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01 febrero 2008

Televisión religiosa


Florence Toussaint

En México las Iglesias, especialmente la católica, han explotado el sentimiento religioso del pueblo para mantenerlo sojuzgado, atado a obediencias ancestrales, en el peor de los casos al fanatismo destructor. Y se han servido de los medios para divulgar sus creencias y extender su influencia.

Aún después de promulgadas las Leyes de Reforma, siguieron editándose periódicos católicos de amplio tiraje. En el siglo XX la aparición de la radio y después de la televisión ofreció tecnologías de mayor alcance para mantener las ideas religiosas en la mente de las personas. Si bien el Estado laico prohibió el proselitismo abierto en los medios y el culto externo, de cualquier manera siguieron existiendo periódicos y estaciones de radio religiosas. Difundían en el sureste mexicano algunas emisoras protestantes y evangélicas. Los jesuitas tuvieron en sus manos radiodifusoras educativas. A partir del restablecimiento de relaciones con el Vaticano en los años noventa, la beligerancia de la Iglesia católica resurgió con fuerza.

Hoy, los gobiernos panistas entronizados en el poder han abierto en mayor medida la puerta al proselitismo religioso en los medios. En cable hay dos canales destinados exclusivamente a la difusión, tanto de rituales como de sermones de religiones cristianas, algunas de las cuales se han convertido en un gran negocio, tal es el caso de la secta Moon.

En señal abierta Televisa difunde el programa Pare de sufrir, de esencia religiosa. Las telenovelas de este consorcio se han caracterizado por incluir en sus argumentos las creencias católicas. Entre los personajes hay curas y monjas; las imágenes de santos y vírgenes son parte del escenario, las bodas, bautizos y demás ritos aparecen en pantalla con frecuencia. “Si Dios quiere, gracias a Dios, que Dios los bendiga”, son frases hechas que se escuchan reiteradamente. Todo ello sin que Gobernación diga una palabra.

La procuraduría de los derechos humanos del estado de Guanajuato ha denunciado que TV-4, el canal local que pertenece al gobierno del Estado, difunde una telenovela llamada Vida mía, la cual presuntamente contiene dogmas de la fe católica y discriminación para otras doctrinas. La serie fue coproducida con Guadalupe Comunicaciones, empresa privada; contiene 33 capítulos. Su realización se llevó a cabo en escenarios guanajuatenses.

Esta emisora tiene un presupuesto que proviene del erario, además de patrocinadores, ya que se trata de un permiso. Transmite 19 horas diarias y produce 45% de su programación que divide en tres rubros: informativa, entretenimiento y cultural. Nació en 1980 y no es, como casi ninguna de las estaciones de los gobiernos de los estados, autónoma en su funcionamiento. Es decir, se trata de una emisora del gobierno que difunde lo que al gobierno local le parece. Y su director decidió que dicha serie era adecuada para los ciudadanos guanajuatenses.

Según las declaraciones de los involucrados, parece evidente que se trata de la injerencia de la Iglesia católica de Guanajuato a través de una empresa que debe recibir fondos de esa congregación. Jorge Villegas, vocero de la arquidiócesis de León, avaló a Guadalupe Comunicaciones como “productora de programas de televisión de corte católico, que no sólo trabaja con TV-4, sino que hace programas para otros países, y sí difunde valores católicos”.

El asunto no es exclusivo de TV-4 y corresponde a un problema mayor: Desde que Vicente Fox asumió la Presidencia, las violaciones a la Constitución y al Estado laico se multiplicaron desde el Ejecutivo. Ello dio lugar a que el resto de las instituciones y de los funcionarios incurrieran en las mismas faltas a la ley.

Por otra parte, la inexistencia de una reglamentación que asegure a las emisoras públicas un presupuesto suficiente, independencia respecto del partido en el poder, del gobernante en turno, de los grupos religiosos y empresariales, y defina los límites en la búsqueda de patrocinios, está llevando a dichos canales a una existencia incierta. El cuadrante está hoy a merced o bien de la estulticia, o bien de la comercialización extrema. Cada día se va haciendo más urgente un proyecto de Ley de Radio y Televisión que abarque la economía, la infraestructura, pero también los contenidos.

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