• Y Mouriño vuelve a tomar posesión
• El ife... y el ife... ¿y el ife?
Nada es tan delgado, mi estimado, que no tenga dos frentes. El reloj ha marcado la hora para que los legisladores en el Congreso demuestren esa distintiva manera suya de hacer política sellada con arreglones, jaloneos, trueques y pactos para sacar adelante la agenda y si es estrictamente necesario, pasar por encima de nuestra Carta Magna.
La misma que juraron respetar y hacer respetar.
Pero como México se ha convertido en un país de cínicos, my friend, qué mejor semillero que el honorable Congreso de la Unión para que unos cuántos pasados de lanza, esos que han sobrevivido tras el fuero legislatura tras legislatura, exhiban sus mezquinas miserias cuidando sus propios intere$es no siempre acoplados con los de la gran mayoría.
Hoy que se celebra otro aniversario más de la Constitución promulgada en Querétaro aquel 5 de febrero de 1917, la ley más importante del país y que está por encima de las demás, el resultado del desarrollo histórico del pueblo de México donde están plasmadas las garantías individuales y sociales y las obligaciones de nuestros gobernantes, nuestra Carta Magna es constantemente quebrantada, mi estimado, al grado de que los mismísimos diputados se aventaron el tiro en diciembre pasado de... mandarla al diablo.
La elección de los consejeros del ife fue su engrudo que se hizo bolas y sin más explicaciones de por medio, estos desvergonzados violaron la Constitución. La sarta de pendejadas para justificarse ha sido, digamos, monumental.
El combate contra la organizada delincuencia es una de las deudas pendientes hace muchas lunas. El narcotráfico está infiltrado en las más altas esferas del gobierno federal y la estrategia hasta hoy desplegada es un rotundo fracaso. El discurso oficial del debilitamiento de los cárteles es, a partir de ayer, de absoluta risa etílica.
La magnífica pirotecnia de los Operativos whatever salió carísima y la mentada recuperación de espacios públicos una más de las falsedades presidenciales que, junto al simpático slogan del presidente del empleo, esbozan el naufragio (del barco de gran calado) de un gobierno frágil y cada vez más vulnerable ante la táctica desplegada por la bola de traviesos.
Para enfrentar el peligroso flagelo Felipe y su excelso Gymboree, encabezado orgullosamente por Juan Camilo Mouriño —a quien su desorientado jefe coronó ayer con una segunda toma de posesión en Bucareli haciéndolo responsable en las formas (y el fondo) de la política de seguridad (¡¡jajajajaja..!! perdón)—decidieron que nuestras fuerzas armadas fungieran como punta de lanza en un controvertido plan que aún no arroja resultados positivos sino más bien negativos y pasivos, amén de un delicado desgaste para la leal institución que ya enciende focos rojos ante organismos internacionales sobre violaciones a los derechos humanos y que, no se me confunda mi estimado, tarde o temprano alguien terminará pagando esa factura... civil.
En este accidentado camino de una militarización nacional, la Constitución es flagrantemente violada en cada retén instalado que, bajo la justificación en la alocada guerra contra el narcotráfico, las garantías individuales más básicas, amable lector, son seductoras conjeturas. La fórmula mágica aplicada, firmada, cacareada y respaldada por Felipe lo ha colocado en un enredado callejón sin salida.
Sobre todo en ese singular capítulo de su controvertida protesta de su toma aquel divertido 1 de diciembre del 2006 donde juró, pávido y deprisa, respetar y hacer respetar la Constitución.
Un año después de venerar el valioso documento que sustenta un balance para la justicia social, la paz, la estabilidad política y la libertad, el panorama nacional luce más agraviado, más descompuesto, más polarizado, más amenazante para la gobernabilidad y, como la magnífica popularidad presidencial, en franco declive.
A México indiscutiblemente le urgen reformas... pero de cara a la nación. Abiertas, con un diálogo político y con un debate constructivo. Con los debidos consensos, argumentos y obligadas explicaciones.
Pero Felipe sigue obstinado en hacer gala de entrar por la puerta trasera. Sus iniciativas llegan deprisa, en lo oscurito, a escondidas y ocultas en sus detalles. No hay debate legislativo sino impune arreglón.
Y en medio si de pura suerte o haiga sido como haiga sido aparece nuestra Carta Magna es, en el mejor de los casos, para la simulación del discurso. Y en el peor... para una descarada transgresión.
La pregunta, my friend, es... ¿hasta cuándo?
