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26 febrero 2007

Irán : el ataque inminente (parte 2)

El contraataque de Irán

A manera de contraataque, Irán dispararía en forma inmediata sus misiles Shahab I y II sobre la zona norteamericana en Bagdad, sobre las bases aéreas de Qatar, sobre la base de la marina estadounidense en Bahrain, sobre la base de Camp Doha en Kuwait, la base aérea AL Seeb en Omán, el aeropuerto internacional de Bagdad y la base norteamericana de Kandahar en Afganistán. Irán enviaría también sus misiles de largo alcance Shahab III sobre las ciudades israelíes de Tel Aviv, Haifa, Beersheba, Eilat y sobre el complejo nuclear israelí de Dimona.

Irán también lanzaría misiles sobre los buques estadounidense que surcan constantemente el Golfo Pérsico, a la vez que enviaría sus vectores sobre los complejos petrolíferos de Arabia Saudita y Kuwait. A su vez, los bombardeos podrían también implicar el final virtual de la OTAN como organización de defensa viable, terminando la separación entre Washington y Europa. Por otra parte, pudiera ser que China opte por sostener financiera y militarmente a Irán, dado que esta nación es su segunda fuente en cuanto a importación de petróleo, luego de Arabia Saudita.

China tiene la intención de hacer transitar por Irán el gas natural que compra en Turkmenistán (China importa un 60% de su petróleo, 17% de los cuales vienen de Irán). Es así como, bajo los auspicios de la Organización de cooperación de Shanghai (SCO), Rusia recientemente participó en un ejercicio militar en el cual participaron fuerzas de China y la India. El objetivo no sería otro que enviar un aviso ante las estrategias expansionistas de Estados Unidos en Asia. Irán, por su parte, podría convertirse en miembro formal del SCO. Ya en agosto de 2005, Rusia y China por primera vez organizaron maniobras militares comunes, con la participación de las tres fuerzas militares de cada nación. A principios de diciembre de 2005, Irán también llevó a cabo importantes maniobras navales sobre el Golfo Pérsico.

La dialéctica nuclear Irán-Israel

La decisión de Irán de reabrir, a pesar de los vetos, varios de sus centros de investigación nuclear y de reanudar el enriquecimiento de uranio, ha causado una ola de protestas diplomáticas por parte de los principales gobiernos del mundo occidental.

En este contexto, cabe destacar que los cinco miembros del Consejo de Seguridad de la ONU (EE.UU, Rusia, China, Gran Bretaña y Francia) -que son a la vez potencias nucleares-, nunca condenaron a Israel, que tiene bombas atómicas desde el año 1966, producidas en la fabrica de extradición de uranio del reactor de Dimona, mientras que un industrial francés, Dassault, fue quien construyó los misiles Jericó que permiten lanzar las cabezas nucleares dentro de los territorios enemigos de Israel uno de los cuales es el propio Irán.

Uno de los científicos que trabajaron en el proyecto en calidad de técnico en la estación nuclear de Dimona fue el físico nuclear Mordechai Vanunu, recientemente liberado de la cárcel israelí, y que vive actualmente en una residencia supervisada por los organismos de seguridad. Fue el primero, en 1986, en llamar la atención del mundo entero sobre el programa nuclear israelí, lo que le valió, a este judío convertido al cristianismo, el ser secuestrado por el Mossad y ser encarcelado por traición y espionaje.

Israel es una potencia nuclear temible. Dispone de un arsenal de armas de destrucción masiva más que importante, y que sirve como elemento de disuasión contundente para los países vecinos.

Este estado nunca ha firmado el TNP (Tratado de no proliferación) firmado en 1976 y ratificado por 188 países. La OIEA (la Organización Internacional de la Energía Atómica, fundada en 1957 y que depende de la ONU), así como las otras grandes potencias nucleares, jamás ejercieron ninguna presión contra el Estado de Israel.

Se sabe hoy que Israel dispone de entre 200 y 500 cabezas termonucleares y de sistemas sofisticados de lanzamiento. Israel es hoy la quinta potencia nuclear a nivel mundial, aún por delante de Gran Bretaña, y se sabe que posee también armas químicas y bacteriológicas. Las armas nucleares israelíes están entre las más sofisticadas del mundo por sus modernas características. El arsenal incluye la famosa bomba de neutrones, diseñada para eliminar selectivamente a las personas, con dosis mínimas de radiación, a la vez que no se destruyen los edificios circundantes al punto cero. Entre las armas de que dispone Israel, se cuentan también artillería capaz de alcanzar 60 km de distancia y bombarderos nucleares con autonomía suficiente para alcanzar Moscú.

