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28 mayo 2007

Escape de Líbano


Cinco franceses miembros de una organización humanitaria quedaron atrapados durante tres días en el campo de refugiados palestinos de Nahr al Bared durante los violentos combates entre el ejército libanés y los integrantes del misterioso grupo integrista Fatah al Islam. En entrevista con Proceso, cuatro de ellos cuentan el infierno que les tocó vivir y describen la situación de desesperanza de los refugiados palestinos.

PARÍS.- Acaban de llegar a Francia. Aún están trastornados. Confiesan además sentirse mal por estar a salvo mientras que los palestinos, con quienes acaban de compartir momentos terribles, siguen en peligro, quizás heridos o muertos.

Vincent Gautteron, Frank Surreau, Sabrina Loubin y Mohamad Medjadi son cuatro de los cinco franceses que se quedaron atrapados en el campo de refugiados palestinos de Nahr al Bared en el norte de Líbano durante los violentos combates entre la misteriosa organización integrista Fatah al Islam y las fuerzas armadas libanesas.

Los cinco pertenecen a la Asociación para la Promoción de Convenios de Hermanamiento entre Campos de Refugiados Palestinos y Ciudades Francesas (AJPF, por sus siglas en francés). Esta asociación, creada hace 15 años, busca establecer lazos entre ciudades francesas y los 59 campos de refugiados palestinos esparcidos desde 1948 en Líbano, Jordania, Siria, Gaza y Cisjordania. Su mayor orgullo es haber logrado parcialmente su cometido en el Líbano, donde hermanó a varios municipios franceses con siete de los 12 campos de refugiados en ese país en los que sobreviven 400 mil palestinos en una miseria extrema.

Atrapados

La delegación de la AJPF llegó a Beirut a mediados de este mes de mayo. Estaba integrada por 23 personas. Su meta era distribuir 2 mil mochilas y material escolar a niños palestinos de los campos de refugiados. Cinco miembros, todos oriundos de Mitry-Mory, pequeña población cercana a París, arribaron la tarde del sábado 19 de mayo al campo de Nahr al Bared.

“Nos acogieron los directivos de la Organización de la Juventud Palestina del lugar –cuenta Sabrina Loumin–. En seguida nos pusimos a trabajar con ellos. Además de entregarles el material escolar que llevábamos, empezamos a elaborar planes para invitar a jóvenes del campo a pasar vacaciones en Francia. Por la noche fuimos hospedados en el departamento de uno de los responsables del campo. A las tres y media de la mañana nos despertaron tiros de ametralladoras y de obuses. No entendíamos lo que pasaba. Tampoco nuestros anfitriones”.

Mohamed Medjadi, a su vez, recalca: “Era muy impresionante. No sabíamos qué hacer. Nos sentimos totalmente desamparados. Nunca nos había tocado estar bajo bombardeos. Lo que más me impresionó fue que en seguida nuestros anfitriones se organizaron para protegernos. Muy pronto aparecieron militantes con armas, quienes nos custodiaron durante las tres noches y los tres días que pasamos en Nahr al Bared. De repente nos dimos cuenta de que, al igual que los 35 mil habitantes del campo, nos encontrábamos atrapados en medio de un fuego cruzado cada vez más denso”.

Los miembros de la AJPF cuentan que los habitantes del campo les tenían tanto pavor a las fuerzas armadas libanesas como a la violencia de la milicia de Fatah al Islam.

Explica Frank Surreau: “Nuestros anfitriones estaban muy inquietos. Querían protegernos de los bombardeos, pero también de Fatah al Islam. Para ellos era evidente que si sus milicianos se enteraban de nuestra presencia, nos iban a secuestrar para negociar un fuerte rescate”.

El embajador de Francia en Líbano sentía la misma angustia. Guardó en secreto la situación de los cinco franceses. No avisó siquiera a sus familiares en Francia. Estableció contacto con la UNRWA –agencia de Naciones Unidas encargada de los refugiados palestinos desde hace casi 60 años, muy bien implantada en todos los campos–, con el Frente Popular para la Liberación de Palestina (FPLP) –organización que más influencia tiene en Nahr al Bared– y con las fuerzas armadas libanesas.

Después de complejas negociaciones se logró abrir un corredor humanitario el pasado martes 22. Para salir del campo, los cinco integrantes de la AJFP se mezclaron entre los miles de palestinos, sobre todo mujeres y niños, que fueron evacuados de Nahr al Bared.

Ya en su país, los cinco franceses expresan su preocupación por la suerte de sus “protectores”. Dice Vincent Gautteron: “Ahora que nuestro caso salió a la luz pública tememos que Fatah al Islam desate graves represalias en su contra. Perdimos todo contacto con ellos”.

