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25 febrero 2007

La tormenta

Rodrigo Vera

La versión difundida por el escritor Carlos Tello, en el sentido de que la noche del 2 de julio de 2006 Andrés Manuel López Obrador aceptó su derrota electoral, provocó y sigue provocando una polémica iracunda. Los colaboradores del tabasqueño que estuvieron congregados entonces con él han negado la versión, contenida en el libro 2 de julio, y acusan a Tello de ser “calumniador” y “difamador”, de escribir “por encargo” y de hacerle “el trabajo sucio al gobierno”, ante su negativa a revelar su fuente.

El escritor Carlos Tello Díaz es un “calumniador” que sólo “está haciéndole el trabajo sucio al gobierno”, valiéndose de un “periodismo sin fuentes” con el que ahora, en su libro 2 de julio, asegura que Andrés Manuel López Obrador, candidato a la Presidencia de la República de la coalición Por el Bien de Todos, aceptó su derrota la noche de la jornada electoral.

A esta conclusión han llegado los mismos personajes cercanos al político tabasqueño que, según Tello, fueron testigos de que López Obrador dijo “perdí”, en una suite del hotel Marquis Reforma, donde estaban congregados la noche de ese 2 de julio.

Y pese a las presiones para que diga quién le comentó que López Obrador hizo tal afirmación, Tello Díaz se ha negado a revelar su fuente. De ahí que, aseguran sus críticos, el libro de Tello no es más que un “libelo” y una “mentira total” con la que intenta desprestigiar al movimiento del tabasqueño.

José María Pérez Gay, quien estuvo esa noche con López Obrador, desmiente rotundamente las afirmaciones de Tello:

“López Obrador nunca dijo esa noche, y lo recuerdo con toda precisión, nada parecido a la admisión de una derrota, más bien lo contrario.”

En un artículo publicado en el diario La Jornada el pasado 15 de febrero, y al que tituló Documenten, señores, no inventen, Pérez Gay agrega:

“Tello Díaz insiste en no revelar sus fuentes, con lo cual, tratándose de un asunto tan importante, declara que esas fuentes no existen, y que yo sepa, su palabra, como la de cualquier periodista, vale por lo que documenta, no por lo que inventa. Si Tello Díaz quiere ser fabulador, ahí está el espacio de la novela; si quiere ser periodista ha empezado muy mal: con la calumnia y la mentira.

“Al ver cómo Tello Díaz hace de la mentira su Archivo General de la Nación, repito que es un calumniador, y yo sí puedo revelar mis fuentes: los testimonios de Federico Arreola, César Yáñez y yo mismo, y no la ridiculez de ampararse en lo que le dijeron que dijera sin decir quién se lo dijo.”

Federico Arreola, otro colaborador cercano de López Obrador, es igualmente categórico: “Miente su fuente y miente Tello”. Considera que, “para muchos, él está haciéndole el trabajo sucio al gobierno. Es su problema, es su moral”.

Arreola –en un artículo publicado en ese mismo diario el pasado 17 de febrero– menciona a las personas que esa noche estuvieron con López Obrador en la suite del Marquis: “sus tres hijos (José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo), mi hijo Federico Manuel, Marcelo Ebrard, César Yáñez, José María Pérez Gay, Mario Delgado y Nicolás Mollinedo”.

Sólo de este pequeño círculo pudo salir, de ser cierta, la versión que recoge Tello en su libro.

Arreola sostuvo un acalorado debate televisivo con Tello Díaz, el 14 de febrero, en el programa de Carmen Aristegui de CNN en español. Ahí, le pidió al escritor que revelara su fuente.

“–Demuestra que Andrés dijo eso. Dí tu fuente… si la tienes –le pedía Arreola.

“–Sí la tengo –le contestaba Tello, nervioso.

“–¡Díla!

“–No la voy a decir… es la única que me reservo.

“–¡La única que se reserva! ¡Fíjate nomás!”

Y, en un momento de la discusión, Tello le dijo a Arreola:

“–Tú fuiste la fuente.

“–¿Yo te dije?

“–Sí.

“–Mientes.”

Tello terminó por reconocer: “Miento en eso, efectivamente… Federico no fue la fuente”. Y volvió a su negativa: “La fuente me la reservo”.

Sin embargo, para apoyar su versión de que, efectivamente, Andrés Manuel aceptó esa noche su derrota, Tello señaló que eso lo confirmó el periodista Joaquín López Dóriga en un artículo que éste publicó el 8 de febrero en el diario Milenio. “Eso dice López Dóriga, se puede ver”, recalcó Tello.

Arreola le replicó:

“López Dóriga es historia menor que la tuya. Finalmente yo estaba ahí… Yo estaba ahí. ¿Cómo me refutas eso?”

Y amenazó con demandar al escritor:

“Tienes que decir quién te dijo, o te vamos a demandar. ¡Esto es un libelo! ¡Es una mentira total!”

