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26 abril 2008

Hacer el ridículo

Por: Eduardo Ibarra Aguirre

Intransigencia acompañada con desplantes de beligerancia, distinguen a las bancadas de Acción Nacional en San Lázaro y Xicoténcatl por los 16 días transcurridos desde que comenzó la toma de los salones de plenos. No pareciera ser el caso de Santiago Creel Miranda o le tocó desempeñar otro papel.

Mientras los primeros impulsan, con más ruido que eficacia, medidas coercitivas contra los legisladores del Frente Amplio Progresista y se disputan el primer lugar en el vómito de adjetivos contra Andrés Manuel López Obrador hasta mutarlo en Diablo reencarnado, el coordinador de los senadores blanquiazules hace acopio de paciencia, teje y vuelve tejer soluciones negociadas que satisfagan a múltiples partes en pugna, en primer lugar al mosaico legislativo que realiza el “secuestro, ocupación, toma, clausura del Congreso” (convertidos en sinónimos por Joaquín López-Dóriga), al PRIAN como columna vertebral del sistema político, a los modositos en público pero divergentes grupos panistas, con las 11 familias que ponen y disponen, y al primer azul del país.

La negociación está entrampada porque mientras los coordinadores parlamentarios trabajan para remontar el desencuentro que provocó Felipe de Jesús Calderón Hinojosa con el monumental despropósito de aprobar el paquete legislativo en materia petrolera en tres semanas, también decidió aportar gasolina al incendio al entrometerse en la vida del Partido de la Revolución Democrática, formular una visión reduccionista de los graves e inaplazables problemas internos que padece el PRD, y confundir la lucha social y política -sin la cual este país simplemente es inconcebible- con hacer el ridículo.

El escenario escogido no pudo ser peor: Estados Unidos y acompañado por George Walker Bush, sin el apoyo del cual -advierten los más severos críticos- no despacharía en Los Pinos. Contrasta, agudamente, esta conducta con la complaciente que asumió frente a Alvaro Uribe Vélez en Cancún, Quintana Roo, cuando el colombiano sentenció a los universitarios mexicanos que asesinaron sus soldados con apoyo del Pentágono.

“Defender la patria no es ridículo”, le respondieron, como era de esperarse, los hombres y mujeres que desde el Congreso, pero sobre todo desde las calles -“son pocos, pero muy eficaces”, lamentó Héctor Aguilar Camín- le echaron a perder su reforma petrolera sin debate y con levanta dedos como en los tiempos del autoritarismo priísta. Así aprobaron la Ley de Adquisiciones, Arrendamientos y Servicios del Sector Público.

Es humanamente comprensible que Calderón Hinojosa esté muy molesto porque su plan maestro sexenal sufrió un revés. Y que la cabeza indiscutible -aunque provoca polarización alimentada y natural- de ese movimiento sea “el señor López”. Pero el que se enoja pierde.

Y no es tiempo para los enojos y berrinches que le atribuye el grupo gobernante al tabasqueño y que cada vez más exhibe como propios el michoacano y su gabinete gris y de corte foxista.

Pareciera clara la necesidad de concentrar muchos más esfuerzos políticos e intelectuales en no perder el debate decisivo, el que se desenvolverá de cara a la sociedad y que será imposible ocultar.

Obtusamente, el gobierno y la plutocracia -aliados sólidos en la mayor apertura de Petróleos Mexicanos a la inversión privada, sobre todo de las trasnacionales-, persisten en la propaganda mediática. Y ésta ya empieza a operar como un formidable bumerán por la saturación que padece la ciudadanía y por el desprestigio de los conductores, lee noticias y merolicos. Como bien les advirtió el talentoso y oficialista Aguilar: giran demasiado “alrededor de la minoría” y “no informan de lo que está haciendo la mayoría”.

Están a tiempo de corregir. Antes de que sea demasiado tarde.

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