el contundente NO emitido por un millón y medio de ciudadanos respecto a las iniciativas calderonistas, los hace retroceder. La derecha quiere seguir adelante con sus planes. Ilusos y torpes si creen que el movimiento cívico encabezado por el presidente legítimo, Andrés Manuel López Obrador, dejará que consumen este atraco a la nación.
La iniciativa del PRI fue la misma gata aunque revolcada. Mantuvo la entrega de una parte de la renta petrolera a las trasnacionales que tanto trabajo nos costó expulsar. Era previsible, viniendo de quien vino: Manlio Fabio Beltrones.
Este policía político, formado en los sótanos del régimen priísta, se ha convertido en un personaje poderoso, a consecuencia de la ilegitimidad de origen de la actual administración federal. Carlos Loret de Mola lo identifica como el jefe del presidente espurio. Sin embargo, el periodista se equivoca. El ex gobernador de Sonora sólo es el operador político de un personaje mayor. El verdadero patrón, el capo de capos, responde al nombre de Carlos Salinas de Gortari.
¿Y qué sigue después de la consulta, si no se respeta el sentir ciudadano?, se pregunta mucha gente. La respuesta es variada pero, al final, existe sólo un camino para detener la intentona privatizadora de nuestra riqueza petrolera: la resistencia civil pacífica.
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