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12 agosto 2008

El PT y los reacomodos de la izquierda

Luis Hernández Navarro

El pleito interno que sacude al Partido del Trabajo (PT) trasciende, con mucho, al partido mismo. Su crisis puede modificar el rumbo que siga el conjunto de la izquierda electoral mexicana.

Desde hace meses distintos analistas manejan la hipótesis de que, en caso de que Nueva Izquierda gane la dirección nacional del Partido de la Revolución Democrática (PRD), el PT puede convertirse en la organización en la que desembarquen los simpatizantes de Andrés Manuel López Obrador. O de que, al menos, esa amenaza obligue a los chuchos a negociar en otras condiciones.

Esto es así porque, de producirse una ruptura dentro del PRD, el lopezobradorismo no tiene, a corto plazo, posibilidad de formar un nuevo partido político con registro y prerrogativas. Los tiempos para hacerlo han pasado ya y los recursos económicos que se necesitan son enormes. Para participar electoralmente necesitarían ser parte de un instrumento político ya existente. Y sólo hay dos que parecen dispuestos a serlo: Convergencia y el PT.

Las condiciones materiales para un encuentro de esta naturaleza existen. El PT ha construido una estrecha relación con López Obrador y apoya su gobierno legítimo. El ex jefe de Gobierno habla bien de ese instituto político y ha defendido públicamente a su dirigencia.

Para el PT existiría, además, una motivación adicional para una empresa de este tipo. Las recientes modificaciones a las leyes electorales ponen en peligro su sobrevivencia como partido legal y una alianza con el Peje le atraería una votación que nunca ha tenido. Ya en el pasado, para conservar el registro, entabló en distintos estados coaliciones con el Partido Revolucionario Institucional. El numeroso grupo parlamentario con el que actualmente cuenta fue producto de una alianza con el PRD, pero su fuerza electoral en el conjunto del país está lejos de corresponder a esa representación parlamentaria.

El PT gobierna el importante municipio de Metepec, en el estado de México, entidad federativa donde detenta cuatro diputaciones. Asimismo, tiene presencia en pequeños ayuntamientos y parlamentos de varios estados, como Nuevo León y Durango. En Zacatecas, aliado a Ricardo Monreal, obtuvo cinco alcaldías, incluida la de Fresnillo. Sin embargo, el partido ha tenido muchas dificultades para construir una corriente electoral estable. Después de gobernar la capital del estado de Durango en dos ocasiones, la perdió y no ha podido recuperarla. Los mismo ha sucedido con la mayoría de los municipios ganados.

El PT se ha convertido en el receptáculo al que llegan disidentes de distintas agrupaciones políticas más allá de acuerdos programáticos. En el bazar de las candidaturas a los puestos de representación popular ha encontrado un pequeño lugar propio.

Si bien el PT se formó a finales de 1990, básicamente sus fundadores fueron militantes provenientes de la corriente Línea de Masas, con presencia político-ciudadana y social desde el año de 1968, estructurados en torno a la mayoría de lo que fue la Organización de Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas. Confluyeron también militantes provenientes de otros cuatro troncos de la izquierda nacional: de la corriente Línea Proletaria, particularmente activos entre los sindicalistas mineros, magisteriales y organizaciones de productores rurales autónomas. De la tendencia Transición Popular, desprendimiento básicamente urbano del PFCRN, activos en Naucalpan, Tlaxcala y algunos barrios del Distrito Federal. De la corriente sindical magisterial Alternativa Sindical, con incidencia en Colima, La Laguna, el estado de México y el Distrito Federal. Del Comité de Defensa Popular de Chihuahua, fuerza con registro como partido estatal en ese estado, actuante también en Baja California. Y de diversas fuerzas de carácter principalemente regional, que, como en el caso de Yucatán y Tamaulipas, encontraron en el proyecto partidario la oportunidad de desdoblar su influencia social y convertirla en un proyecto político.

Algunas de estas fuerzas tenían experiencia electoral previa, aunque la mayoría había sido francamente abstencionista o “neutral” a la participación electoral. Quienes habían participado en elecciones lo habían hecho después de oponerse durante muchos años, en un primer momento como resultado de las simpatías que el panismo despertó entre “sus” bases sociales, y después como producto del proceso de 1988. Esta participación se realizó fundamentalmente a través de la alianza con partidos de izquierda con registro. Estos hechos no son mera anécdota. La suma de un pasado beligerantemente abstencionista, con amplia inexperiencia en la participación y organización de las elecciones, y el llamamiento a votar por siglas siempre distintas, terminaron por hacerle pagar al naciente partido una factura muy cara.

El PT carece de “formadores de opinión pública” y de intelectuales cercanos a sus posiciones. Es un partido plebeyo, volcado en la gestión, constituido por movimientos sociales emergentes surgidos de los pliegues del sistema, por organizadores directamente ligados a ellos y por mediadores electorales locales.

Los conflictos internos dentro de la izquierda comicial mexicana anuncian la posibilidad de nuevos reacomodos. Los comicios del año que viene serán claves en la formación de esta nueva geografía electoral.

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