Dos son las debilidades humanas más propicias al engaño: la codicia y la desesperación. Esto lo sabe todo estafador profesional. Las dos han sido aprovechadas, en secuencia perfecta, durante las dos etapas de la burbuja inmobiliaria de eu: su “auge” inflado (2001-2007) y su amarga secuela desinflacionaria de agosto para acá.
En la primera etapa fueron los delincuentes respetables llamados financieros quienes se hartaron de ganar dinero en comisiones; y ahora entran a sustituirlos los delincuentes execrados llamados simplemente… delincuentes.
Normal. Clásica combinación de boxeo: uno-dos para recetar un nocaut al de enfrente. Lo peligroso es que el noqueado decida tomar una ametralladora y comenzar a disparar a todo lo que se mueva, pero esa es otra historia y ya habrá tiempo para lidiar con ella.
Primero, en la primera fase del Crack-up Boom, su fase expansiva (que todos aplaudieron como “auge” real), la codicia llevó a millones de ciudadanos gringos a endeudarse con hipotecas de casas que estaban mucho más allá de las posibilidades reales del ingreso y/o el ahorro familiares. Lotes más grandes, construcciones más espaciosas, más lejos, más lujos. Eso era lo correcto, lo American Way. ¿O acaso no había prometido Bush una “nación de propietarios”? Además, ¿cómo quedarse atrás de los Jones que se habían mudado a una casa mucho mejor que la anterior?
Todo ciudadano fue llevado a repetirse lo que decía aquel terrible anuncio publicitario: “Tal vez es mucho pero creo que lo valgo”. Endeudarse no sólo era posible: era obligado. Más aún, era patriótico, pues permitía mantener una economía que dependía en 70% del consumo de sus habitantes.
De inmediato la cuerda comenzó a apretarles el cuello a los deudores. ¡Pero para eso estaban las “refinanciaciones”! ¿Este mes no les alcanza con tu sueldo y el de tu esposa para mantener el nivel de consumo familiar y a la vez cumplir con los pagos de hipotecas, autos nuevos, tarjetas? ¡No hay problema! Tu amigo banquero te refinancia: como Greenspan sigue bajando los intereses por decreto, tu mensualidad de hecho baja; y como tu casa vale más, aparte de liquidar tu hipoteca anterior, te concedemos un nuevo préstamo, mayor, que te deja un dinerito extra para gastártelo en unas vacaciones en Tahití, colegiaturas o de perdis en Wal Mart.
Todo genial, salvo que, errrrr… luego de cada refinanciación debías más, y más, y más. ¿Pero eso qué importa? ¡Todo va a seguir subiendo (o bajando, según) para siempre! Por desgracia, este mundo es perverso y nada sube (ni baja) para siempre. De pronto, como tenía que suceder, las mareas se revirtieron y de inmediato estalló todo: los intereses comenzaron a subir, las casas a bajar de precio y las mensualidades hipotecarias a escalar como estaba contratado desde el principio (ningún engaño había aquí). Y empezó el tronadero. Ahora Bernanke, el sucesor de Greenspan, hace maroma y teatro para “contener” siquiera un poquito la debacle, pero no lo consigue. Ni conseguirá otra cosa que prolongar el sufrimiento, agravarlo, complicarlo.
Muerta la codicia, la sustituye la segunda debilidad humana: la desesperación. Confrontados con la inminencia de perder la casa de sus sueños, “su” casa (que realmente nunca fue suya, para empezar, pues en muchos casos tomaron posesión sin dar un centavo de enganche y con pagos mensuales que no cubrían ni siquiera la totalidad de los intereses), hoy millones de “propietarios” (realmente, deudores hipotecarios) están en la desesperación total. Justo en el ánimo vulnerable para la siguiente especie de tiburones: los timadores profesionales que les prometen salvar su casa a cambio de… (pon la carnada que gustes).
Esta es la nueva carnicería.
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16 abril 2008
Sigue la estafa
Guillermo Fárber / Hueconomía
Tema:
economía,
internacional
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