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01 abril 2008

Empezar al reves

Sergio Elias Gutierrez / El Norte / Grupo REFORMA / 1 abril 2008


Ni en este periodo vacacional disminuyó el bombardeo informativo. Hubo mucha nota, como se dice en el medio periodístico. La discusión de la reforma petrolera, aderezada con la elección de los perredistas, dio mucho qué decir.

Para concluir, el informe anual de la Auditoría Superior de la Federación (ASF) de la Cámara de Diputados contribuyó a la profusión de información relevante. De éste me serviré para ligarla con la reforma petrolera.

De entrada hago una propuesta para el debate en torno a esta reforma: ¿por qué no empezamos la discusión de la reforma al revés de cómo se plantea ahora? Todos afirman que es urgente salvar a Pemex, porque así se salva la Patria. Siendo así, por qué no iniciar la discusión con un informe detallado de qué ha pasado con los recursos obtenidos por Pemex, en el pasado inmediato, digamos 6 ó 12 años. Aclarado ese punto, podemos seguir con el destino que se dio a ese dinero, el más cuantioso ingreso público en la historia del País.

Después que sepamos el monto y destino de ese dinero, deberíamos exigir un programa para los futuros recursos. Presupuestar es partir de supuestos. Ésta es la práctica legislativa y hacendaria en muchos países. La programación del gasto público y su incidencia en la economía es de la mayor prioridad.

Apenas en marzo del 2006, Vicente Fox publicó una nueva Ley de Presupuesto y Responsabilidad Hacendaria, antes de Presupuesto, Contabilidad y Gasto Público. El gobierno foxista consideró que había que darle un nuevo sesgo a los ingresos petroleros, agregando la responsabilidad en el ejercicio del gasto.

La ley trata de imponer racionalidad al gasto de los ingresos petroleros que son los más importantes. Señala que la Auditoria Superior y las Secretarías de Hacienda y de la Función Pública vigilarán el buen ejercicio de ese gasto.

Llama la atención que esta ley, a diferencia de la anterior que estuvo en vigor por décadas, hace énfasis en la manera en que se deben ejercer los recursos del petróleo.

En estas reglas están las relativas a los fondos para trasladar dinero a los estados, pero también los que se destinarán a crear fondos de contingencia para cuando el petróleo caiga en sus precios o la producción disminuya, como es el caso actual.

La semana pasada, al analizar la cuenta pública del año 2006, último del foxismo, el auditor superior de la federación señalo que en el sexenio pasado, 2000-2006, Pemex tuvo 720 mil millones de ingresos extraordinarios. La mayoría, si no es que todos, provenientes del petróleo. En el mismo lapso, el País creció sólo el 3.2 por ciento. En tanto, la deuda pública creció en 600 mil millones de pesos.

Cada año hubo un ingreso extraordinario de 120 mil millones de pesos, pero ni así fue posible abatir el rezago educativo, mejorar la salud pública o mejorar la infraestructura del País. Saber para qué sirvió el ingreso extraordinario nos puede ayudar a evitar los mismos errores en el futuro.

La Ley de Presupuesto señala que el 25 por ciento de estos recursos deben ir a proyectos de inversión en infraestructura de la propia empresa. Si esto es cierto, sería cuestión de echar mano de esos recursos para mejorar a Pemex antes de pensar en repartir el pastel en manos extranjeras. La tecnología, aún la más sofisticada, está disponible en los mercados del ramo.

Los resultados de la ASF muestran también que hubo desvíos y malos manejos de recursos federales que operaron estados y municipios, producto de la abundancia petrolera.

Ya entrados en revisiones podemos exigir saber cuánto creció el gasto corriente de todos los gobiernos. No vaya a ser que la reforma de Pemex, última reserva de la riqueza nacional -aparte de la Selección Nacional-, vaya a seguir siendo la proveedora de mayores beneficios a la burocracia, a los empresarios nacionales y extranjeros, que con ella contratan, y a su sindicato.

Por qué no empezar al revés y saber antes de auditorías, que ya no remedian nada, cómo se va a gastar ese dinero, al menos en este sexenio. Ponerle objetivos y metas medibles y comprobables. Ya después podemos entrar a la discusión de cómo y para dónde llevar a la empresa que va a proveer los recursos.

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