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27 abril 2008

Crece espiral de quiebras

Recesión profunda y prolongada

Teresa Martínez / Vértigo

La recesión en Estados Unidos, producto principalmente de la falta de regulación del sector financiero y la ambición de grandes especuladores, se convirtió ya en una inusitada espiral de caos económico: amparadas en la ley, diversas empresas se ven obligadas a recurrir a la quiebra ante la disminución en la demanda de sus productos y la contracción del crédito, lo que repercute en sectores estratégicos como el transporte.
Aunque prácticamente todos los rubros se ven al borde de la parálisis, esta situación de grandes pérdidas y quiebras es aprovechada por reconocidos ingenieros financieros para obtener ganancias de miles de millones de dólares.
Por si fuera poco, las autoridades estadunidenses persisten en su rechazo a tomar medidas tajantes para frenar la crisis y cada día son más las instituciones financieras que, como Carlyle Capital, Bear Stearns y Washington Mutual, obtienen el beneficio de rescates millonarios con fondos públicos.
Y en medio del debate por encontrar a los culpables de la recesión que detonó la crisis hipotecaria, el Fondo Monetario Internacional señala como responsable a la administración del presidente George Bush debido a que rechazó la supervisión bancaria del organismo mundial por lo que, asevera, ahora debe intervenir para salvar la situación.

Ganones
Pero, por encima de cualquier otro funcionario, autoridad o institución, los expertos señalan como responsables de la severa recesión económica a los ingenieros financieros creadores de las herramientas que dieron lugar a la interminable y peligrosa especulación para generar ganancias millonarias y quienes recurren a todo tipo de maniobras para obtener ganancias millonarias, incluso en los momentos más álgidos de la crisis económica.
Claro ejemplo de ello son los administradores de fondos de cobertura que enlistó esta semana la revista especializada Alpha Magazine y quienes rápidamente se hacen cada vez más ricos debido a que tuvieron beneficios mínimos de 360 millones de dólares en 2007, en tanto que el ingreso medio de los estadunidenses fue de casi 60 mil 500 dólares en el mismo periodo. Es decir que, combinados, los 50 principales ingenieros financieros alcanzaron el año pasado ganancias por 29 mil millones de dólares, equivalentes a 18 veces más que en 2002.
Entre estos supermillonarios que sacan provecho hasta de la recesión destacan los administradores de fondos de cobertura John Paulson, James H. Simons y George Soros, quienes obtuvieron en 2007 rendimientos por más de tres mil millones de dólares cada uno.
Y en el otro extremo de la lista de Alpha Magazine, en los últimos lugares de ganancias, figuran nombres como Bruce Kovner, de Caxton Associates, y Barry Rosenstein, de Jana Partners, quienes ganaron “apenas” 100 y 170 millones de dólares, respectivamente, sólo el año pasado.
Pero la responsabilidad de la crisis no recae únicamente en los ingenieros financieros, sino también en grandes especuladores como Bear Stearns, intermediarios financieros como Carlyle Capital y calificadoras como JP Morgan, Moody’s y Standard & Poors, debido a que aprovecharon la falta de una regulación eficiente para implantar su ingeniería financiera y crear herramientas que les permitieron especular de manera ilimitada.
Mediante diversos fondos de inversión, por ejemplo, crearon un boom de riqueza económica que si bien no fue tangible permitió a los estadunidenses allegarse de bienes inmobiliarios e incrementar su consumo, e imprimir un presunto gran dinamismo a la economía doméstica… que al final se convirtió en mera ficción.
Y es que mediante esa especulación los intermediarios financieros lograron ganancias millonarias en corto tiempo, con lo que provocaron la hiperinflación del dólar.
Y no hay que olvidar que las instituciones reguladoras gubernamentales comparten la responsabilidad del caos financiero: tanto el Departamento del Tesoro como la Reserva Federal y el propio gobierno estadunidense se mostraron confiados en que el libre mercado terminaría por imponer las reglas, por lo que dejaron a ese sector fuera de regulación.
Dominique Strauss-Kahn, titular del Fondo Monetario Internacional, señala incluso que Estados Unidos rechazó el método de supervisión y regulación sugerido por el fmi para prevenir la crisis económica.
A la luz de la recesión económica, se evidencia que los intermediarios, ingenieros y reguladores financieros actuaron sin responsabilidad alguna, dando lugar a la voracidad que terminará por afectar a todo el sistema económico mundial, según advierten los expertos y analistas de la recesión.