Durante los días que permanecieron en el campo de refugiados, nunca salieron del edificio en el que se alojaban. A veces iban a la planta baja y hablaban con los numerosos habitantes que se refugiaban en el lugar cuando se recrudecían los bombardeos. Así se enteraron de la destrucción y de los muertos y heridos. Pero no tienen cifras exactas de las víctimas. Al cierre de esta edición (jueves 24) se hablaba oficialmente de 69 muertos, pero no se mencionaba el número de lesionados.

Enfatiza Vincent Gautteron: “El domingo 19 por la noche se fue la luz en todo el campo. El lunes volvió un rato y después ya no volvió más. Poco a poco nos dimos cuenta de que bombardeaban los tanques de agua que se encuentran en los techos de los miserables edificios del campo. Empezó a escasear el agua. Luego comenzaron a llover obuses sobre mercados y tiendas. Ya nadie vendía nada. Nadie iba a comprar nada. Empezaron a escasear los alimentos. Supimos que los pequeños centros de salud del campo estaban saturados. Faltaban sangre y medicinas. Mucha gente llegaba con problemas cardiacos y en estado nervioso incontrolable. No se podía atender a los heridos graves. Sentimos que estábamos todos metidos en algo infernal”.

El lunes 21 un rocket cayó en el edificio donde vivían los integrantes de la AJPF. A duras penas se protegieron de los escombros que se les vinieron encima. Sabrina Loumin resultó levemente herida en un brazo. Sus anfitriones les prohibieron asomarse por las ventanas. No pudieron ir más a la planta baja. De vez en cuando lograban comunicarse por teléfono celular con el responsable de su delegación que estaba en la embajada de Francia.

Se le humedecen los ojos a Frank Surreau cuando recuerda a los jóvenes palestinos que arriesgaban su vida para ir a recargar los celulares del grupo: “Tenían que enfrentar el fuego cruzado”, comenta escuetamente.

Los miembros de la AJPF manifiestan su hostilidad hacia Fatah al Islam. Dicen que durante los tres días y las tres noches que pasaron en Nahr al Bared lograron hablar muy a fondo del tema con sus distintos interlocutores palestinos. También lo hicieron después de su liberación en Beirut con líderes de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) y de otros movimientos. Tanto los habitantes del campo como los altos mandos palestinos insisten en que ese grupo radical es muy pequeño y está integrado esencialmente por combatientes de distintas nacionalidades: paquistaníes, yemenitas, sirios, sauditas...

Insiste Surreau: “Mas del 80% de estos milicianos son extranjeros. Hay muy pocos palestinos en sus filas. Según nos explicaron, cuentan con muchísimo dinero e intentan reclutar a jóvenes palestinos pobres, les prometen dinero y les aseguran que así ayudarán económicamente a sus familias”.

Pero lo que más llamó la atención de los cinco franceses es el armamento pesado del que dispone este grupo, y el profesionalismo de sus combatientes. Al igual que un número creciente de analistas y observadores internacionales, los integrantes de la AJPF se preguntan cómo pudieron entrar tantas armas pesadas en ese campo vigilado en forma permanente por el ejército libanés.

“Es importante recordar que nadie entra o sale libremente de los 12 campos de refugiados de Líbano. Todo mundo debe pasar por puntos de control muy estrictos”, insiste Surreau.

Todos recalcan también que los bombardeos y la destrucción del campo se debían tanto a los operativos del ejército libanés como a los de los milicianos de Fatah al Islam, enquistados en Nahr al Bared.

“Muchas veces fue obvio que buscaban echar aceite al fuego. Rompían los períodos de calma atacando con rockets”, enfatiza Gautteron, y agrega:

“Nos parece que la información sobre lo que pasa en Nahr al Bared tiene que ser muy rigurosa. No se pueden hacer amalgamas peligrosas. Fatah al Islam no es representativo de los 35 mil habitantes del campo. Los refugiados palestinos son víctimas de su violencia y la denuncian. Pero si la comunidad internacional sigue olvidándose de los 400 mil refugiados de Líbano y de los centenares de miles que sobreviven en otros países, llegaremos a una situación aún más explosiva. Los jóvenes palestinos desesperados se dejarán atrapar por los extremistas de Fatah al Islam o de otros grupúsculos por el estilo”.

Milicia misteriosa

Desde que empezaron los enfrentamientos entre el ejército libanés y Fatah al Islam se multiplican las interrogantes sobre esa misteriosa organización que salió a la luz pública en noviembre de 2006 con un comunicado virulento. En esa diatriba el grupo se definió claramente como “un movimiento islamista” determinado a “luchar contra los judíos en Palestina” y a “defender a los sunitas contra sus enemigos”.

