Por Berenice
Actualmente las botellitas de aguas “pura” de la afamada marca que además fabrica cereales, como el del conejito, se venden en algunas esquinas de la Ciudad de México por tan sólo 5 pesos; pero además de ser económicamente atractivas, esconden grandes sorpresas a sus consumidores.
Cuarto para las siete de la mañana del martes 3 de junio. El semáforo se pone en rojo en la esquina de Marina Nacional y la Torre de Pemex. Yo, Berenice, apurada por llegar a clase, decido comprar la usual botella de agua diaria; por practicidad, acepto el nuevo punto de venta o de “hidratación”, como usted lo quiera ver.
La sed llegó y mi súper promoción la saciaría. Voy, destapo la dichosa “botelluca”, la coloco en mis labios para dar el primer tragote (tenía mucha sed); de pronto, un olor penetrante a químico y lo áspero de la boquilla me hacen desistir de la acción. La botella estaba adulterada, la cerraron con aquel pegamento “que pega de locura”. ¡Haaaaaaaaaaa…!
“Guácatelas”, tenía pegamento en mis labios, sí compañeros, mi grito se escuchó por toda la universidad. Corrí y corrí, ya “tranquila” tomé la botella para marcar al número 018003637853, según para quejas, y lo único que conseguí fue un “el número ochocientos que usted marcó no permite recibir llamadas desde la ciudad en que se encuentra”.
Esperando correr con mayor suerte marqué otro número, no era un 01800, pero pa’ pronto fue lo mismo; la típica contestadora con múltiples opciones, una de ellas era para consultar recetas de cocina, pero ninguna que dijera “marque cuatro para quejarse”.
Fastidiada, recurrí a la Profeco. La señorita González, después de escuchar mi triste historia, me mando por pepitas a Coyoacán; me recomendó marcar a la Cofepris, donde amablemente me atendió el tono de fax.
Pero no pude desistir y por ello escribo esto, una posible intoxicación no anunciada, pues en nuestro país parece inexistente una dependencia que nos proteja como consumidores, y miren que yo tenía una buena imagen, al menos de la Profeco.
No está de más mencionarles cómo me tranquilicé al escuchar la opción número dos de su menú, para quejas, pero creo que quejas por botellas adulteradas de agua “pura” no se atienden allí.
De nueva cuenta hago un llamado a quien disponga de este espacio para hacer valer su derecho, de alguna manera deben de entender que no sólo es pésimo que se conviertan en ambulantes “regularizados”, vender productos adulterados es un delito.
Fuente: Web TVA
Actualmente las botellitas de aguas “pura” de la afamada marca que además fabrica cereales, como el del conejito, se venden en algunas esquinas de la Ciudad de México por tan sólo 5 pesos; pero además de ser económicamente atractivas, esconden grandes sorpresas a sus consumidores.
Cuarto para las siete de la mañana del martes 3 de junio. El semáforo se pone en rojo en la esquina de Marina Nacional y la Torre de Pemex. Yo, Berenice, apurada por llegar a clase, decido comprar la usual botella de agua diaria; por practicidad, acepto el nuevo punto de venta o de “hidratación”, como usted lo quiera ver.
La sed llegó y mi súper promoción la saciaría. Voy, destapo la dichosa “botelluca”, la coloco en mis labios para dar el primer tragote (tenía mucha sed); de pronto, un olor penetrante a químico y lo áspero de la boquilla me hacen desistir de la acción. La botella estaba adulterada, la cerraron con aquel pegamento “que pega de locura”. ¡Haaaaaaaaaaa…!
“Guácatelas”, tenía pegamento en mis labios, sí compañeros, mi grito se escuchó por toda la universidad. Corrí y corrí, ya “tranquila” tomé la botella para marcar al número 018003637853, según para quejas, y lo único que conseguí fue un “el número ochocientos que usted marcó no permite recibir llamadas desde la ciudad en que se encuentra”.
Esperando correr con mayor suerte marqué otro número, no era un 01800, pero pa’ pronto fue lo mismo; la típica contestadora con múltiples opciones, una de ellas era para consultar recetas de cocina, pero ninguna que dijera “marque cuatro para quejarse”.
Fastidiada, recurrí a la Profeco. La señorita González, después de escuchar mi triste historia, me mando por pepitas a Coyoacán; me recomendó marcar a la Cofepris, donde amablemente me atendió el tono de fax.
Pero no pude desistir y por ello escribo esto, una posible intoxicación no anunciada, pues en nuestro país parece inexistente una dependencia que nos proteja como consumidores, y miren que yo tenía una buena imagen, al menos de la Profeco.
No está de más mencionarles cómo me tranquilicé al escuchar la opción número dos de su menú, para quejas, pero creo que quejas por botellas adulteradas de agua “pura” no se atienden allí.
De nueva cuenta hago un llamado a quien disponga de este espacio para hacer valer su derecho, de alguna manera deben de entender que no sólo es pésimo que se conviertan en ambulantes “regularizados”, vender productos adulterados es un delito.
Fuente: Web TVA
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