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29 noviembre 2006

Análisis político ::: PROCESO :::

Ramírez Acuña, la mano dura

Jenaro Villamil

México, D.F., 28 de noviembre (apro).- ¿Rebasar por la izquierda o golpear a las izquierdas? Entre la promesa efímera de Felipe Calderón de formar un “gobierno de coalición” y la realidad contundente de un gabinete conformado mayoritariamente por los clanes conservadores, corporativos y tecnocráticos, lo que queda claro es que el signo dominante de la próxima administración será la falta de diálogo.

Y para muestra el botón del zafarrancho en San Lázaro. Ocurrió unas horas después de conocerse el nombramiento de Francisco Ramírez Acuña, el humanifóbico mayor, al frente de la Secretaría de Gobernación.

El exgobernador de Jalisco, impugnado por el PRI y el PRD al mismo tiempo, desconfiable para las organizaciones de derechos humanos nacionales y extranjeras y con muy mala prensa local y nacional –casualmente, los tres sectores con los que tendrá que negociar desde Bucareli—afirmó, en entrevista radiofónica con Carlos Loret de Mola en W Radio que, para el próximo 1 de diciembre, se aplicarán “mecanismos de disuasión” para que los diputados de oposición no impidan el acto de toma de protesta de Calderón.

¿Qué entiende Ramírez Acuña por “mecanismos de disuasión”? Su gobierno en Jalisco demostró que son una mezcla de tolete, desprecio a los derechos humanos, mala relación con reporteros y medios incómodos y, por supuesto, mecanismos clientelares al más viejo estilo priista para cooptar y vencer a los “rijosos”.

Para documentar el pesimismo, ahí están las numerosas impugnaciones que surgieron precisamente en Jalisco durante las elecciones presidenciales del 2 de julio. La mano de Ramírez Acuña se vio no sólo en el “destape” anticipado de Calderón como precandidato panista, sino en las urnas y en las estadísticas electorales de su entidad.

No fue casual que en la revisión de las casi 12 mil casillas electorales, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) le pusiera más reflectores a Jalisco.

El nombramiento de Ramírez Acuña se produjo poco después de que el vocero del PRI en el IFE, Javier Oliva Posada, calificó como “agravio” para su partido la llegada del exgobernador. El PRD reaccionó de inmediato en la Cámara de Diputados, y sin cuidado de las mínimas formas de “orden y respeto”, elementos del Estado Mayor mantienen el control de San Lázaro como si éste recinto fuera una extensión de la paranoia que caracteriza el estilo de Ramírez Acuña.

El flanco más conflictivo de Calderón queda descobijado con el nombramiento en Gobernación. ¿Cómo negociará la reforma electoral propuesta a través de un exgobernador acusado de parcial y alquimista? ¿Cómo enfrentará el conflicto de Oaxaca después de las detenciones y el traslado de integrantes de la APPO a Nayarit, medidas que recuerdan lo que el propio Ramírez Acuña hizo en Jalisco con los altermundistas? ¿Cómo establecerá la relación con los medios de comunicación un político que se ganó a pulso la fama de censor? ¿Cómo establecerá la interlocución con los poderes Legislativo y Judicial si, de antemano, anuncia medidas “disuasorias” contra un poder soberano?

La tendencia será criminalizar cualquier tipo de disidencia, oposición o crítica al gobierno entrante. No sólo contra López Obrador, la Convención Nacional Democrática o el Frente Amplio Opositor. La lista de críticos al gabinete de Calderón inicia en su propio partido, entre los priistas y en no pocos sectores de la sociedad civil que no pertenecen al lopezobradorismo.

Calderón anuncia, a través de Ramírez Acuña, que confunde la mano firme con la mano dura, el gobierno de coalición con la rendición incondicional y la interlocución política con la disuasión policiaca.

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