En junio de 2000, Israel realizó una prueba, lanzando un misil a una distancia de 1,500 kilómetros, desde un submarino. La armada de Israel posee hoy 3 de estos submarinos, que transportan cada uno 4 misiles similares, y que portan cabezas nucleares. Dedi Zucker, un opositor de izquierda del Knesset, denunció estas armas con los siguientes términos: "moralmente, sobre la base de nuestra historia, nuestras tradiciones y nuestra experiencia, tales armas son monstruosidades que deben rechazarse". Pero sin duda Israel dispone de un medio con el fin de ejercer presión sobre Irán y sus posibles aliados, para que este país dude en lanzar este tipo de armamento sobre el Estado judío. La ventaja estratégica de los submarinos con capacidad nuclear inclina notablemente la balanza, dado que, aún cuando las bases militares terrestres de una nación sean barridas por el enemigo, sus submarinos -al no poder ser localizados- pueden llevar adelante un contraataque nuclear devastador.

En agosto de 2003 el Presidente iraní de entonces, el reformador Mohammed Khatami, aparecía como un interlocutor dispuesto a negociar y con quien un acuerdo firmado presentaría garantías suficientes para la comunidad internacional en relación a las pretensiones nucleares iraníes. El régimen iraní de entonces hasta se preocupaba en encontrar soluciones que le permitiera volver a entablar relaciones diplomáticas con Washington. Irán era, a pesar de algunas alianzas ocultas con grupos denominados terroristas, la única potencia regional en la cual podían basarse los Estados Unidos y Europa para llegar a una estabilización duradera en Oriente Medio.

Después de Mohammed Khatami, los Estados Unidos y Europa pensaban en Ali Akbar Hachémi-Rafsjandjani, candidato preferido de las cancillerías occidentales a las elecciones presidenciales de junio de 2005, para llegar a un acuerdo sobre el programa nuclear iraní y reintroducir a Irán en la comunidad internacional. El nuevo Presidente elegido en junio de 2005, Mahmoud Ahmadinejad, ultraislamista y duro entre lo duros del régimen, no tiene por su parte ninguna consideración para establecer acuerdos internacionales y aún menos para un diálogo con el "Gran Satán". Con la crisis nuclear y sus declaraciones que apuntaban sobre Israel, en poco tiempo, puso incluso fin a toda veleidad de negociación o aproximación, y logró reunir en la escalada a los más altos lideres del régimen de los mullahs con quienes disputa un poder controvertido.

La amenaza de consulta en el Consejo de Seguridad no tuvo ningún efecto sobre la posición iraní en las negociaciones entabladas con los negociadores europeos (Francia, Alemania y el Reino Unido) y la ruptura de estas negociaciones, como la intención firme de consulta del Consejo de Seguridad no parecen disuadir a Teherán. Mahmoud Ahmadinejad dijo que "Si quieren negar nuestros derechos, tenemos los medios de asegurar a estos". El Ayatollah Ali Khamenei, el guía supremo que tiene la última palabra sobre los asuntos de Estado confirmó la posición iraní: "La fuerte República islámica, de sus principios y sin temor a la agitación, proseguirá en la vía de su evolución científica y el mundo no puede influir sobre la determinación del pueblo iraní..." No pretendemos dotarnos de armas nucleares y Occidente lo sabe perfectamente, porque sería contrario a los intereses políticos y económicos del país y contrario a los preceptos del Islam".

Ali Akbar Hachémi-Rafsjandjani, el ex candidato preferido de las cancillerías occidentales, y nombrado a la cabeza del Consejo encargado de la protección de los intereses superiores del régimen por el Ayatollah Ali Khamenei para contradecir a Mahmoud Ahmadinejad, dio un mensaje aún más claro: "La política colonial tradicional de Occidente fue mantener el tercer mundo y el mundo islámico bastante por detrás? (...) "Incluso si destruyen a nuestros científicos, sus sucesores seguirán el trabajo? (...) ?No será fácil para ellos solucionar el problema imponiendo sanciones? (...) ?Si causan cualquier disturbio, lo lamentarán".