En seguida le echó en cara el hecho de que, por uno de sus libros anteriores, La rebelión de Las Cañadas, ya había recibido cuestionamientos semejantes:

“El señor ya tuvo un problema con otro libro. Se le acusó, con un libro sobre Las Cañadas, de que le dio información el gobierno. Él no hace un trabajo honesto.”

Carmen Aristegui comenta que, fuera de cámaras, el ambiente fue tenso desde el principio: “Llegaron tensos, pues la situación no era fácil para ninguno de los dos. Antes de iniciar el programa, mientras preparaban los micrófonos y todo eso, estuvimos conversando de otros temas, sin mayor importancia, que salían al vuelo”.

Al terminar el encuentro y a la hora de despedirse, cuenta Aristegui, Tello le dice a Arreola: “No sé si darte la mano”. Y éste le reviró: “Pues deberías dármela, porque yo te di mucha información valiosa para tu libro”. Y terminaron por estrecharse las manos.

Pero quien no se despidió de Arreola fue la representante de la editorial Planeta que acompañaba a Carlos Tello.

Por su lado, López Dóriga –en un artículo que el pasado 20 de febrero publicó en Milenio– se sacudió así los señalamientos que hizo Tello de su persona:

“En algún momento le comenté que ya había escuchado esa versión, pero no la tenía confirmada. Al terminar la entrevista, una y otra vez, insistente, Tello me pidió que le revelara mi fuente, a lo que me negué, pues era una versión no confirmada; de haberla confirmado, la hubiera publicado. Un reportero está lleno de versiones que, sin confirmar, son como los rumores, aunque haya quienes se monten en lo verosímil despreciando lo verídico y den el rumor como hecho.”

Añadió López Dóriga que, en una entrevista con Carlos Loret, “Tello mencionó nuestra conversación como una confirmación de su texto y me extrañó. Primero, porque el mío fue un comentario sobre una versión; segundo, porque con ese apoyo parecía querer confirmar, a partir de una conversación posterior, la veracidad de un texto, el suyo, ya escrito y publicado”.

Señaló que esas afirmaciones que Tello le achaca a López Obrador son “una falla de rigor y abandono del principio periodístico de confirmar y reconfirmar un hecho o citar la fuente”, por lo que “ahí está Carlos atrapado”.



La versión



En su libro 2 de julio. La crónica minuto a minuto del día más importante de nuestra historia contemporánea, en su capítulo “Perdí”, Carlos Tello describe así el momento en el que López Obrador acepta su derrota electoral:

“Andrés Manuel estaba desencajado. En la suite del penthouse, la televisión, prendida en los noticieros, mostraba el júbilo de los panistas, los globos azules y blancos agitados en el aire. César y Nico permanecían muy serios, igual que Arreola y Pérez Gay. Marcelo Ebrard entró con ellos unos minutos, junto con su asesor de finanzas, Mario Delgado. Después salieron. Había un aire de derrota. Entonces Andrés Manuel volteó a ver a sus más íntimos. ‘Perdí’, dijo. Quienes lo escucharon se quedaron pasmados. Lo había dicho con sinceridad y con tristeza, un poco sorprendido de lo que había pasado.

“En ese momento de la noche, entre las 9 y las 10, las encuestas de salida le daban la ventaja, casi todas, a Felipe Calderón, quien además estaba 5 puntos arriba en el PREP y muy alto, también, en el conteo rápido de Covarrubias y Asociados. Andrés Manuel no tenía manera de saber que había perdido: la moneda seguía en el aire. No tenía la certidumbre de su derrota, pero la había vislumbrado. Y había tomado, entonces, la decisión de no aceptarla. Fue su punto de quiebre el 2 de julio. A partir de ese momento –a partir del momento que acepta que perdió, ante la mirada atónita y asustada de sus seguidores– toma la decisión de comenzar a mentir. Empieza a construir una verdad alternativa, que él mismo terminaría por creer. Su discurso sería ya, desde entonces, un discurso de poder, no de verdad… Andrés Manuel López Obrador había pronunciado la palabra terrible: Perdí. Hubo unos minutos de silencio –minutos clave, en los que cambió íntimamente de actitud frente a los resultados. Después, todo fue distinto. Con ese espíritu de rechazo a la realidad escuchó el mensaje del IFE, pronunció su discurso en el hotel Marquis y habló más tarde frente a la multitud del Zócalo. Y con ese espíritu escuchó también la voz aguda y nerviosa de Ana Cristina que le decía, a la 1 de la mañana con 5 minutos, que estaba abajo de Felipe Calderón en el último corte del conteo rápido de Covarrubias y Asociados.”

Porfirio Muñoz Ledo, otro cercano colaborador del político tabasqueño, asegura rotundamente que ese “perdí” que se le atribuye a López Obrador simplemente “no ocurrió”. Y comenta que él ya le había explicado a Tello “largamente lo que pasó ese día”.

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