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30 marzo 2007

Los herejes, ¿quiénes son?

El Valedor

El fanatismo, dije a ustedes en Radio Universidad el domingo anterior. El fanatismo eriza su racimo de cabezas y cobra fuerza una vez más, como en los lóbregos tiempos de Giordano Bruno, Galileo Galilei. Juan de Hus y tantísimos más de esos “herejes” que alimentaron con su carne y sangre las hogueras del dogma, el prejuicio y el oscurantismo medievales. Y ya saben ustedes lo que de todos los Ratzinger inquisidores que en la historia han sido puntualizó Shakespeare:

“Claro que existen los herejes: son los que encienden las hogueras”.

Ahora, por suerte para los provocadores del escándalo entre las buenas conciencias, el linchamiento es puramente simbólico, que las hogueras han sido sustituidas por otra más de las sobrevivencias del universo medieval: la excomunión, esa que está por caer, fulminante centella, sobre la testa de algunos que, a juicio de los Ratzinger inquisidores, practican la moderna herejía Lóbrego.

Porque hoy, una vez más, como en los tiempos de Galileo, el conocimiento científico recibe la embestida del dogma, el prejuicio, el tabú y el pensamiento mágico, esta vez con el pretexto de la legislación que sobre la legalización del aborto formulan en la Asamblea Legislativa diputados del Revolucionario Ins. y De la Revolución Democrática, vale decir: la ley que oficializa un hecho fehaciente, ante el que los escandalizados han cerrado los ojos: el aborto que a diario se practica en el país: diez diarios tan sólo en esta ciudad, la mitad de ellos clandestinos. ¿Qué dicen a esto los providas yunqueros y opusdeístas, legionarios de Cristo, caballeros de Colón y del Santo Sepulcro..?

Va aquí, mis valedores, esa pregunta que constituye la piedra filosofal, para la cual no se ha encontrado la respuesta en que coincidan ciencia, magia y religión: “¿Cuando se hacen humanos los productos de la concepción humana?” O en otras palabras: “¿En qué etapa de su desarrollo es el embrión, o feto, un ser humano..?”

La respuesta nunca ha sido fácil, por más que a su hora trataron de contestarla desde Hipócrates, Aristóteles y Galeno, hasta Tertuliano, Gregorio de Nisa y los santos Jerónimo, Agustín, Apolinar y mi tocayo De Aquino, quien afirmaba que el germen humano pasa por una etapa vegetativa y otra animal, de tal modo que el feto, según él, es ya una criatura humana a los 40 días de permanencia en el vientre materno, en el caso del hombre, y a los 80 en el caso de la mujer. Frente a los conceptos medievales y ante la interrogante fundamental, el pensamiento científico duda: “¿Es un ser viviente el huevo no fertilizado?” Más dudas que certezas genera la respuesta del embriólogo: “En un sentido, no. No puede reproducirse sin ayuda, ni siquiera mantenerse por un día o dos. En otro sentido sí, pues su configuración bioquímica contiene sustancias necesarias para la vida y que son producidas sólo por organismos vivos, en este caso por la madre, cuando se forma en el ovario”. Pero más adelante: “Cuando veo al microscopio la estructura física del hombre embrionario no veo ningún vehículo del alma rumbo al cielo, sino sólo frágiles cúmulos de células animales…”

El protestantismo, a propósito, acepta el aborto y la contra-concepción, criterio que fluye a contracorriente al de la Iglesia Católica, que lo sentenció a modo de conclusión del Concilio Vaticano II:

Cualquier cosa que esté opuesta a la vida misma, como son cualquier tipo de asesinato, genocidio, aborto, eutanasia o la auto-destrucción voluntaria… Todas estas cosas y otras de este tipo son en verdad infamias. Envenenan a la sociedad humana, pero hacen más daño a aquellos que las practican que a aquellos que sufren el daño. Además, son un deshonor supremo para con el Creador…”

Deshonor para el Creador, ni más ni menos. Pues sí, pero más allá del sentimiento religioso y las invocaciones a Dios, tan sólo en esta ciudad, revela La Jomada, el gobierno atendió en apenas dos años 7 mil casos de aborto, mientras que la cifra de cirugías clandestinas cuadruplicó tal cantidad. Sólo un factor tiende a inhibir entre los pobres el número de abortos, y ese es el miedo. La paciente pobre no tiene los recursos económicos para acudir a un sanatorio de calidad, de modo tal que se resigna a parir un hijo no deseado o se arriesga, de plano, y se somete a un aborto barato, burdamente practicado y, por lo mismo, sumamente peligroso. El único factor universal en tomo al aborto es la determinación de mujeres desesperadas que, al enfrentarse a embarazos no deseados, intentan a cualquier costo que se les practique un aborto. En fin. Tengo aquí, contrapunteados, puntos de vista de científicos y religiosos de diversas doctrinas que analizan el aborto. (Sigo después.)

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