fragmentos - escrito por Juan Ignacio Ramos / martes, 22 de agosto de 2006
México ruge por sus cuatro costados. Hay que remontarse a las jornadas heroicas de la revolución mexicana, sobre todo al cerco de los ejércitos campesinos comandados por Emiliano Zapata y Pancho Villa sobre el Distrito Federal en diciembre de 1914, para encontrar una crisis social y política de características semejantes.
La memoria de la revolución mexicana, de la guerra campesina que incendió el país amenazando el poder de las clases poseedoras tanto del campo y de la ciudad ha vuelto a reencontrase en este inminente movimiento de masas contra la privatizacion de Pemex. Los acontecimientos que sacuden México marcarán un punto de inflexión en la historia del país. No se trata de una simple crisis constitucional o de un desafío a la legitimidad de despojar a generaciones de mexicanos de su legado patrimonial, con alevosía y en la oscuridad.
La crisis política de México es, a su vez, una viva representación de la crisis del capitalismo en el conjunto de América latina y, sin duda, en el propio corazón de la potencia imperialista más poderosa de la historia: los EEUU.
En una carta de Zapata fechada el 14 de febrero de 1918 en Tlaltizapan, cuartel general del Ejército Libertador en el Estado de Morelos, dirigida a Jenaro Amescua y que este publicó en mayo de 1918 en el diario El Mundo de La Habana, el dirigente campesino escribió: “Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humanidad y la justicia, si todos los pueblos de América y toda las naciones de la vieja Europa comprendieran que la causa del México revolucionario y la causa de Rusia son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos (...) Aquí como allá, hay grandes señores, inhumanos codiciosos y crueles que de padres a hijos han vendido explotando hasta la tortura a grandes masas de campesinos. Y como allá los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida, empiezan a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar (...) No es de extrañar por lo mismo, que el proletariado mundial aplauda y admire la Revolución rusa, del mismo modo que otorgara toda su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta revolución mexicana, al darse cabal cuenta de sus fines.” De esta gigantesca revolución surgió el régimen burgués contemporáneo que se prolongó durante décadas en México. Un régimen burgués débil, basado en una estructura económica precaria, y dependiente en extremo de los intereses estratégicos y económicos del imperialismo estadounidense.
¡Tierra y Libertad!
En el prologo a la obra monumental que escribió sobre la Revolución Rusa, Trotsky desarrolló una idea sumamente profunda: “La dinámica de los acontecimientos revolucionarios está directamente determinada por los rápidos, tensos y violentos cambios que sufre la psicología de las clases formadas antes de la revolución (...) solo estudiando los procesos políticos se alcanza a comprender el papel de los partidos y los dirigentes, que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, si no independiente, si muy importante de este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor. ”
México ruge por sus cuatro costados. Hay que remontarse a las jornadas heroicas de la revolución mexicana, sobre todo al cerco de los ejércitos campesinos comandados por Emiliano Zapata y Pancho Villa sobre el Distrito Federal en diciembre de 1914, para encontrar una crisis social y política de características semejantes.
La memoria de la revolución mexicana, de la guerra campesina que incendió el país amenazando el poder de las clases poseedoras tanto del campo y de la ciudad ha vuelto a reencontrase en este inminente movimiento de masas contra la privatizacion de Pemex. Los acontecimientos que sacuden México marcarán un punto de inflexión en la historia del país. No se trata de una simple crisis constitucional o de un desafío a la legitimidad de despojar a generaciones de mexicanos de su legado patrimonial, con alevosía y en la oscuridad.
La crisis política de México es, a su vez, una viva representación de la crisis del capitalismo en el conjunto de América latina y, sin duda, en el propio corazón de la potencia imperialista más poderosa de la historia: los EEUU.
En una carta de Zapata fechada el 14 de febrero de 1918 en Tlaltizapan, cuartel general del Ejército Libertador en el Estado de Morelos, dirigida a Jenaro Amescua y que este publicó en mayo de 1918 en el diario El Mundo de La Habana, el dirigente campesino escribió: “Mucho ganaríamos, mucho ganaría la humanidad y la justicia, si todos los pueblos de América y toda las naciones de la vieja Europa comprendieran que la causa del México revolucionario y la causa de Rusia son y representan la causa de la humanidad, el interés supremo de todos los pueblos oprimidos (...) Aquí como allá, hay grandes señores, inhumanos codiciosos y crueles que de padres a hijos han vendido explotando hasta la tortura a grandes masas de campesinos. Y como allá los hombres esclavizados, los hombres de conciencia dormida, empiezan a despertar, a sacudirse, a agitarse, a castigar (...) No es de extrañar por lo mismo, que el proletariado mundial aplauda y admire la Revolución rusa, del mismo modo que otorgara toda su adhesión, su simpatía y su apoyo a esta revolución mexicana, al darse cabal cuenta de sus fines.” De esta gigantesca revolución surgió el régimen burgués contemporáneo que se prolongó durante décadas en México. Un régimen burgués débil, basado en una estructura económica precaria, y dependiente en extremo de los intereses estratégicos y económicos del imperialismo estadounidense.
¡Tierra y Libertad!
En el prologo a la obra monumental que escribió sobre la Revolución Rusa, Trotsky desarrolló una idea sumamente profunda: “La dinámica de los acontecimientos revolucionarios está directamente determinada por los rápidos, tensos y violentos cambios que sufre la psicología de las clases formadas antes de la revolución (...) solo estudiando los procesos políticos se alcanza a comprender el papel de los partidos y los dirigentes, que en modo alguno queremos negar. Son un elemento, si no independiente, si muy importante de este proceso. Sin una organización dirigente, la energía de las masas se disiparía, como se disipa el vapor no contenido en una caldera. Pero sea como fuere, lo que impulsa el movimiento no es la caldera ni el pistón, sino el vapor. ”
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