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31 mayo 2007

RETRATOS POLITICOS >>18 jUNIO 1972<<

ECHEVERRÍA vs. TELEVISA

El clima, al comenzar la reunión no podía ser más tenso. Varios de los concesionarios se arremolinaban en sus sillas, a la espera de lo que comunicaría el Presidente Luis Echeverría. Habían sido convocados al Salón Juárez de los Pinos a la 1:00 de la tarde, pero el encuentro comenzó a las dos.
Emilio Azcárraga Milmo, Miguel Alemán Velasco (accionista de
TELEVISA y directivo del PRI) y Rómulo O’Farrill Jr. Llegaron puntuales y se sentaron en el extremo izquierdo de la primera fila, y muy cerca de ellos los directivos de Televisión Independiente de México, Bernardo Garza Sada (cabeza del Grupo Monterrey) y Alfredo Martínez Urdal. Un poco más allá, otro Regiomontano, don Joaquín Vargas, quien entonces presidía la Cámara de Radio y Televisión. Se saludaban de lejos y los que se acercaban, murmuraban sobre el motivo de este particular encuentro el 18 de junio de 1972.
Meses atrás, estudiosos e intelectuales habían desatado una serie de ataques hacia la televisión privada como promotora de un consumismo exagerado, particularmente en las páginas de
Excélsior y Ovaciones. Hubo meses en que casi a diario aparecía un artículo en contra de Telesistema Mexicano (ahora TELEVISA). La televisora inició la contraofensiva y organizó a los empresarios privados para que boicotearan económicamente a Excélsior, mediante un retiro masivo de su publicidad. En 1972, el grupo de empresarios exhortó a las compañías transnacionales a través de circulares, a que se unieran a la campaña. Durante el boicot, se reunió la plana mayor de Excélsior con Emilio Azcárraga Vidaurreta para hablar con él y resolver el conflicto. En eso estaban cuando entró, su hijo, Emilio Azcárraga Milmo a la oficina y le dijo a Julio Scherer, entonces Director de Excélsior (y después fundador de PROCESO): “Te voy a romper la madre.” Don Emilio lo corrió con un: “No digas pendejadas.” Azcárraga Milmo registró el incidente como una cuenta por cobrar. Sólo con el apoyo de los anuncios gubernamentales pudo Excélsior sobrevivir las presiones de los anunciantes. En esa ocasión, el gobierno ayudó al periódico porque éste apoyaba la política presidencial sobre la radio y televisión.
Montados en la creta de la ola populista, Echeverría y varios miembros de su gabinete estaban convencidos de que la televisión privada no había demostrado suficiente preocupación por los potenciales efectos adversos que tenía la programación sobre la juventud del país y, en general, no contribuía a la formación educativa de los mexicanos. El ánimo del gobierno echeverrista respecto a la televisión giraba alrededor de una frase que había pronunciado el propio Echeverría en 1968 como Secretario de Gobernación: “No nos dedicaremos a construir por las mañanas, y destruir por las tardes.”
Los concesionarios alegaban que el Estado contaba con tiempo/aire que podía utilizar para la educación educativa. Pese a la verdad del argumento—desde 1969 el Estado gozaba por ley el 12.5% de tiempo/aire en televisión—en realidad, hacia junio de 971, sólo utilizaba un 2.9% de ese tiempo de transmisión. El rumor de la nacionalización de la televisión parecía materializarse.
Echeverría al ver en la plataforma a Miguel Sabido (autor de
La Tormenta) le pidió su opinión. Sabido entonces dibujó en el pizarrón lo que llamó “el abanico”, describiendo gráficamente el tono de los canales que en ese momento estaban en el aire—es decir, a qué sectores de la sociedad iban dirigidos, y que tipo de programación transmitían, los privados eran los Canales 2, 4, 5, y 8; del Estado eran el 13, el 11 y la TRM. Sabido explicó que había otra canal del gobierno que cruzaba este abanico, y éste era la utilización del 12.5% del tiempo de transmisiones que correspondían al Estado, y que se utilizaría dependiendo del tono del canal, alcanzando así auditorios más específicos. Si uno restaba ese 12.5% del tiempo del Estado, el resultado era un equilibrio estatal y privado de 3.5 canales cada uno.
El Presidente Echeverría se levantó a aplaudir y dio por terminada la reunión. Los concesionarios se felicitaron entre ellos. Echeverría desechaba la posibilidad de una nacionalización ante la alternativa del nuevo modelo mixto de televisión, pero bajo dos condiciones: una, que cada tres meses le informaran sobre el desempeño y que el instituto entregara metodologías de medición del uso social de la televisión.
FUENTE: FERNÁNDEZ, C. y PAXMAN, A.; «El Tigre y su Imperio TELEVISA», Grijalbo (2000).

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