Rusia (Ros y Magog) y su presidente (Gog) mostrando ya las características peligrosas de los últimos tiempos, en la semana 70 NADIE podrá frenarlos de invadir a Israel junto con varias naciones de la ex unión soviética y todas las naciones árabes.
2 Timoteo 3:1-5, Ezequiel 38 y 39
Mauricio Sánchez Rubio
El final de la Presidencia de Putin se recordará por su vuelta a la carrera armamentística de la Guerra Fría. La información sobre los programas militares rusos se va filtrando. Hoy se sabe que tiene en marcha un programa de 30.000 millones de euros para poner al día el desfasado material soviético. En la lista hay: un sistema de radar antimisiles -convencionales e intercontinentales- totalmente ruso; misiles balísticos intercontinentales, una flota de bombarderos supersónicos Tupolev-160 y, al menos, 31 nuevos barcos, incluidos varios portaaviones.
Sólo EE UU posee un avión de quinta generación, el F-22, un carísimo proyecto que ha estado a punto de cancelarse en varias ocasiones por el elevado precio de cada aparato, unos 300 millones de euros. Pero en Moscú el dinero no es problema y el Ministerio de Defensa ya reconoce que está en desarrollo su F-22. Para paliar los costes, Putin ofreció a India participar en el proyecto como socio de riesgo, en un movimiento estratégico muy inteligente para añadir un aliado regional, y nuclear, de primer nivel. Mientras llega el nuevo avión, Rusia ha mejorado y exportado a India el Sukhoi 30, aparato que también ha «colocado» a China, Malasia y Venezuela.
Israel protestó ante Rusia por la aparición durante su última guerra en Líbano del misil anticarro Kornet-E, capaz de penetrar blindajes de un metro a 5 kilómetros. El uso de este sistema, que Rusia ha vendido a Siria, fue una de los principales problemas del Ejército judío hace un año. En los 90, Moscú vendió buena parte de los arsenales viejos de la URSS a más de un centenar de países pero ahora sistemas más sofisticados están llegando a los ejércitos del llamado «Eje del Mal», como los misiles antiaéreos S-300 que ha instalado Irán para proteger sus centrales nucleares.
El Kremlin lleva desde 2003 ideando una respuesta contundente a la ampliación de la Alianza Atlántica hacia el Este, hasta lo que antes era el «patio trasero» de la URSS y que los militares rusos consideran una clara amenaza a la que dar respueta. En estos estados, salvo Bielorrusia, el magnético poder de atracción de Occidente ha hecho que sus poblaciones y dirigentes miren más a la UE como faro para el futuro que a Moscú. Putin, que se ha llenado los bolsillos con la incesante subida del precio del crudo, ha optado por el rearme para restaurar el atractivo ruso para sus países satélites. Esta arriesgada apuesta, ya que se congela la mejora de la calidad de vida de los rusos, es un cambio radical del modelo privatizador de Boris Yeltsin y debe compaginarse con una mejora clara de la vida cotidiana dentro de Rusia, donde todavía se viven carencias básicas, especialmente en el interior. Putin ha escogido bien el momento. Sabe que su principal enemigo EE UU está inmerso en la difícil conclusión de la invasión de Irak y que sus decisiones tácticas y estratégicas van a seguir hipotecadas durante unos años.
En 2007 la inversión rusa en Defensa aumentó un 23%, hasta los 32.000 millones de euros. En el sector compiten 1.500 empresas. No es fácil organizar los intereses de empresarios acostumbrados a recibir el maná del Estado. El sector tendrá que reconvertirse y desaparecerán empresas para fusionarse en otras más competitivas. Una tarea pendiente que acarreará los despidos obligatorios en toda reconversión industrial.
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