• El ife... y el ife... ¿y el ife?
Nada es tan delgado, mi estimado, que no tenga dos frentes. El reloj ha marcado la hora para que los legisladores en el Congreso demuestren esa distintiva manera suya de hacer política sellada con arreglones, jaloneos, trueques y pactos para sacar adelante la agenda y si es estrictamente necesario, pasar por encima de nuestra Carta Magna.
La misma que juraron respetar y hacer respetar.
Pero como México se ha convertido en un país de cínicos, my friend, qué mejor semillero que el honorable Congreso de la Unión para que unos cuántos pasados de lanza, esos que han sobrevivido tras el fuero legislatura tras legislatura, exhiban sus mezquinas miserias cuidando sus propios intere$es no siempre acoplados con los de la gran mayoría.
Hoy que se celebra otro aniversario más de la Constitución promulgada en Querétaro aquel 5 de febrero de 1917, la ley más importante del país y que está por encima de las demás, el resultado del desarrollo histórico del pueblo de México donde están plasmadas las garantías individuales y sociales y las obligaciones de nuestros gobernantes, nuestra Carta Magna es constantemente quebrantada, mi estimado, al grado de que los mismísimos diputados se aventaron el tiro en diciembre pasado de... mandarla al diablo.
La elección de los consejeros del ife fue su engrudo que se hizo bolas y sin más explicaciones de por medio, estos desvergonzados violaron la Constitución. La sarta de pendejadas para justificarse ha sido, digamos, monumental.
El combate contra la organizada delincuencia es una de las deudas pendientes hace muchas lunas. El narcotráfico está infiltrado en las más altas esferas del gobierno federal y la estrategia hasta hoy desplegada es un rotundo fracaso. El discurso oficial del debilitamiento de los cárteles es, a partir de ayer, de absoluta risa etílica.
La magnífica pirotecnia de los Operativos whatever salió carísima y la mentada recuperación de espacios públicos una más de las falsedades presidenciales que, junto al simpático slogan del presidente del empleo, esbozan el naufragio (del barco de gran calado) de un gobierno frágil y cada vez más vulnerable ante la táctica desplegada por la bola de traviesos.
Para enfrentar el peligroso flagelo Felipe y su excelso Gymboree, encabezado orgullosamente por Juan Camilo Mouriño —a quien su desorientado jefe coronó ayer con una segunda toma de posesión en Bucareli haciéndolo responsable en las formas (y el fondo) de la política de seguridad (¡¡jajajajaja..!! perdón)—decidieron que nuestras fuerzas armadas fungieran como punta de lanza en un controvertido plan que aún no arroja resultados positivos sino más bien negativos y pasivos, amén de un delicado desgaste para la leal institución que ya enciende focos rojos ante organismos internacionales sobre violaciones a los derechos humanos y que, no se me confunda mi estimado, tarde o temprano alguien terminará pagando esa factura... civil.
En este accidentado camino de una militarización nacional, la Constitución es flagrantemente violada en cada retén instalado que, bajo la justificación en la alocada guerra contra el narcotráfico, las garantías individuales más básicas, amable lector, son seductoras conjeturas. La fórmula mágica aplicada, firmada, cacareada y respaldada por Felipe lo ha colocado en un enredado callejón sin salida.
Sobre todo en ese singular capítulo de su controvertida protesta de su toma aquel divertido 1 de diciembre del 2006 donde juró, pávido y deprisa, respetar y hacer respetar la Constitución.
Un año después de venerar el valioso documento que sustenta un balance para la justicia social, la paz, la estabilidad política y la libertad, el panorama nacional luce más agraviado, más descompuesto, más polarizado, más amenazante para la gobernabilidad y, como la magnífica popularidad presidencial, en franco declive.
A México indiscutiblemente le urgen reformas... pero de cara a la nación. Abiertas, con un diálogo político y con un debate constructivo. Con los debidos consensos, argumentos y obligadas explicaciones.
Pero Felipe sigue obstinado en hacer gala de entrar por la puerta trasera. Sus iniciativas llegan deprisa, en lo oscurito, a escondidas y ocultas en sus detalles. No hay debate legislativo sino impune arreglón.
Y en medio si de pura suerte o haiga sido como haiga sido aparece nuestra Carta Magna es, en el mejor de los casos, para la simulación del discurso. Y en el peor... para una descarada transgresión.
La pregunta, my friend, es... ¿hasta cuándo?
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