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12 junio 2008

Televisa, sólo para sí

PLAZA PÚBLICA

Por Miguel Ángel Granados Chapa

Actitudes y acciones del depuesto Santiago Creel respecto del consorcio Azcárraga hicieron que allí se olvidaran de los trascendentales favores recibidos del Secretario de Gobernación del sexenio pasado, y se pidiera su cabeza

La azarosa relación de Santiago Creel y Televisa muestra la obviedad de que, al modo norteamericano expresado por John Foster Dulles, el consorcio Azcárraga no tiene amigos, sino intereses. Aunque esos amigos lo hayan favorecido grandemente, como lo hizo el Secretario de Gobernación en octubre del 2002 y mayo del 2005, a la postre imperan los intereses, que en junio del 2008 estimaron necesario castigar a Creel por comportamientos posteriores que Televisa no se permitió condonar.

Llevado de la mano -la que unciosamente y con ese motivo besó Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa- de la Primera Dama Marta Sahagún, en la primera fecha Creel modificó el reglamento de la Ley de Radio y Televisión en beneficio de los concesionarios de esos medios y el acuerdo que los obligaba a cubrir en especie un impuesto especial decretado en 1969.

Para hacerlo dio un portazo a las organizaciones civiles que él mismo había convocado, en la vena democrática con que llegó a Bucareli, para propiciar una reforma a los medios electrónicos. En vez de hacer culminar los trabajos que por más de un año realizó en Gobernación misma esa parte de la sociedad civil, el duopolio obtuvo su propia reforma, preámbulo de la que con mayor hondura y amplitud se labrarían los magnates de la televisión entre diciembre del 2005 y marzo del 2006: la Ley Televisa (injustamente llamada así porque niega a la empresa de Ricardo Salinas Pliego el mérito de una autoría compartida).

Antes de esto último, y en vísperas de emprender su búsqueda de la candidatura presidencial, el 26 de mayo del 2005 Creel otorgó a Televisa permisos para abrir 65 salas de apuestas, semilla de la nueva rama de negocios del consorcio, que ha crecido gracias a la difusión que recibe en sus canales propios y se convirtió en una principalísima fuente de sus ganancias.

A juzgar por los resultados, Creel hizo un mal negocio al canjear su prestancia política por la incierta influencia que la televisión ejerciera a favor de su precandidatura. El hecho es que Felipe Calderón, en una campaña destinada directamente a quienes tomarían la decisión -los miembros activos del PAN-, superó a Creel, que contaba con el favor del Presidente Fox.

Éste contó con la influencia suficiente -acrecentada por el modo en que contribuyó a que Calderón lo reemplazara- para hacer que Creel figurara entre los candidatos panistas al Senado y para que Manuel Espino lo designara coordinador de la bancada respectiva.

Creel actuó con tal anchura de sus propios márgenes en ese cargo que, seguramente libre de compromisos, aportó información sobre el modo en que se gestó la Ley Televisa, aprobada durante un periodo en que él estuvo fuera de la escena: esa ley (que en ese momento estaba en cuestión ante la Suprema Corte) resultó más de una imposición, dijo en mayo del 2007, que de una negociación. Se impuso "una sola visión y no la que surge de considerar la pluralidad de intereses". Y el objetivo fue logrado "prácticamente sometiendo a los candidatos y a los partidos", que se encontraban en pleno proceso electoral del 2006. El producto, juzgó Creel, fue contrario al interés general, porque "concentra el mercado, establece un régimen de concesiones inconveniente y no especifica el régimen de transitoriedad a un sistema digital en igualdad de opciones para nuevos competidores, por lo que se requiere un fortalecimiento de la autoridad competente".

Derrotada judicialmente la Ley Televisa, se hizo necesario aplicar los criterios de la Corte a la integración de un nuevo cuerpo legal, del que Creel se manifestó partidario. Lo fue también, en un proceso que desde otra perspectiva abordaba el mismo problema (porque el actual sistema de concesiones es un problema), de la reforma constitucional en materia de elecciones, que sacó del comercio la propaganda política, prohibiendo la contratación de mensajes de esa naturaleza (y no únicamente los spots electorales) por partidos y particulares.

Nunca lo hubiera hecho. Sus antiguos y olvidadizos amigos lo convirtieron en su enemigo. Lo atacaron mediante un quintacolumnista, Federico Döring, su personero en el Senado, y mediante el ninguneo. Una medición de presencias en los canales de Televisa y TV Azteca mostró el patético lugar que se le reservó: entre el 1o. de septiembre y el 15 de diciembre pasados, Manlio Fabio Beltrones estuvo presente en 29 de las 78 notas relativas al Senado y Carlos Navarrete en 11, mientras que Creel lo hizo en sólo ocho.

Su ausencia en la televisión del duopolio se hizo más notoria en los foros senatoriales sobre la reforma petrolera, no obstante que como presidente de la Mesa Directiva tiene un papel protagónico en las sesiones.

Carmen Aristegui, en cambio, le otorgó carácter de figura principal en la serie que realizó para el Canal de los universitarios, y que se transmitió del 13 al 17 de mayo. Creel se mostró ampliamente informado y convencido de las iniciativas presentadas por el Gobierno, dispuesto a defenderlas como era su papel. No tendrá ocasión de hacerlo porque Calderón y Martínez (es decir, Calderón) juzgaron que el debate tendrá mejor resultado si cuenta con la voluntad de Televisa, que tiempo atrás había pedido la salida de Creel, porque con Beltrones ya se había arreglado. El ya ex coordinador se hará un bien a sí mismo, y a la República, si revela lo que sabe de las presiones y de su efecto en el Gobierno. Una mal entendida disciplina partidaria o un mal cálculo sobre su futuro no debieran impedírselo.


Cajón de sastre

Tal vez al mismo Santiago Creel sorprendió el aplauso intenso con que se le recibió ayer por la mañana en la sesión de la Comisión Permanente del Congreso de la Unión, de que seguirá siendo presidente a pesar de su destitución como coordinador de la bancada panista en el Senado. Aunque su brusca remoción gustó al puñado de senadores que lo soportaban como jefe de la fracción, causó inconformidad en otros miembros de ese grupo parlamentario, que habían llegado a reconocer el liderazgo de Creel. De modo que hubo panistas que, al lado de los senadores y diputados de otros partidos, mostraron su solidaridad con el dirigente depuesto. La presidencia de la Mesa Directiva (de donde derivó la de la Comisión Permanente en este receso) es un cargo para el que elige el pleno, sin necesidad de ser coordinador.

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2 comentarios:

Carlos Gustavo dijo...

La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si continuamos consintiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder... Creo que un nuevo Hitler tendría, con la televisión, un poder infinito. Karl Popper 1996

::: RMX ::: dijo...

Asi es, sabes donde se ve claramente eso en la pelicula V de Venganza, igual y ya la viste, pero tienes razon en tus valiosas apreciaciones, saludos y gracias por comentar.