¿Quiénes son los integrantes de Fatah al Islam? Ningún especialista se atreve a contestar esa pregunta en forma categórica. Saben con certeza que son salafistas (miembros de un movimiento que busca la reforma del Islam con base en la doctrina original de esta fe), que está integrado por sunitas radicales y que su organización es producto de las numerosas luchas internas que desgarraron a Al Fatah, organización fundada por Yaser Arafat.

En 1983 un grupo de disidentes rompió con Arafat y creó Fatah Intifada con el apoyo de Siria. Unos años más tarde esta organización se dividió a su vez. Algunos de los nuevos disidentes encabezados por Chaker al Absi se radicalizaron y entraron en contacto con el integrismo.

Muy extrañas son la personalidad y la trayectoria de Al Absi, un palestino nacido en la ciudad de Jericó en 1955, quien se involucró de lleno en la rama armada de Al Fatah de Arafat y luego se desempeñó como coronel de Fatah Intifada.

En 2002 Al Absi tuvo problemas con la justicia de Jordania y Siria. El gobierno de Amman lo acusó de haber participado en un atentado –que fracasó– contra un diplomático estadunidense radicado en la capital jordana. En 2004 lo condenó a muerte en ausencia. También condenó a la misma pena a su entonces colaborador Abu Musab al Zarkawi, quien se convirtió luego en el poderoso líder de Al Qaeda en Irak antes de morir en 2006 víctima de un bombardeo aéreo estadunidense.

En el mismo 2002 Al Absi fue detenido por las autoridades de Siria, que lo acusaron de haber planeado atentados en ese país. Fue encarcelado hasta 2005. Poco después de salir de la prisión rompió definitivamente con Fatah Intifada y creó Fatah al Islam, pequeño grupo al que se integraron combatientes árabes y musulmanes admiradores de Osama bin Laden.

Todos los partidos políticos libaneses antisirios afirman que Al Absi se convirtió en fiel agente de Damasco durante su estadía en las cárceles sirias. Están convencidos de que la movilización de Fatah al Islam en el campo de refugiados de Nahr al Bared es teledirigido por el presidente sirio, Bachir Al Asad, y que su único propósito era desestabilizar aún más a Líbano, creando una nueva zona de conflicto en el norte de ese país.

Damasco niega rotundamente que apoye a los integristas de Fatah al Islam. Los líderes palestinos de la OLP, de Hamas y de otras organizaciones recuerdan los lazos que existieron entre Siria y Fatah Intifada, pero aseguran que en la actual situación Fatah al Islam escapa al control de los servicios secretos sirios; afirman que podrían ser manipulados, pero no revelan por quién o quiénes.

El periodista estadunidense Seymour Hersh también se quedó perplejo ante el brusco surgimiento de Fatah al Islam y decidió emprender una investigación sobre ese extraño grupúsculo. El pasado mes de febrero publicó un informe sobre él en la revista trimestral New Yorker.

Basándose en datos secretos de los servicios de inteligencia estadunidenses y en confidencias de importantes funcionarios árabes, Hersh arriesga una hipótesis atrevida: círculos allegados a Fouad Siniora, jefe del gobierno libanés, sumamente hostil a Siria y al Hezbollah chiita, estarían apoyando económicamente a movimientos integristas sunitas.

Hersh no vacila en sugerir que Fatah al Islam recibe fondos importantes de parte de grupos prosauditas libaneses e inclusive de los sauditas mismos. El periodista estadunidense da nombres y apellidos. Menciona a Bandar ben Sultan ben Abdel Aziz, príncipe saudita que fue embajador de su país en Estados Unidos.

Según Hersh, semejante iniciativa, aparentemente surrealista, es parte de una nueva estrategia estadunidense que consiste en utilizar a los fundamentalistas sunitas para poder combatir a los chiitas en Irak y Líbano, y restarle influencia a Irán.

Los integrantes de la AJPF conocen la tesis de Hersh. Se cuidan de no expresar sus opiniones personales debido a que son miembros de la sociedad civil francesa dedicada a tareas concretas de solidaridad con los refugiados palestinos. Recalcan, sin embargo, que los dirigentes palestinos con quienes hablaron distan de desechar el análisis del periodista estadunidense.

Insiste Vincent Gautteron: “Los líderes palestinos de Líbano están perfectamente conscientes de ese peligro de utilización de la desesperanza absoluta de la juventud en los campos de refugiados. Desarrollan un enorme trabajo político para intentar desactivar esa bomba de tiempo. ¿Lo lograrán? Si la comunidad internacional sigue tan aletargada como hasta ahora, sus esfuerzos serán vanos”.

Fuente: Anne Marie Mergier, Proceso 1595.

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