Sin esperar aún una hipotética decisión de sanciones, Irán ya comenzó a destilar amenazas, apenas veladas, a través de su Ministro de Economía, Davoud Danesh-Jaafari: "Toda perturbación en la situación económica y política del país puede poner en crisis la situación regional y hacer aumentar el precio de petróleo más allá de lo que esperan los occidentales". No caben dudas de que, en efecto, la comunidad internacional comprende las consecuencias de las sanciones que podrían ser un arma de doble filo. El Ayatollah Ali Khamenei ya declaraba en 2002, que "Si el occidente no recibe más petróleo, sus fábricas van a chirriar hasta el paro y esto podría sacudir el mundo".

El petróleo y el gas iraníes, una necesidad mundial

Irán es altamente dependiente de los petrodólares, dado que sus exportaciones se componen en un 80% de gas y petróleo. Sus rentas petrolíferas alcanzaron los 40 mil millones de dólares en 2005, con un crecimiento del 25% sobre el año anterior. Un embargo petrolero tendría pues, consecuencias muy importantes sobre la economía iraní y podría hundir al país en una cascada de descontentos sociales. El efecto boomerang sería como contrapartida muy importante en los mercados del gas y el petróleo. Irán podría, por otra parte, haber anticipado ampliamente la posibilidad de sanciones políticas y económicas en su contra firmando estos últimos años múltiples contratos de suministro petrolíferos y de gas que se constituyen hoy en escudos contra las posibles sanciones.

Japón absorbe actualmente 18,4% de las exportaciones iraníes y China 9,7%. El año pasado, un consorcio japonés firmó un acuerdo para el desarrollo de los campos petrolíferos iraníes de Azadegan que deberían representar a largo plazo un 6% de las importaciones petrolífera niponas. China e Irán han firmado el año pasado un acuerdo de inversión de 100 mil millones de dólares por 25 años en la industria petrolífera y gasera iraní. Irán, que ya proporciona a China 13,6% de sus importaciones de petróleo, exportará cada año 10 millones de m3 de gas natural hacia China a partir de 2009. Pekín espera también asociarse a un proyecto de oleoducto que cruza Irán hasta el Mar Caspio (dónde podría a continuación establecerse una conexión con otro oleoducto que conecta Kazajstán a la China occidental). El objetivo señalado por Teherán consiste en alzar a China como el primer comprador de su petróleo y gas, en lugar de Japón, y China, que considera que sus importaciones energéticas procedentes de Irán son esenciales para su crecimiento económico, ya anunció que se opondría a toda decisión de sanción por el Consejo de Seguridad.

Por su parte la India, contra la voluntad estadounidense, refuerza también a grandes pasos sus vínculos con Irán, en particular, en un proyecto de oleoductos. Irán es también el segundo productor de petróleo más importante de la OPEC, después de Arabia Saudita, y posee alrededor de un 10% de las reservas petrolíferas mundiales. Irán tiene a su vez las segundas reservas mundiales de gas natural después de Rusia. Por consiguiente, la influencia de Irán sobre la economía mundial parece darle garantías, ya que toda reducción de sus exportaciones petrolíferas y de gas tendría consecuencias muy importantes en el mercado mundial. La simple hipótesis de sanciones económicas contra Irán es uno de los factores que mantienen actualmente el precio del barril en aproximadamente 65 dólares. Los ciclones americanos del otoño propulsaron el precio del barril a 70,85 dólares a finales de agosto último, agudizando aún más la crisis energética.

Algunos expertos no dudan en considerar que el precio del barril podría sobrepasar alegremente los 100 dólares en caso de paro de las exportaciones iraníes, no habiendo ningún productor actualmente capaz de sustituir a la oferta iraní. Recientes estudios pusieron de manifiesto que si los 2,5 millones de barriles que Irán exporta cada día escasearan en el mercado, las consecuencias serían considerables sobre la economía de los EE.UU.: el precio de la gasolina podría duplicarse, a la vez que se perderían un millón de empleos y el déficit diario podría ampliamente superar los mil millones de dólares. Algunos analistas tienen en cuenta que el simple hecho de amenazar a Irán con sanciones podría incitar a algunos de los políticos religiosos que lo dirigen, a una decisión estratégica de ruptura pura y simple de las exportaciones petrolíferas iraníes.

continuará...

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