Rescate internacional
De hecho, los innumerables problemas que desencadena el hundimiento económico de Estados Unidos ya obligó al FMI a pedir, no sólo al gobierno estadunidense sino a los 185 países reunidos en la asamblea semestral conjunta con el Banco Mundial, que consideren la inyección de fondos públicos en bancos con problemas, como se hizo en eu con instituciones como Bear Stearns (el quinto banco de inversión más grande de esa nación) y Washington Mutual (la mayor firma estadunidense especializada en préstamos y ahorros).
Algunos analistas advierten que el rescate de instituciones bancarias como Washington Mutual podría costar a los contribuyentes más de tres trillones de dólares, en tanto que el rescate de los fondos de inversión costaría otros siete trillones.
En su primer cálculo, alejado de la realidad según algunos especialistas, el FMI destaca pérdidas potenciales de un billón de dólares, además de advertir que “el deterioro en los mercados de crédito se está moviendo a otros tipos de productos financieros, básicamente por el debilitamiento de la economía, y eso pondrá presiones adicionales a los balances de los bancos”.
La realidad rebasa los pronósticos del organismo internacional, pues grandes instituciones financieras ya registran graves descalabros. Es el caso del mayor banco estadunidense, Citigroup, que en el último trimestre de 2007 perdió nueve mil 800 millones de dólares, en tanto que en el primero de 2008 registró bajas por 13 mil millones. Estas y otras pérdidas registradas a lo largo de 2007 obligaron a Citigroup a vender la mayor parte de CitiCapital, la división de leasing (arrendamientos con opción a compra) y préstamos comerciales. Debido a que la situación financiera del comprador, General Electric, también es afectada por la recesión, anunció que reducirá los gastos fijos mediante el recorte de 20% de su personal, que asciende a 370 mil empleados.
Situación similar enfrenta Merrill Lynch, que reportó pérdidas por siete mil 700 millones de dólares en el primer tercio de 2008. A esto debe sumarse lo reportado por el Washington Mutual, cuyos quebrantos superan los mil 100 millones; así como el deterioro de 6% en las ganancias de General Electric respecto del primer trimestre de 2007. Entre las instituciones que ya fueron rescatadas con recursos públicos o privados están Bear Stearns y Washington Mutual, con 30 mil y siete mil millones de dólares, respectivamente.
Lo paradójico es que fueron precisamente esas instituciones, junto con otros intermediarios financieros, las que provocaron la debacle al realizar malos y riesgosos negocios, aunque sumamente rentables en su momento.
Empresas calificadoras como JP Morgan, Moody’s y Standard & Poors, entre otras, también son fuertemente criticadas pues hasta horas antes de la debacle avalaron, mediante sus calificaciones a instrumentos financieros, la confiabilidad de un sistema al borde del colapso.
Y debido a que dicha ingeniería financiera se replicó en todo el mundo, la caída de este sistema repercutió drásticamente al sistema bancario internacional, situación que se evidencia en los sistemas bursátiles de Occidente y Asia.

Temible espiral
La evidencia cada vez mayor de que todo es producto de la especulación, lejos de suavizar el impacto de la crisis, provoca que la confianza del consumidor estadunidense en la economía se encuentre hoy en su nivel más bajo de los últimos 25 años, según un estudio de la Universidad de Michigan.
Otros informes señalan, además, que el índice de estadunidenses que sienten vivir mejor que hace cinco años se encuentra, igualmente, en el nivel más bajo de las últimas cuatro décadas.
A pesar de que indicadores económicos como el desempleo y la inflación se ubican por debajo de los niveles registrados en otros periodos de crisis, la confianza de los consumidores es tan baja que se comenzó a racionar el consumo, al dar prioridad a satisfacer necesidades como la alimentación y el combustible, productos que desplazan a artículos como muebles, vestido, aparatos electrodomésticos, entre otros.
Así, los efectos de esta segunda gran depresión económica, como la califican ya diversos expertos internacionales, pueden verse en muchos rubros económicos antes considerados de gran fortaleza, lo que desencadenó una espiral de problemas sistémicos.
Actualmente, por ejemplo, las pequeñas y medianas cadenas especializadas en la venta de estos artículos ven serias repercusiones en sus ingresos, lo que aunado a la restricción del crédito bancario les obliga a reducir sus compras e incluso a realizar recortes en el número de empleados.
Más aún, mientras algunas compañías simplemente cierran decenas de sucursales para evitar costos de operación y absorber mayores pérdidas. Cada vez más empresas recurren a la ley de quiebras para evadir el pago de los adeudos y realizar recortes de personal sin obligación de pago alguno, con lo que miles de personas (unas 80 mil en marzo) se quedan sin empleo.
Y es que las ventas de estas tiendas, que parecen reportar enormes ganancias, dependen de los patrones temporales de compras, por lo que recurren al crédito para solventar las compras y pagos en épocas de poca actividad económica. Sin embargo, actualmente se ven afectadas tanto por la disminución en el consumo de los estadunidenses, como por el recorte en el crédito otorgado por la banca.
La situación es tan grave que el Consejo Internacional de Centros Comerciales estima que en 2008 casi cinco mil 770 almacenes cerrarán sus puertas, lo que representa 25% más que en 2007, cuando se registraron cuatro mil 603 cierres de almacenes.
Lejos de todo cálculo optimista, esta situación está muy lejos de tocar fondo: la primera semana de abril cerró con un anuncio de graves caídas en las ganancias de General Electric, la tercera empresa global en capitalización bursátil, muy diversificada y, aparentemente, protegida de la crisis económica.
Cabe señalar que este dato es por demás relevante, pues los especialistas afirmaban que sólo las empresas de la rama financiera, especialmente los bancos, registrarían pérdidas importantes.
A esto se suman indicadores como la cada vez más baja confianza de los consumidores, el incremento en el desempleo, el creciente índice inflacionario, la devaluación del dólar, la baja en las tasas de interés, entre otros.
Y, en este sentido, vale la pena señalar que según análisis del diario The New York Times, Estados Unidos no registraba un año de tan desigual distribución de la riqueza desde 1928, en vísperas precisamente de la Gran Depresión.

OCDE: afianzar la regulación
Como una forma de evitar que los intermediarios financieros continúen con las prácticas que provocaron la actual crisis, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico destacó a su vez la necesidad de lograr “un enfoque más moderno y dinámico de la regulación financiera”.
El organismo internacional señaló que se requiere “una reforma profunda del sistema financiero y de la manera en la que se regula debe convertirse en elemento clave del debate político”.
La advertencia de los especialistas es contundente: ante la voracidad de los intermediarios financieros y sus prácticas encaminadas a generar interminables ganancias es necesario crear un sistema donde la regulación sea clara y eficiente, en tanto que establezca castigos severos a especuladores y garantice riqueza tangible que vaya más allá del incremento en el nivel de vida basado en el endeudamiento de la ciudadanía, pues es patente que en cualquier momento la burbuja, simplemente, explota.

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