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30 junio 2007

Fobias presidenciales

Sobre todo en una cosa ya superó Felipe de Jesús Calderón Hinojosa a Vicente Fox Quesada: en las fobias al Gobierno del Distrito Federal.

Sólo que “el presidente Fox”, como muy al estilo gringo lo denomina el michoacano, empezó a romper lanzas contra Andrés Manuel López Obrador hasta muy avanzado el segundo año de su gobierno y Calderón Hinojosa lo hace antes del séptimo mes de que despacha en Los Pinos.

El esposo de Margarita Zavala Gómez del Campo envió al ruedo el 14 de junio, por medio de un intercambio epistolar, a Javier Lozano Alarcón para que reclamara la falta de orden --policiaco por supuesto-- frente a las crecientes movilizaciones en contra de la Ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado.

La respuesta de Marcelo Ebrard Causabón no dejó lugar a dudas: sólo debatiré mis responsabilidades de gobierno con el jefe del secretario del Trabajo quien, dicho sea de paso, lo es merced al veto que ejerció Emilio Azcárraga Jean para que ocupara la titularidad de Comunicaciones y Transportes.

Calderón fue desairado por el jefe de Gobierno del Distrito Federal para que lo acompañara en la ceremonia de entrega de las obras de entubamiento del Gran Canal. Y ello fue suficiente para que de manera más que irresponsable diera rienda suelta a diagnósticos catastrofistas, al parecer con la intención de sembrar alarma y zozobra entre los capitalinos.

Sólo en una democracia política tan primaria, acotada por el presidencialismo realmente existente, puede escucharse en voz de Calderón la advertencia al GDF sobre que el problema del agua “es más grave de lo que algunas autoridades habían reflejado en sus acciones”, y asegurar que de no resolverse podría “sobrevenir la peor inundación en la historia moderna de la ciudad de México, con consecuencias catastróficas para todos”.

No le importó al adolescente buscapleitos que más tarde comería con los gobernadores perredistas de Baja California Sur, Guerrero, Michoacán, Zacatecas y el chiapaneco que en Los Pinos se mueve como Pedro por su casa, para persuadirlos de las bondades de la reforma fiscal.

Narciso Agúndez Montaño, Zeferino Torreblanca Galindo, Lázaro Cárdenas Batel y Amalia Dolores García Medina fueron muy claros con su interlocutor al ofrecerle y demandarle un análisis a fondo de la propuesta, uso correcto y transparente de los recursos federales y garantizar mayor respaldo a los estados. Esta postura fue concertada con la dirigencia perredista y Ebrard. Pero ello no libró a los gobernadores de la ácida crítica de quienes se sienten y actúan como más obradoristas que Andrés Manuel López.

Tocó el turno a Miguel Angel Yunes Linares, director general del ISSSTE, cargo obtenido en concesión por “el granito de arena” que aportó Elba Esther Gordillo Morales para el triunfo electoral del moreliano, como lo reconoció con cinismo Carlos Agustín Ahumada Kurtz y ahora lo asume Raúl Argüelles Díaz González, vicepresidente de Wal-Mart. De granito en granito apenas llenaron el buche.

El subordinado de La maestra que ni siquiera concluyó la normal básica, descubrió que Marcelo Ebrard es quien subsidia las acciones en contra de la Ley del ISSSTE. Lo denunció no ante el Ministerio Público como sería elemental obligación, sino ante los medios de comunicación. Y lo hizo justamente cuando la soberbia e intransigencia que lo caracterizan se ve precisada a abrir paso a la instalación de mesas de debate público con la Unión Nacional de Trabajadores sobre la controvertida e impugnada reforma.

Es la misma política de siempre. Ceder y golpear. Para que el parcial reculamiento del gobierno de Calderón Hinojosa no sea capitalizado por el movimiento social y permita derribar las trancas para que las puertas del diálogo se abran también a la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, guste o no columna vertebral de este reclamo.

Fuente: Eduardo Ibarra Aguirre

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