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29 marzo 2007

La Maestra: «El Huevo de la Serpiente»

La Maestra: «El Huevo de la Serpiente»
Condensado de: © José Martínez
Editorial Océano (2003)

Cinco hechos, remotamente relacionados con el salinismo, convirtieron a Elba Esther Gordillo en la mujer más poderosa del país. Estar en el lugar indicado en la hora indicada; la ambición de un líder que se negaba a someterse al dictado de las nuevas reglas políticas de un sistema erosionado; el manejo de una imagen basada en dinero para cooptar a sus críticos y opositores; la incumplida promesa de democratizas a un gremio sindical; y, finalmente, una conjura en los sótanos del poder. Si todo esto parece incongruente y en abierta disonancia con la historia manejada en los medios, el tiempo se encargaría de poner las piezas de este rompecabezas en su lugar.

Raymundo Riva Palacio, en su columna «Estrictamente Personal», da cuenta de cómo la Maestra fue investida como nueva lideresa del magisterio. Cuenta que el político sonorense Manlio Fabio Beltrones, hombre de confianza de Gutiérrez Barrios, fue “testigo de honor” de tal ascenso.

* * * * * * Una vez liquidado el viejo caciquismo petrolero, Salinas decidió continuar con su limpia sindical para empezar a instalar a un nuevo liderazgo, encabezado por el dirigente de los telefonistas Francisco Hernández Juárez. Su siguiente víctima fue otro cacique, en el magisterio, Carlos Jongitud. En el caso de la Quina, Salinas, Fernando Gutiérrez Barrios y compañía tenían preparado al relevo. En el caso de Jongitud, la Maestra estaba en el imaginario de varios salinistas, particularmente en el de Manuel Camacho, en ese entonces Jefe del DDF. Elba Esther Gordillo hasta ese momento la Delegada en la Gustavo A. Madero, y durante la campaña presidencial de Salinas la habían utilizado como bombero en Chihuahua, donde iba muy mal el PRI y sospechaban la traición del Gobernador Fernando Baeza. La enviaron como Delegada del partido y, con el magisterio, le dio vuelta a la elección. Salinas la despreciaba, pero le reconocía méritos políticos, por lo que cuando la propusieron como el relevo de Jongitud, quien la había traído de Chiapas, protegiéndola y haciéndola crecer dentro del sindicato de maestros, no dudó. La operación del relevo se dio un domingo por la mañana en 1989, y se encargó al propio Beltrones que la llevara a Los Pinos, Beltrones la condujo al despacho presidencial, donde estaban Salinas y su superasesor José Córdoba Montoya, el director de Comunicación Otto Granados y el propio Jongitud, quien había entrado por la puerta uno de Los Pinos, erguido para salir decapitado. Salinas ordenó que se hiciera un boletín de prensa escueto, “sin calificativos”, como distinguía a los comunicados donde se anunciaba el ajustamiento político de algún colaborador. La Maestra no estaba compungida, recuerdan hoy testigos de ese episodio. Mientras Jongitud se dirigía a la nada, ella se fue con Granados Roldán a su oficina para pedirle que le recomendara un jefe de prensa. “Estaba hablantina y entusiasta, señaló el testigo. Ni nerviosa, ni triste. * * * * * * * * *

El PRI se encuentra en una encrucijada. Tras el derrumbe, después e 71 años, de un régimen monopartidista y con la desaparición del presidencialismo omnipotente, Elba Esther Gordillo Morales se encuentra en el factótum del poder.

La decadencia del PRI es como una película de Ingmar Bergman, y la sociedad mexicana observa inexorable la lenta caída del Revolucionario Institucional hacia el abismo: a través de la delgada cáscara de la transición, como «El huevo de la serpiente», lo acecha el horror del porvenir. El gran fracaso del foxismo y la amenaza del retorno del PRI, transcurre sin que sus militantes puedan hacer algo. La prensa crítica ha denunciado alianzas perversas que han puesto a la dirigencia del partido en el centro del escándalo, en medio de impugnaciones de sus propios correligionarios, que se regatean méritos políticos y morales tanto a la Maestra como a Madrazo para representarlos en el Congreso y en el partido. Pero la profesora Elba Esther Gordillo los confronta porque está decidida a dar la pelea hasta sus últimas consecuencias por obtener incluso la nominación como candidata presidencial, con o sin su partido, pues está cansada de ser la “second choice” de Roberto Madrazo. Es la priísta con más influencia por encima del presidente del partido y aunque sus críticos consideran a la Maestra como lo más opuesto al cambio, es ella quien aglutina a los grupos concéntricos y a las camarillas que quedaron en la orfandad política.

La Maestra es un símbolo que sintetiza al PRI. En ella se resumen los vicios y las virtudes—si se le pueden llamar así los arreglos políticos con sus adversarios pero, principalmente, con el nuevo partido poder—de un sistema que se niega a morir y que sobrevive gracias a sus prácticas corporativas, del que Elba Esther Gordillo es la máxima exponente, pues desde su origen del tricolor renunció a convertirse en un partido de ciudadanos.

“Soy una mujer de poder”, ha dicho una y mil veces cuando le preguntan sobre sus ambiciones políticas. “Yo no me descarto…”, es otra de sus frases favoritas. Con su amigo y aliado Carlos Salinas de Gortari probó el néctar del poder y se volvió adicta. Con Vicente Fox ha estado más cerca que nunca del poder. Se volvió la política del sexenio, la mujer de moda por encima de Marta Sahagún, por las acotaciones legales del papel como primera dama.

Las primeras señales de esa lucha se dieron con el magnicidio de Colosio, como parte de los ajustes de cuentas entre los grupos en pugna. El regreso de Carlos Salinas de Gortari es como una premonición de los grupos que lucharán con todo para apoderarse de la dirección real del partido e imponer a uno de sus representantes por encima de la sociedad. Y la Maestra está identificada con esas fuerzas que sólo esperan la oportunidad para reconquistar el poder. No importa que para ello se valgan de las componendas con sus propios enemigos y grupos antagónicos.

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